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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 5 de julio de 1992

 

1. La peregrinación espiritual que domingo tras domingo, venimos realizando por los santuarios de América, con motivo del V Centenario de la evangelización de aquel continente, nos lleva hoy a Honduras, ante Nuestra Señora de Suyapa.

A principios del siglo XVI, los primeros evangelizadores de esa querida nación infundieron en el pueblo una profunda devoción a la Virgen Inmaculada. Un hecho singular marcó la religiosidad mariana de los hondureños. A pocos kilómetros de la capital Tegucigalpa, en las cercanías de una aldea llamada «Suyapa», el año 1747, un joven labrador encontró inesperadamente por tierra una pequeña imagen de la Virgen de la Concepción. El hecho fue considerado milagroso y los pobladores de la comarca dedicaron enseguida a la Virgen una sencilla ermita, que se transformó muy pronto en centro de intensa piedad popular.

Desde mediados de este siglo, Suyapa se ha convertido en uno de los más grandes santuarios de Centro América, meta de frecuentes y numerosas peregrinaciones. Pío XII declaró a Nuestra Señora de Suyapa patrona de Honduras.

2. El 8 de marzo de 1983, tuve el gozo de ir yo también como peregrino a Suyapa, y allí dirigí a la Virgen una fervorosa plegaria por los pueblos de América, para que «conserven, como el tesoro más precioso, la fe en Jesucristo, el amor a María y la fidelidad a la Iglesia».

La primera evangelización imprimió en el catolicismo de aquel continente una significativa y característica fidelidad a la Iglesia.

Como he escrito en la carta apostólica «Los caminos del Evangelio» (29 de junio de 1990), «el pueblo de Dios que vive en América Latina siente profundamente la comunión eclesial, la obediencia y el amor a sus pastores, así como el afecto filial al Papa. Todo ello explica su fidelidad secular a la fe recibida y también su conciencia de ser parte activa de la Iglesia universal» (n. 14).

Al mismo tiempo que damos gracias al Señor por ello, le pedimos que la nueva evangelización se desarrolle en continuidad con las coordenadas que han señalado los siglos pasados.

3. Deseo ardientemente que la IV Conferencia general del Episcopado latinoamericano promueva todavía más en los sacerdotes, en los religiosos y en los laicos el sentido eclesial, la sintonía con los pastores y el ardor apostólico.

Así, en una Iglesia profundamente unida, rica en caridad pastoral, con programas de acción claros, articulados y actualizados, las directrices y las conclusiones de la asamblea de Santo Domingo tendrán mayor eficacia evangelizadora, a fin de conservar la propia identidad católica del continente y hacer que los hombres, las etnias, las culturas y los Estados abran de para en par sus puertas a Cristo salvador.

Confiemos estas intenciones de nuestra plegaria a la intercesión maternal de María, Nuestra Señora de Suyapa.



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