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VIAJE APOSTÓLICO A VENEZUELA,
ECUADOR, PERÚ, TRINIDAD Y TOBAGO
 

LITURGIA DE LA PALABRA EN PIURA

HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

 Lunes, 4 de febrero de 1985

 

«Yo soy el buen pastor y conozco a mis ovejas. También tengo otras ovejas que no son de este redil» (Io. 10, 14. 16).

Señor Arzobispo, hermanos obispos, autoridades,
queridos hermanos y hermanas:

1. Al venir a San Miguel de Piura, el Papa quiere obedecer a un impulso de su corazón de padre, además de cumplir un deber como Pastor de toda la Iglesia.

Vengo para encontrarme con los queridos hijos de esta tierra, en cuyas vidas quedan aún las huellas del sufrimiento causado por las catástrofes naturales que hace casi dos años destruyeron viviendas, cosechas, canales de regadío, vías de comunicación, provocando indecibles dificultades a tantas familias, y destruyendo el fruto de largos años de fatigas. Por eso mí visita quiere ser ante todo un signo de solidaridad y de aliento a no dejaros abatir en la desgracia, sino a sacar de ella razones de esperanza, de mutuo apoyo y voluntad de reconstruir lo perdido. Pido a Dios que las aguas que produjeron destrucción y muerte hayan servido para fecundar vuestros campos, y que os alegre la esperanza de más abundantes cosechas para continuar vuestra vida.

Vengo en peregrinación de fe a las fuentes de la gesta evangelizadora en el Perú, ya que de estas tierras, bajo la protección del Arcángel San Miguel, partieron los pioneros del anuncio de Jesucristo, de su Buena Nueva y de su Iglesia, hacia el vasto territorio del antiguo Imperio Inca. Por ello, desde este lugar, nuestra mente se eleva de modo espontáneo hacía Dios, para darle gracias por la evangelización del Perú, por sus héroes y santos. Y nuestro espíritu se recoge en plegaría, para meditar sobre aquella evangelización y descubrir las exigencias que derivan de la aceptación del Evangelio.

2. La Palabra de Dios que hemos escuchado viene a iluminar esta meditación, invitándonos a contemplar con los ojos del Evangelista San Juan la imagen familiar de Jesús, el Buen Pastor, en medio de sus ovejas.

En ese conocido texto, Cristo se presenta no solamente como Pastor, sino también como «la puerta de las ovejas». El es el Pastor verdadero, a diferencia de tantos otros que antes que El se habían presentado como pastores, pero que eran solamente mercenarios o salteadores. El Señor entra por la puerta del redil, esto es, viene como enviado del Padre, como revelador de sus misterios y trae consigo la verdad entera, mostrando el camino de la verdadera vida.

Por eso Jesús se comporta como los buenos pastores: conoce a sus ovejas una por una, en su situación concreta, las llama por su nombre, y las ovejas reconocen su voz y le siguen. El camina delante de las ovejas para mostrarles el camino, para prevenir los peligros, para defenderlas del lobo o del salteador.

Jesús es «la puerta de las ovejas». Solamente El las conduce a verdes praderas donde encuentran alimento, seguridad, «vida en abundancia» (Io. 10, 18).

El Señor Jesús es evangelizador —el primer evangelizador— como Pastor y como Puerta de las ovejas. El, no solamente anuncia la verdad, sino que es la Verdad misma dada a los hombres; no solamente señala el camino, sino que El es el camino; no solamente promete la vida, sino que es la Vida verdadera. Ningún otro evangelizador puede decir lo mismo de sí mismo. Y todos los demás evangelizadores, si quieren ser eficaces, han de saber representar e imitar al único Buen Pastor; han de hacer entrar a sus ovejas por la puerta que es Cristo; han de llamarlas por su nombre, con la única voz que ellas .reconocen y que es la voz de Jesús. Proceder de otra manera es, como dice el mismo Jesús, arriesgarse a ser «un extraño» o desconocido.

3. La obra evangelizadora de la Iglesia se despliega cuando Cristo, Pastor y evangelizador, llama, prepara y envía otros evangelizadores, para anunciar en todas las lenguas y lugares la Buena Nueva de la salvación; y para congregar en la comunidad de los creyentes —la Iglesia— a los que han de salvarse.

Así se inauguró un día la obra de la evangelización de América. Yo mismo quise dar inicio, en Santo Domingo, a la novena de años que prepare el continente americano a celebrar el V centenario de tan importante acontecimiento eclesial. Así también, y con la primera Misa celebrada aquí en Piura, en la primera villa cristiana, inició la evangelización del Perú.

