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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Plaza de San Pedro
Domingo 8 de noviembre de 1992

 

1. El pasado 28 de octubre se clausuró en Santo Domingo la IV Conferencia general del Episcopado latinoamericano que, en el V Centenario de la llegada (de la cruz de Cristo al continente, ha prestado particular atención al tema de la nueva evangelización, con el afán de desplegar esa acción pastoral unitaria e incisiva que es indispensable para una cristianización más profunda y una promoción humana más integral del «continente de la esperanza».

Afrontando los graves problemas de a hora presente y respondiendo a los impresionantes desafíos pastorales de nuestro tiempo, los obispos latinoamericanos han querido delinear una nueva estrategia evangelizadora para orientar eficazmente con el mensaje de Cristo, la marcha de la historia hacia el nuevo milenio.

2. María, estrella de la evangelización, ilumina este itinerario de anuncio y de renovado testimonio evangélico. A ella he recurrido en estos meses, realizando una peregrinación espiritual por los santuarios de América. La última etapa ha sido el santuario de Nuestra Señora de la Altagracia, en el que he tenido el gozo de detenerme personalmente durante la visita pastoral a Santo Domingo.

Ahora que la Conferencia del Episcopado latinoamericano ha terminado felizmente me complace dirigir de nuevo el pensamiento a la Virgen Santísima para agradecerle su maternal asistencia. Con esta finalidad, quisiera ir hoy espiritualmente a otros santuarios de América Latina que todavía no he visitado: a Santa María la Antigua del Darién, en la costa norte de Colombia, donde se fundó la primera sede episcopal en tierra firme de América y donde ha surgido ahora un templo que recuerda ese acontecimiento, a la catedral de Kingston, en Jamaica a otras catedrales de las Antillas. Me postro, además, espiritualmente ante la Virgen de la Divina Providencia, patrona de Puerto Rico, y ante Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, patrona de Haití: fue precisamente en la catedral de Puerto Príncipe donde, el 9 de marzo de 1983, en la perspectiva ya del V Centenario, lancé por primera vez la llamada a la nueva evangelización del continente latinoamericano.

3. Con sus tareas coronadas por el Mensaje a los pueblos de América Latina y el Caribe, la Conferencia general del Episcopado latinoamericano ha dado un nuevo impulso al compromiso apostólico en todo aquel gran continente, para irradiar la luz de Cristo, evangelizador y Salvador (cf. Evangelii nuntiandi, 7), sobre las culturas, sobre las estructuras y sobre los ambientes sociales. De ese compromiso se alegra todo la Iglesia, implorando sobre el mismo la bendición de Cristo, de la cual es signo y presagio la «cruz de la evangelización» que se conserva y venera en la catedral de Santo Domingo: la cruz de Cristo, como dice san Juan Crisóstomo, es la «seguridad de la Iglesia» (Homilía, P.G. 49, 396).

Pidamos a la Virgen, Nuestra Señora de las Américas que dirija su mirada a toda la Iglesia latinoamericana, para obtener que el gran evento eclesial recientemente celebrado produzca frutos abundantes y duraderos.

María, estrella de la evangelización, ruega por nosotros.



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