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VIAJE APOSTÓLICO A URUGUAY, CHILE Y ARGENTINA

JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 5 de abril de 1987
Concepción, Chile

 

1. "Yo Soy la resurrección y la vida" (Jn 11, 25).

Estas palabras de Jesús, que iluminan el camino de fe de la Iglesia hacia la Pascua, son la garantía de la victoria de Cristo sobre el mal y la muerte, y mantienen viva la esperanza del Pueblo de Dios peregrino.

También María, la Madre de Jesús, "avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente su unión con el Hijo hasta la cruz" y la resurrección (cf. Lumen gentium, n. 58).

2. "¡Dichosa tú porque has creído! porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá" (Lc 1, 45).

La Virgen María, que en respuesta a la anunciación del ángel acogió obediente la palabra y dio vida en su seno al misterio de la Encarnación del Señor, vio cumplido en su vida cuanto se le había anunciado. Ella fue también la discípula fiel de su Hijo, la que recibió con fe el anuncio de la futura pasión de Cristo.

Fue fiel a su Hijo en el momento de la cruz, y conservó intacta en su corazón la promesa y la esperanza de Aquel que había dicho a sus discípulos que resucitaría al tercer día.

En las horas que siguieron a la muerte de Jesús -las más cruciales para la fe y la esperanza- la Virgen creyó, esperó y mantuvo intacto su amor de Madre hacia Aquel que había dicho: "Yo soy la resurrección y la vida" (Jn 11, 25). En su corazón de Madre fueron recogidas, y en él florecieron, las esperanzas de vida para toda la humanidad, confiada a Ella, desde la cruz, en la persona del discípulo amado.

3. ¡Virgen de Nazaret, Virgen del Calvario y de la Pascua!

Te saludamos como Madre de nuestra fe, de nuestros anhelos y esperanzas que están puestos en Cristo, que es el Señor de la vida.

Corrobora en nuestros corazones la fidelidad a las palabras y promesas de Cristo y haz que la Iglesia sea, como Tú fuiste, testigo de la esperanza de los pueblos, en el camino de esta patria y de toda la humanidad.

Desde esta ciudad de Concepción, que proclama con su nombre el misterio de María y donde hace poco hemos celebrado la Eucaristía con el mundo del trabajo, nos unimos a toda la Iglesia de la América Latina y a la Iglesia universal para invocar a nuestra Madre con el saludo del Ángelus.



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