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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 22 de febrero de 1998

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Hoy, fiesta litúrgica de la Cátedra de San Pedro, he tenido la alegría de concelebrar solemnemente la eucaristía con los nuevos cardenales, creados en el consistorio de ayer, y de entregarles el anillo, símbolo de un vínculo especial con el Sucesor de Pedro. La fiesta de hoy nos brinda la oportunidad de dar gracias a Dios por haber dado a la Iglesia, en el ministerio petrino, un centro de unidad en la verdad y en la caridad.

Cuando Jesús, como testimonian los evangelios, hizo a sus discípulos la pregunta crucial: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Mt 16, 15), fue Simón Pedro quien respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16, 16). Aquel día Cristo reconoció el particular carisma que el Padre había dado al pescador de Galilea, un carisma de fe sencilla y sólida. Por eso lo llamó «Cefas», que en hebreo significa «piedra», y prometió que sobre esa fe edificaría su Iglesia (cf. Mt 16, 17-18). A lo largo de los siglos, y también hoy, en el umbral del tercer milenio, Pedro, en la persona de sus sucesores, está llamado a confesar y proclamar que Jesús es el Mesías, el Salvador. A él está unido el Colegio de los obispos, y con él colabora, de modo muy especial, el de los cardenales.

2. Amadísimos hermanos y hermanas, acompaño a estos nuevos purpurados con la oración que, desde la plaza de San Pedro, se extiende a todo el mundo. Junto con vosotros, invoco sobre cada uno de ellos y sobre su ministerio la protección materna de María, Reina de los Apóstoles.

A ella le encomendamos también el camino penitencial de la Cuaresma, que comenzará el próximo miércoles con el solemne rito de la ceniza. Oremos para que todos los cristianos y todas las comunidades eclesiales sepan realizar un auténtico itinerario de conversión, como preparación para el gran jubileo del año 2000.

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Después del Ángelus

Me complace dar la bienvenida a los peregrinos venidos de Chile, Colombia, España y México, para participar con alegría en los actos con los que han sido elevados a la dignidad cardenalicia cuatro pastores de esos países de lengua española. Os saludo a todos con gran afecto y os deseo que la peregrinación a Roma en esta significativa circunstancia confirme vuestra fe y os haga valientes testigos de la misma en vuestra sociedad.



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