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JUAN PABLO II

REGINA CAELI

Domingo 19 de mayo de 1991

 

Al concluir esta liturgia de Pentecostés, en el momento del rezo del "Regina coeli", deseo dirigir un saludo a todos los trabajadores que, procedentes de todas las partes del mundo, se han reunido aquí para dar gracias a Dios en el centenario de la encíclica Rerum novarum.

Saludo a las autoridades y en primer lugar al presidente de la República italiana, que han querido participar en esta celebración. Saludo a los numerosos trabajadores italianos y los exhorto a amar a la Iglesia, porque ella, en nombre de Cristo, se ha comprometido y se compromete a hacer suyo el camino del hombre en los acontecimientos cambiantes de la historia. Así como a finales del siglo pasado la Iglesia quiso iluminar el conflicto entre capital y trabajo, defendiendo con fuerza la dignidad y los derechos de los trabajadores, del mismo modo hoy se siente llamada a reivindicar la centralidad del hombre en cuanto tal en la compleja red de relaciones de las sociedades modernas. Queridísimos trabajadores, la Iglesia camina con vosotros y camina segura, porque sabe que en este camino tiene a su lado a aquel que, hecho hombre, no desdeñó ser calificado como "hijo del carpintero" (Mt 13, 55; cf. Mc 6, 3).

Al final de esta misa, saludo a todos los peregrinos de lengua alemana, especialmente a los que pertenecen al movimiento católico KAB, que han venido a Roma con motivo del centenario de la encíclica "Rerum novarum", para dar mayor significado y actualidad a la cuestión social. Mi predecesor León XIII enunció los principios fundamentales para la solución de la cuestión obrera, también de nuestro tiempo y para el futuro; es éste el objetivo de vuestro congreso en Roma. A través de vuestro empeño social y vuestra actividad como asociación quisiera que la convicción cristiana de la dignidad del hombre y de una sociedad digna del hombre, encuentre en el futuro un efecto fructuoso.

Queridos compatriotas: Deseo saludar a todos los que estáis presentes en la plaza de San Pedro y, a través de vosotros, a todos mis hermanos y hermanas que se hallan en la patria o diseminadas por el mundo. Os saludo en el nombre de la Iglesia que siempre, como aquel dueño de casa del Evangelio, saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo (cf. Mt 13, 52).

Hace cien años mi predecesor en la cátedra de san Pedro, León XIII, sacó del tesoro de la Iglesia las cosas nuevas de su tiempo. He honrado el centenario de su encíclica con el nuevo documento "Centesimus annus". Deseo ardientemente y hago votos a fin de que esta encíclica sea una inspiración para las cosas nuevas, para todos aquellos cambios que se están realizando ahora en nuestra patria en beneficio de toda la nación.

De buen grado dirijo también un saludo a los trabajadores flamencos y holandeses aquí presentes en la plaza de San Pedro o en Bélgica y en los Países Bajos. En el centenario de la encíclica Rerum novarum os animo en vuestro empeño por el pleno respeto del trabajador como persona creada a imagen y semejanza de Dios, tanto en vuestro propio país como en el tercer mundo.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua francesa. Ahora que estamos celebrando el centenario de la Rerum novarum, me alegra acoger particularmente a los miembros de Evangelio y sociedad y animar su movimiento, que se dedica a estudiar y a difundir la doctrina social de la Iglesia. ¡Que Nuestra Señora, presente en el Cenáculo, interceda por vosotros! ¡Que el Espíritu, que es Señor y da la vida, os colme de sus dones!

Doy mi cordial bienvenida a los trabajadores de lengua inglesa presentes en la celebración de este día. Que la fe y la enseñanza social de la Iglesia os proporcionen la fortaleza y la inspiración para la construcción de una sociedad plenamente respetuosa de la dignidad humana y de las capacidades creativas de todos sus miembros.

Dirijo ahora un salado afectuoso a todas las personas de lengua española, en particular a los hombres y mujeres del mundo del trabajo, que han querido unirse a esta solemne celebración de Pentecostés para conmemorar también el centenario de la encíclica "Rerum novarum".

Que los dones del Espíritu Santo os asistan siempre en vuestro empeño por poner en práctica la doctrina social de la Iglesia y hacer de nuestro mundo un lugar más justo y fraterno.



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