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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 13 de diciembre de 1992

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Mientras sigue aún vivo el eco suscitado por la presentación oficial del Catecismo de la Iglesia Católica, siento la necesidad de elevar al Señor una ferviente acción de gracias, junto con toda la Iglesia, que también en esta circunstancia ha experimentado la acción eficaz del Espíritu divino. El interés suscitado por el nuevo texto también más allá de los confines de las comunidades católicas ha sido tan elevado que no se puede reducir a razones de para curiosidad.

La Iglesia se alegra de haber tenido la oportunidad de testimoniar, también en esta circunstancia que con plena razón podríamos llamar histórica, la grande y maravillosa «noticia» centrada en el nombre de Jesús, redentor del hombre.

De esa «noticia» y de su anuncio a la comunidad eclesial se siente siempre responsable. Con humilde valentía no obstante el peso de su fragilidad, asume la tarea de hacerse eco de esa noticia ante la humanidad entera.

2. En esa perspectiva, por tanto, la promulgación del nuevo Catecismo no es sólo un acto de reglamentación doctrinal asume también el valor de un llamamiento, dirigido a todos los creyentes, a un compromiso más intenso en favor de la nueva evangelización.

En este último tramo del siglo veinte somos testigos de una historia compleja a menudo dramática, que hará sentir durante mucho tiempo el peso de su herencia. Pero este mundo nuestro con sus luces y sombras, cualquiera que sea el desarrollo futuro de las vicisitudes históricas, seguirá siendo objeto del amor y de la providencia de Dios; y tendrá más necesidad que nunca de amor, de esperanza, de paz, de solidaridad entre los pueblos, y de justicia verdadera para los oprimidos en el marco de un equilibrio recuperado del hombre con la naturaleza y el cosmos.

3. El cristianismo descubre la fuente y el «secreto» de todas estas realidades que forman la nostalgia perenne del corazón humano, en la acción redentora del Verbo encarnado, cuya primera manifestación la liturgia nos invita a meditar y revivir precisamente en este período de Adviento, que nos prepara para la Navidad. A la proclamación gozosa y valiente de ese exaltante «secreto» está destinado también el nuevo Catecismo, puesto al servicio de la palabra de Dios, junto con los demás instrumentos formativos análogos, elaborados por las Iglesias locales de todo el mundo.

Amadísimos hermanos y hermanas, María nos acompañe en este nuevo Adviento del anuncio cristiano. Ella, que conoce los tiempos de Dios, invita a la Iglesia de nuestro tiempo a un compromiso renovado de oración y acción, en los umbrales del tercer milenio cristiano.

Con ella elevamos nuestra imploración al Espíritu de Dios, el protagonista de la nueva evangelización para que el mundo vea la gloria del Salvador.



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