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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 7 de diciembre de 2003

 

1. "Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas" (Lc 3, 4).

En este segundo domingo de Adviento resuena con vigor esta invitación de san Juan el Bautista, un grito profético que sigue resonando a lo largo de los siglos.

Lo escuchamos también en nuestra época, mientras la humanidad prosigue su camino en la historia. A los hombres del tercer milenio, en busca de serenidad y paz, san Juan Bautista les indica el camino que es preciso recorrer.

2. Toda la liturgia del Adviento se hace eco del Precursor, invitándonos a ir al encuentro de Cristo, que viene a salvarnos. Nos preparamos para recordar de nuevo su nacimiento, que tuvo lugar en Belén hace cerca de dos mil años; renovamos nuestra fe en su venida gloriosa al final de los tiempos. Al mismo tiempo, nos disponemos a reconocerlo presente en medio de nosotros, pues nos visita también en las personas y en los acontecimientos diarios.

3. Nuestro modelo y guía en este itinerario espiritual típico del Adviento es María, que es mucho más bienaventurada por haber creído en Cristo que por haberlo engendrado físicamente (cf. san Agustín, Sermón 25, 7:  PL 46, 937). En ella, preservada inmaculada de todo pecado y llena de gracia, Dios encontró la "tierra buena", en la que puso la semilla de la nueva humanidad.

Que la Virgen Inmaculada, a quien nos disponemos a celebrar mañana, nos ayude a preparar bien "el camino del Señor" en nosotros mismos y en el mundo.

 


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