Mi presencia hoy en vuestra noble ciudad, junto con mis hermanos obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles todos, quiere ser, ala vez que una acción de gracias a Dios por la evangelización del Perú, un merecido homenaje a tantos esforzados misioneros que, de modo anónimo, sembraron la semilla de la fe en esta tierra fecunda. Ellos, dejando sus tierras nativas, consagraron su vida —y aquí dejaron sus cuerpos— a la instrucción en la fe de las poblaciones indígenas que encontraron.

Entre mil obstáculos debidos ala extensión del país, a las grandes montañas, a la variedad de lenguas, a la falta de medios; pero cοηfiando en la fuerza de la Palabra de Dios, llevaron a cabo aquella obra inmensa, que tantos frutos ha dejado.

Al pensar en el presente de la evangelización, quizá la primera cosa que debemos hacer es mirar bien a aquella empresa, para sacar motivos de aliento en vista del futuro.

Pero esa obra evangelizadora no termina nunca. Cada generación cristiana debe añadir su parte de esfuerzo. Sin ello faltaría algo esencial. Faltaría un elemento insustituible a la evangelización del Perú, si faltara hoy un generoso esfuerzo evangelizador. Este es el signo de la fidelidad a Cristo, a su mandato, y es ala vez muestra de vitalidad en la fe de la Iglesia.

Por tal razón esa empresa es vuestra, hermanos obispos, en primer lugar. Es vuestra, sacerdotes que sois los insustituibles colaboradores de vuestros Pastores. Es vuestra, religiosos y religiosas, pues ésa es la causa de Cristo que habéis abrazado. Es vuestra, laicos cristianos, que en el corazón del mundo estáis llamados a construir el reino de Dios. Si vuestra Iglesia acoge ese mensaje de Jesús, podrá decirse de veras que «le sigue porque conoce su voz», la voz de Cristo (Cf.. Io. 10, 4).

4. Ese conocer la voz del Maestro y Buen Pastor, sin seguir la voz de los extraños, califica el elemento esencial, que ha de distinguir la evangelización en el Perú hoy: la fidelidad a la enseñanza de Jesucristo, único Maestro y Señor.

Mi predecesor el Papa Pablo VI, en su Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi, enseña: «Evangelizar es, ante todo, dar testimonio, de una manera sencilla y directa, de Dios revelado por Jesucristo mediante el Espíritu Santo. Testimoniar que ha amado al mundo en su Hijo; que en su Verbo Encarnado ha dado a todas las cosas el ser, y ha llamado a los hombres a la vida eterna» (Evangelii Nuntiandi, 26).

Así pues, evangelizadores y evangelizados tienen el indeclinable deber de una estricta y amorosa fidelidad ala enseñanza de Jesús. Porque los evangelizadores no son «dueños» de la Palabra de Dios, sino que son sus ministros, sus servidores. Y, por otra parte, como recordaba en mí Exhortación Apostólica Catechesi Tradendae, quien «se hace discípulo de Cristo tiene derecho a recibir la «palabra de la fe» no mutilada, no falsificada o disminuida, sino completa e íntegra, en todo su rigor y vigor» (Catechesi Tradendae, 30). Es decir, en plena fidelidad a su origen: Cristo; a su contenido revelado; a los destinatarios que han de salvarse entrando por la Puerta: «Yo soy la puerta, si uno entra por mí, estará a salvo» (Io. 10, 9).

No se ha de olvidar, sin embargo, que la evangelización tiene en cuenta los aspectos concretos del ambiente en que se realiza. En ese sentido la evangelización tiene en el Perú aspectos propios en el momento actual. No podemos recoger todos en esta celebración, pero sí quiero subrayar brevemente algunos de ellos.

5. Evangelizar significa llevar el mensaje de Cristo a todos, para que se haga vida. Por ello tiene estrechos lazos con la promoción humana. En este sentido, la evangelización presenta también la urgencia de promover integralmente la dignidad del hombre, ayudarlo a transformar las situaciones y estructuras injustas que violan esa dignidad.

Jesús, durante su vida pública tuvo oportunidad de encontrar a muchas personas aquejadas de diversos males físicos y morales. Como signo de la presencia del reino obró milagros (Cf.. Matth. 12, 4-6) y se preocupó del bien de todas las personas que encontraba. Al ver todo esto la gente se maravillaba y comentaba: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos» (Marc. 7, 37).

Por ello, mi predecesor Pablo VI recordaba: «Entre evangelización y promoción humana - desarrollo, liberación - existen efectivamente lazos muy fuertes ..., no es posible aceptar que la obra de evangelización pueda o deba olvidar las cuestiones extremamente graves, tan agitadas hoy día, que atañen ala justicia, a la liberación, al desarrollo y ala paz en el mundo. Si esto ocurriera, sería ignorar la doctrina del Evangelio acerca del amor hacia el prójimo que sufre o padece necesidad» (Evangelii Nuntiandi, 31).

