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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 16 de enero de 1994

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Del martes 18 al martes 25 de enero celebraremos la Semana de oración por la unidad de los cristianos, cuyo tema será este año: «Llamados a tener un solo corazón y una sola alma», estimulante invitación a la reflexión, propuesta por el comité mixto de los representantes de la Iglesia católica y del Consejo ecuménico de las Iglesias. Con el telón de fondo del Año de la familia, que acaba de comenzar, todos los cristianos esparcidos por los cinco continentes están llamados a redescubrir la exigencia de la unidad de la Iglesia como familia de Dios. El modelo al que debemos mirar es la comunidad primitiva, descrita por los Hechos de los Apóstoles: «La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era en común entre ellos. Los Apóstoles daban testimonio con gran poder de la resurrección del Señor Jesús» (Hch 4, 32-33).

Este marco realmente sugestivo nos muestra la eficacia transformadora que posee la resurrección del Señor para los que acogen al Maestro divino en su vida. En efecto, los que se abren a Él sin reservas, adquieren un nuevo corazón y pueden llegar a ser todos juntos un solo corazón y una sola alma.

No nos dejemos engañar. Sólo acogiendo a Cristo con humildad y sinceridad los creyentes podrán resolver las divisiones aún existentes, dando así una contribución más eficaz a la solución de los conflictos que desgarran a diversas zonas del mundo.

2. En esta Semana, por consiguiente, desde todos los rincones del mundo se elevará un coro de oraciones por la unidad de los discípulos de Cristo. Será una ocasión propicia para hacer un balance, analizando los progresos realizados en el ámbito ecuménico, los impedimentos eliminados, las dificultades aún por resolver, el diálogo incesante y sincero. Y, sobre todo, será una intensa y perseverante experiencia de oración, con el renovado propósito de cumplir el deseo del Señor, que llama a sus amigos a una comunión cada vez más plena, para que la Iglesia sea para todos «sacramento de unidad» (cf. Lumen gentium, 1).

En esa perspectiva resulta muy oportuna la Jornada de oración del próximo domingo 23 de enero, precedida por un día de ayuno, el viernes 21, para pedir a Dios que nos conceda una paz justa y duradera en la martirizada región de Bosnia-Herzegovina. Los cristianos deben ser ministros de reconciliación siempre y por doquier, pero sobre todo donde la paz, desde el punto de vista humano, parece inalcanzable. Para conseguir este arduo objetivo no existe fuerza más eficaz que la oración: ¡Nada es imposible para Dios!

3. Pidamos a María, Madre de la Iglesia, que fortalezca con su intercesión nuestro esfuerzo. Ella, al igual que hizo con la primera comunidad, congregada a su alrededor a la espera de Pentecostés, nos obtenga a los cristianos de hoy la gracia de acoger sin reservas el don siempre nuevo del Espíritu de Dios, verdadero artífice de la comunión eclesial y de la paz en toda la familia humana.



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