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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo, 20 de junio de 1999

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. El jueves pasado volví de una larga peregrinación a Polonia, y llevo aún grabadas en mi mente y en mi corazón las imágenes de los lugares visitados y, sobre todo, de las multitudes de mis compatriotas y de otros fieles procedentes de diferentes países, que por doquier me dispensaron una acogida realmente conmovedora. Me vienen a la memoria recuerdos y sensaciones muy intensos. ¡Cómo no dar gracias al Señor por esta gran oportunidad que me concedió! A él, en primer lugar, quisiera expresar hoy mi gratitud. Deseo, además, dar cordialmente las gracias a todos los que contribuyeron al éxito de este viaje apostólico, con un abrazo especial a mis hermanos en el episcopado, que me acogieron en sus diócesis. Fue una experiencia inolvidable de fe y fraternidad.

2. «Dios es amor» fue el lema que guió cada etapa de esta peregrinación: el evangelio del amor, el evangelio de las bienaventuranzas, es el único capaz de llevar paz a los corazones y de hacer que las relaciones sociales sean serenas y provechosas. Del amor a Dios y de la paz con él brotan la solidaridad y el entendimiento pacífico entre las personas y entre los pueblos.

Al pronunciar estas palabras, mi pensamiento va, en particular, a Europa, que lleva las heridas todavía sangrantes del reciente conflicto en Yugoslavia; y va, asimismo, a dos países de Asia, India y Pakistán, donde la paz corre serio peligro.

Oremos juntos para que en Europa se consolide el proceso de paz; oremos para que India y Pakistán sepan emprender nuevamente el camino del diálogo, poniendo inmediatamente fin a los combates con su carga de violencia y muerte.

Que los pueblos de Europa, de Asia y de los otros continentes encuentren en el tesoro de valores espirituales de su historia las razones de un renovado compromiso por el respeto recíproco y la colaboración generosa y leal.

3. La santísima Virgen, a quien me dirigí en numerosas ocasiones durante mi reciente viaje y, especialmente, cuando visité el santuario de Czestochowa, interceda por nosotros, intensificando en todos la voluntad de conversión, reconciliación y paz.

 



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