Las Conferencias del Episcopado Latinoamericano reunidas en Medellín y Puebla han puesto especial énfasis en la evangelización y promoción humana en los países de este continente, especialmente mediante la llamada opción preferencial por los pobres.

Quisiera recordar aquí, queridos hermanos, cuanto precisé recientemente a este propósito: «Sí, la Iglesia hace suya la opción preferencial por los pobres. Una opción preferencial, nótese bien: por consiguiente, no una opción exclusiva o excluyente, pues el mensaje de la salvación está destinado a todos. Una opción además basada esencialmente en la Palabra de Dios y no en criterios aportados por ciencias humanas o ideologías contrapuestas, que con frecuencia reducen a los pobres a categorías socio-políticas o económicas abstractas. Pero una opción firme e irrevocable» (Alocución a la Curia romana, n. 9, 21 de diciembre de 1984: Insegnamenti di Giovanni Paolo II, VII, 2 (1984) 1630).

Este aspecto de la evangelización, en plena fidelidad a Cristo, al Evangelio y al hombre, según los criterios de la Iglesia, reviste clara actualidad en el Perú, en el presente y de cara al futuro.

6. El anuncio del Evangelio conlleva el constante llamado a una actitud de conversión por parte de todos los cristianos y ha de penetrar no sólo la vida personal y familiar, sino también las estructuras sociales, para hacerlas más conformes con las exigencias de la justicia. No olvidemos nunca que sólo corazones convertidos y renovados interiormente mejorarán el tono moral y humano de la sociedad.

¡Vivid, pues, vosotros esas exigencias e infundid en las realidades temporales la savia de la fe en Cristo! Pienso concretamente en el testimonio de vida y en el esfuerzo evangelizador que requiere la familia cristiana: que los cónyuges vivan el sacramento de la unión fecunda e indisoluble entre Cristo y la Iglesia; que sean los fundadores y animadores de la «iglesia doméstica», la familia, con el compromiso de una educación integral ética y religiosa de los hijos; que abran a los jóvenes los horizontes de las diversas vocaciones cristianas, como un desafío de plenitud a las alternativas del consumismo hedonista o del materialismo ateo. Es éste un campo de palpitante actualidad para la evangelización en el Perú.

7. Particular importancia reviste también la evangelización de la cultura en vuestro país. Para fecundarla con el espíritu del Evangelio en el que ella hunde sus raíces multiseculares. En efecto, la evangelización, cuando es correctamente hecha, influye poderosamente en la cultura y vida toda del hombre.

Esforzaos, pues, porque las leyes y las costumbres no vuelvan la espalda al sentido trascendente del hombre, ni a los aspectos morales de la vida. Con la mirada dirigida a los hombres de ciencia y especialmente a los universitarios que se encuentran aquí o en todas las partes del país, repito la constatación que hice ante la asamblea de la UNESCO: el vínculo del Evangelio con el hombre es creador de cultura en su mismo fundamento, ya que enseña a amar al hombre en su humanidad y en su dignidad excepcional (Cf. Discurso a la UNESCO, 2 de junio de 1980: Insegnamenti di Giovanni Paolo II, III, 1 (1980) 1636 ss.). Aquí tiene la Iglesia en el Perú un verdadero reto que ha de acoger creativamente en su acción evangelizadora. A este propósito expreso mí profunda estima a los hombres del mundo de la cultura del Perú, a la vez les aliento a ser fieles a su importante misión y al hombre viéndole en toda su dimensión a la luz de Dios.

8. Ese nuevo impulso evangelizador requerirá una serie de esfuerzos coordinados en torno a una más profunda catequesis, impartida en forma orgánica y sistemática. Es una necesidad vital.

Se necesita pues una constante catequesis, sin descanso y sin cansancios, a todos los niveles y en todos los lugares: desde la homilía hasta la enseñanza del catecismo en el hogar familiar, desde la parroquia hasta la escuela. Una catequesis que, acercando al hombre a Jesucristo, esté atenta a la recta formación de la conciencia del cristiano, sabiendo hacer llegar cálidamente a cada alma la amable exigencia del Redentor.

En esa tarea hay que poner gran esmero en procurar que al anuncio de Jesucristo corresponda asimismo la adecuada celebración de su misterio en la liturgia de la Iglesia; ya que la vida de Cristo se comunica a los fieles por medio de los sacramentos, como recordé a vuestros obispos (Cf. A los obispos de Perú durante su visita «ad Limina», n. 3, 4 de octubre de 1984: Insegnamenti di Giovanni Paolo II, VII, 2 (1984) 738 s.). Más aún, la liturgia, celebrada según las normas de la Iglesia y activamente participada, es en sí misma la más auténtica catequesis en las palabras y en los signos sagrados.

