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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 30 de noviembre de 2003

 

Amadísimos hermanos y hermanas: 

1. Hoy comienza el tiempo de Adviento, itinerario de renovación espiritual en preparación para la Navidad. Resuenan en la liturgia las voces de los profetas, que anuncian al Mesías, invitando a la conversión del corazón y a la oración. El último de ellos, y el más grande de todos, Juan el Bautista, grita: "Preparad el camino del Señor" (Lc 3, 49), porque "vendrá a visitar a su pueblo en la paz".

2. ¡Viene Cristo, el Príncipe de la paz! Prepararnos para su nacimiento significa despertar en nosotros y en el mundo entero la esperanza de la paz. La paz, ante todo, en los corazones, que se construye deponiendo las armas del rencor, de la venganza y de toda forma de egoísmo.

El mundo tiene mucha necesidad de esta paz. Pienso con profundo dolor, de modo especial, en los últimos episodios de violencia en Oriente Próximo y en el continente africano, así como en los que la crónica diaria registra en muchas otras partes de la tierra. Renuevo mi llamamiento a los responsables de las grandes religiones:  unamos nuestras fuerzas para predicar la no violencia, el perdón y la reconciliación. "Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra" (Mt 5, 4).

3. En este itinerario de espera y esperanza, que es el Adviento, la comunidad eclesial se identifica más que nunca con la Virgen santísima. Que ella, la Virgen de la espera, nos ayude a abrir nuestro corazón a Aquel que trae, con su venida a nosotros, el don inestimable de la paz a la humanidad entera.

 



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