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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 1 de junio de 1986

 

1. "El Espíritu es quien da vida, / la carne no sirve de nada" (Jn 6, 63).

Leemos estas palabras en el capítulo 6 del Evangelio de Juan. Es el capítulo en el que encontramos el anuncio anticipado de la institución de la Eucaristía. Y por eso merece leerse, especialmente ahora, que la Iglesia celebra la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.

"El Espíritu es quien da vida... Las palabras que os he dicho son espíritu y vida" (Jn 6. 63).

2. ¿Qué significan estas palabras?

Jesús habla a la multitud en las cercanías de Cafarnaún, después del milagro de la multiplicación de los panes.

"Yo soy el pan de vida".

"Vuestros padres comieron en el desierto el maná, y murieron..."

"Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que coma de este pan, vivirá para siempre, y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo..."

"El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él..."

"El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna" (Jn 6, 48-54).

3. Estas palabras las pronunció Cristo en las cercanías de Cafarnaún. Y también entonces a muchos les parecieron un "lenguaje duro", no aceptable para el hombre; los Apóstoles, sin embargo, permanecieron con Cristo.

Ellos además vivieron el momento del cumplimiento de estas palabras durante la última Cena.

4. El Espíritu Santo ―el Espíritu que da la vida― hizo que ya desde el primer anuncio anticipado ellos acogieran las palabras de Cristo como "palabras de vida eterna". El Espíritu Santo iluminó su mente con la fe y reavivó sus corazones cuando, por primera vez, participaron en el sacramento del Cuerpo y de la Sangre de Cristo bajo las especies del pan y del vino.

El Espíritu Santo iluminó y reavivó también la primera comunidad de los creyentes, cuando, después de Pentecostés y la Ascensión del Señor, "eran constantes en escuchar las enseñanzas de los Apóstoles y en la fracción del pan" (Act 2, 42).

El Espíritu Santo ―después de tantos siglos― ilumina y reaviva nuestra generación de creyentes, cuando participamos en el santo Sacrificio. Cuando ―especialmente en estos días― adoramos públicamente la Santísima Eucaristía.

5. Ave verum Corpus, / natum de Maria Virgine...

Invitamos a la Virgen Santísima a que presida maternalmente la vida eucarística de toda la Iglesia. Ella, Esposa del Espíritu Santo, implore ante Él que alcancemos esa vida que Cristo ofrece a todos mediante el sacramento de su Cuerpo y Sangre, celebrado y acogido con el poder del Espíritu de Vida y de Amor.



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