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MENSAJE DEL PAPA JUAN PABLO II
CON OCASIÓN DE LA MUERTE DE MONSEÑOR LUIGI GIUSSANI,
FUNDADOR DE COMUNIÓN Y LIBERACIÓN

 

1. He recibido con profunda conmoción la noticia de la muerte del querido monseñor Luigi Giussani, acaecida al final de un largo período de enfermedad, que había aceptado con espíritu de sereno abandono a la voluntad divina y de generosa participación en el misterio de la cruz de Cristo. Su muerte es motivo de tristeza para sus familiares, para el presbiterio de la archidiócesis de Milán, para el movimiento Comunión y Liberación, fundado por él, y para muchas otras personas que lo han estimado y amado como celoso ministro de Dios. Con intenso afecto me siento espiritualmente cercano a todos en este momento de dolorosa separación.

2. En diversas ocasiones me encontré con monseñor Luigi Giussani y pude admirar su fe ardiente, que se traducía en un testimonio cristiano capaz de suscitar, especialmente entre los jóvenes, una amplia y convencida acogida del mensaje evangélico. Doy gracias al Señor por el don de su vida, gastada sin reservas en la adhesión coherente a su vocación sacerdotal, en la escucha constante de las necesidades del hombre contemporáneo, y en el servicio valiente a la Iglesia. Toda su acción apostólica se podría resumir en la invitación franca y decidida, que dirigía a cuantos se acercaban a él, a un encuentro personal con Cristo, respuesta plena y definitiva a las expectativas más profundas del corazón humano.

3. Don Giussani propuso la "compañía" de Cristo a muchísimos jóvenes que, hoy adultos, lo consideran su "padre" espiritual. Dejando a un lado las perspectivas de carrera académica, se dedicó a la formación de los estudiantes, que necesitaban puntos de referencia y modelos en los cuales inspirarse. En la década de 1960 inició su actividad evangelizadora presentando las verdades de la fe con un diálogo abierto e incesante, con una coherente docilidad al magisterio de la Iglesia y, sobre todo, con un testimonio de vida ejemplar. Así nació el movimiento Comunión y Liberación, que ha crecido a lo largo de los años gracias al celo apostólico de este ferviente sacerdote ambrosiano, que supo implicar a numerosos discípulos en un apasionante itinerario misionero.

Cristo y la Iglesia: aquí está la síntesis de su vida y de su apostolado. Sin separarlos jamás, difundió en su entorno un verdadero amor al Señor y a los varios Papas que conoció personalmente. Vivió también un gran amor a su diócesis y a sus pastores.

4. Don Giussani, defensor de la razón del hombre, fue un profundo conocedor de la literatura y de la música, y valoraba firmemente el arte como camino que conduce al Misterio. Seguido por los miembros del movimiento que fundó, extendido ya por numerosos países del mundo, escuchado con respeto también por personas de diversas confesiones y de diferentes responsabilidades profesionales, me complace recordarlo como maestro de humanidad y defensor de la religiosidad inscrita en el corazón del ser humano.

5. Elevo fervientes oraciones de sufragio, que encomiendo a la intercesión de la Virgen santísima, por este fiel servidor del Evangelio, y pido a Dios que cuantos lo han conocido y encontrado en su camino, experimentando las maravillas que el Señor ha realizado en ellos a través de su testimonio, sigan fielmente sus pasos y mantengan viva su intuición carismática. En este momento pienso con particular afecto en sus hijos espirituales, reunidos en la Fraternidad de Comunión y Liberación y en la asociación laical "Memores Domini".

Que María, dulce Madre del Redentor, vele sobre todos y cada uno. Con este deseo, envío de corazón al cardenal Dionigi Tettamanzi, arzobispo de Milán, a los prelados y a los sacerdotes que se han reunido, así como a cuantos lloran la muerte del querido monseñor Giussani y a todos los presentes en el rito fúnebre, la consoladora bendición apostólica.

Vaticano, 22 de febrero de 2005

JUAN PABLO II



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