9. En la situación concreta del Perú, un vehículo y lugar importante de evangelización ha de ser la piedad popular nacida del corazón del pueblo. Ella manifiesta tantas veces de forma sorprendente ese sentido de la fe que Dios otorga a los sencillos de corazón, tan rica de sentimientos y tan expresiva en sus gestos de devoción.

Es bien conocida la profunda raigambre popular que tiene en vosotros, fieles peruanos, la devoción a la cruz de Cristo que se encuentra en tantos lugares en los que discurre vuestra vida. La veneración a la Cruz de la Conquista o la celebración de la Cruz de Mayo son buena prueba de ello. Como lo son el profundo cariño de los peruanos a Cristo crucificado, venerado como el Señor de los Milagros, el Señor Cautivo de Ayabaca, el Señor de Luren, de Huanca, el Señor de los Temblores, de Koilloriti, de Burgos, de Huamantanga y otros.

Lo mismo sucede con la honda devoción que vosotros, católicos peruanos, sentís hacia nuestra Madre la Virgen Santísima, a cuyo amparo recurrís tantas veces, también en los diversos santuarios marianos que surcan vuestra geografía. Sed fieles a esas devociones, y que ellas os conduzcan cada vez más hacia Cristo, centro de nuestra vida de fe, único Pastor y Redentor.

Vosotros, Pastores y guías de ese pueblo, ayudadle respetuosamente a purificar estas devociones populares, a fin de que sean para la grey del Señor caminos hacía El, Puerta única de las ovejas, en quien encontrarán el verdadero pasto (Cf.. Io. 10, 9) y tendrán «vida en abundancia» (Ibíd. 10, 10); la vida que El da a sus ovejas (Ibíd. 10, 15) y que dura hasta la vida eterna en Cristo, que tiene «poder para dar su vida y poder para recobrarla de nuevo» (Cf.. Ibíd. 10, 18).

Este campo de la piedad popular abre hoy amplias posibilidades evangelizadoras a la Iglesia en el Perú.

10. Finalmente, la evangelización en el momento actual peruano ha de esclarecer la fe y evitar los peligros a los que se ve expuesto el pueblo fiel.

La lectura de esta celebración litúrgica nos habla de quienes entran en el redil «por Cristo». También ellos pertenecen a la grey, pero ala vez participan activamente en la misión de Cristo evangelizador y Pastor. En esa misión participan los obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos elegidos por la Iglesia. Son los sembradores del Evangelio.

¡Qué gran sentido de responsabilidad y de atención en nuestro ministerio deben infundirnos las palabras de severa condena de Jesús hacia quienes «no entran por la puerta», sino que «escalan por otro lado, como un ladrón y salteador». Hacía quienes son «extraños» a la grey y por eso las ovejas «no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños» (Io. 10, 1-5). «El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir» (Ibíd.. 10, 10).

Estas palabras severas del maestro condenan todas las alteraciones del Evangelio y de la verdadera evangelización, las falsedades y falsos profetas, las relecturas del Evangelio en claves no eclesiales, sino acomodadas a interpretaciones inspiradas en la moda o en visiones socio-políticas. Con ello se transforma el servicio a la verdad en servicio a la confusión, cuando no a la mentira.

Frente a esos peligros que siempre serpean en la Iglesia, es necesario que Pastores, agentes de la pastoral y fieles conserven una absoluta fidelidad al mensaje integral de Cristo, que escuchen su voz, que estén dispuestos como El a dar la prueba suprema del amor a la verdad y a sus ovejas: «Por eso me ama el Padre, porque doy mí vida, ...ésa es la verdad que he recibido de mí Padre» (Ibíd.. 10, 17. 18).

De ese modo la evangelización en profundidad librará también a los fieles de los riesgos derivantes de actividades proselitistas de grupos que poco tienen de real contenido religioso.

11. Mis queridos hermanos y hermanas: Hemos hecho estas reflexiones sobre la evangelización en el Perú en el actual momento de la Iglesia.

Quiero manifestares mi vivo aprecio y aliento por los grandes esfuerzos que Pastores, agentes de la pastoral y fieles realizáis para seguir con fidelidad a Cristo, primer Evangelizador, Pastor y Puerta del rebaño. Renovad vuestro propósito en ese camino, para que así esta Iglesia en el Perú sea una Iglesia fuertemente evangelizadora —dentro y fuera de los confines peruanos—, la Iglesia de Cristo que siempre escucha su voz.

La Estrella de la evangelización, Nuestra Señora de las Mercedes, inspire desde su santuario de Paita todos vuestros propósitos; y acompañe en su fidelidad a Cristo a los hijos de esta tierra y de todo el Perú, a los que bendigo de corazón.



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