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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Fiesta de la Sagrada Familia
Domingo 26 de diciembre de 1993

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Con la celebración eucarística, presidida en Nazaret por el legado pontificio, hoy la Iglesia inaugura el Año de la familia, invitando a todos sus hijos a la oración y a la reflexión. Lo hace en sintonía con la iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas para 1994. La fiesta de la Sagrada Familia, que celebramos hoy, es una coincidencia litúrgica muy propicia para comenzar este año. También ha tenido profundo significado la elección de Nazaret como lugar para esa inauguración.

En efecto, fue allí donde, en la Anunciación, «la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros» (Jn 1 14). Fue allí donde Cristo, viviendo bajo la mirada amorosa de la Virgen santísima y de san José, valorizó y santificó la familia.

Hace casi exactamente treinta años, el 5 de enero de 1964, mi venerado predecesor Pablo VI, precisamente desde la basílica de la Anunciación en Nazaret, pronunciaba una vigorosa meditación, que conserva una palpitante actualidad. Presentaba a Nazaret como escuela de Evangelio y escuela de vida familiar. «Enseñe Nazaret —decía— lo que es la familia, su comunión de amor, su sencilla y austera belleza, su carácter sagrado e inviolable; enseñe lo dulce e insustituible que es su pedagogía; enseñe lo fundamental e insuperable de su sociología».

2. Hoy es más urgente que nunca, amadísimos hermanos y hermanas, redescubrir el valor de la familia, como comunidad basada en el matrimonio indisoluble de un hombre y de una mujer que en el amor funden juntos su existencia y se abren al don de la vida; redescubrir la familia como ambiente vital donde cada niño que viene al mundo es acogido, desde su concepción, con ternura y gratitud, y encuentra todo lo que necesita para crecer serenamente, como dice el evangelio refiriéndose a Jesús, «en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres» (Lc 2, 52). El redescubrimiento de ese originario plan divino es de importancia decisiva, en la crisis que atraviesa la humanidad en nuestra época. El futuro depende, en gran parte, de la familia, pues, como escribí en el mensaje para la próxima Jornada mundial de la paz, «lleva consigo el porvenir mismo de la sociedad, su papel especialísimo es el de contribuir eficazmente a un futuro de paz» (n. 2; cf. L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 17 de diciembre de 1993, p. 5).

3. Encomendamos este Año de la familia a la intercesión maternal de la Virgen de Nazaret.

Quiera Dios que sea un año de gracia, que traiga la consolidación de ese valor fundamental, y que sea un año de bendición para todas las familias, de consuelo y serenidad para cuantos viven una situación de crisis y dificultad.

Que toda familia del mundo pueda repetir con verdad lo que afirma el salmista: «Ved qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos» (Sal 133, 1).



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