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VIAJE APOSTÓLICO A SENEGAL, GAMBIA Y GUINEA

JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Banjul, domingo 23 de febrero de 1992

 

¡Ave María llena de gracia!

Como conclusión de esta santa misa, dirijámonos con amor a María, la Madre de Jesús y de todos sus discípulos.

Desde el principio, María acompaño a la Iglesia en Gambia a lo largo de su camino de peregrina.

Vuestro amor a ella se manifiesta en la dedicación de vuestra catedral a su Asunción, en vuestras peregrinaciones a su santuario de Kungkujang-Miriam y en vuestra gran devoción al rosario.

También ahora María está presente entre vosotros con su amor de Madre, acercándoos más a Cristo, su Hijo.

¡María, Reina de la paz!

Te encomiendo a los hijos e hijas de Gambia.

Que trabajen siempre juntos para construir una sociedad justa, pacífica y fraternal.

Que el espíritu de reconciliación y la solidaridad verdadera echen raíces más profundas en esta tierra y en los corazones de toda su gente.

¡María, Madre de la Sagrada Familia de Nazaret!

Protege a los padres y a los hijos de Gambia.

Que las familias se robustezcan en la unidad y en el amor, y se conviertan en escuelas de sabiduría y virtud para los líderes morales y civiles del futuro.

Que las familias cristianas sean verdaderas «Iglesias domésticas», en las que todos encuentren aliento para crecer en la fe, en la santidad y en el conocimiento de la voluntad de Dios.

¡María, Madre del Redentor y Madre de la Iglesia!

¡Que los cristianos de Gambia sean sal de la tierra y luz del mundo! Que, gracias a tu intercesión, todos los cristianos alcancen un conocimiento más profundo del misterio de Cristo, un testimonio más eficaz del Evangelio y una comunión más plena en el mismo Espíritu. ¡Ojalá que muchos jóvenes respondan generosamente a la llamada del Señor para servir a su pueblo en el sacerdocio y en la vida consagrada!

¡María, Madre nuestra!

Todas las generaciones te llaman bienaventurada, porque creíste que todo lo que el Señor te había dicho se haría realidad (cf. Lc 1, 45). ¡Protege a todos los que desean que la gracia de Dios se difunda en sus vidas, en sus familias y en esta amada nación!

Ahora, con las palabras del Ángelus, unamos nuestros corazones y nuestras voces y elevemos nuestras oraciones a la Santa Madre de Dios para que seamos dignos de las promesas de Cristo.



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