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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 16 de febrero de 1992

 

1. La peregrinación espiritual, que venimos realizando cada domingo por las tierras de América, durante este año que recuerda el V Centenario del comienzo de la evangelización en el nuevo mundo, nos lleva hoy a Chile. Nos detenemos en el célebre santuario de Nuestra Señora de Maipú: lugar de encuentro entre la gracia de Dios y la fe del noble y amado pueblo chileno.

El santuario, muy cercano a la capital, Santiago, está dedicado a la Virgen del Carmen, reina y patrona de la nación, debido al papel de gran relieve que la Virgen Santa, invocada con el título de Nuestra Señora del Carmen, ha tenido en la historia de Chile, sobre todo en el período en el que se consolidó la independencia nacional.

Desde los comienzos de la evangelización, Chile fue un país mariano y, ya a mediados del siglo XVI, se registraron las primeras manifestaciones de devoción a la Virgen del Carmen. La imagen que se venera en Maipú procede de Quito y el santuario surgió en el lugar donde quedó sellada la libertad de Chile como nación, el 5 de abril de 1818. Fue erigido precisamente para cumplir un voto formulado en tal sentido por las autoridades religiosas y civiles. La grandiosa basílica actual comenzó a construirse en 1944 y quedó terminada, en su estructura fundamental, el año 1974. Hoy es centro de atracción espiritual para todos los chilenos. En ella se desarrolla una intensa actividad pastoral.

2. A Maipú fui como peregrino apostólico el 3 de abril de 1987. Coroné la venerada imagen de la Virgen del Carmen y, con una plegaria especial, confié a «su corazón de Madre, la Iglesia y todos los habitantes de Chile», para que «bajo su protección» constituyan «una patria reconciliada en la paz».

Encomendé también expresamente a la Virgen Santa el «continente latinoamericano», para que «conserve» siempre su «fidelidad a Cristo».

3. Este es el punto clave de la nueva evangelización: la fidelidad a la persona y a la doctrina de Cristo Jesús. Por eso, «la figura y la misión del Salvador será ciertamente el centro de la Conferencia de Santo Domingo. Los obispos latinoamericanos se reunirán allí para celebrar a Jesucristo: la fe y el mensaje del Señor difundido por todo el continente. La cristología será, pues, el telón de fondo de la Asamblea de tal manera que, como primer fruto de la misma, el nombre de Jesucristo, salvador y redentor, quede en los labios y en el corazón de todos los latinoamericanos» (Discurso a la reunión plenaria de la Pontificia Comisión para América Latina, 14 de junio de 1991).

Sí, la Iglesia tiene que centrar cada vez más su atención en Cristo crucificado y resucitado; ha de presentar con claridad y con audacia el mensaje evangélico, en toda su integridad, a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

Pidamos esto a María, que es el camino para ir a Jesús.



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