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[ ES  - LA ]

DISCURSO DEL PAPA JUAN XXIII
A LA COMISIÓN DEL APOSTOLADO DE LOS SEGLARES
PREPARATORIA DEL CONCILIO ECUMÉNICO
SOBRE LOS ACONTECIMIENTOS DE ARGELIA
*

Jueves 6 de julio de 1961

 

Las tristísimas noticias que ayer daban cuenta de muertes cruentas y de una dolorosa situación en el territorio argelino han llenado de indecible tristeza y de grave preocupación nuestra alma, que abraza paternal afecto a todos los pueblos.

Apenas tuvimos conocimiento de tales acontecimientos, una y otra vez pedimos a Dios que con su providencia divina calme aquella turbulenta situación y conduzca a las partes contrincantes a una justa solución. Y hoy hemos celebrado el sacrificio eucarístico pidiendo que Cristo Jesús, que es "admirable, consejero, Dios fuerte... Príncipe de la paz" (Is 9, 6) restablezca la paz y haga que se avengan ambos bandos a una concorde armonía.

Es muy natural que todo nos cause una particular tristeza, por el hecho de que no hace muchos años visitamos con admiración aquellas regiones bellísimas, espléndidas por la inmensidad del cielo y del mar, de las que conservamos todavía un grato recuerdo. Pero no menor aflicción nos causan también cada día las noticias de todas las desgracias y calamidades, disensiones y luchas que, desgraciadamente, nos llegan de todas las partes del mundo. Noticias que, dolorosamente, demuestran cómo la paz —que el mundo no puede dar— no une todavía a los pueblos entre sí y sigue siendo sólo un deseo y no un tesoro guardado a toda costa.

Por tanto, aprovechamos gustosos la presente ocasión para exhortaros, venerables hermanos y queridos hijos, que autorizadamente representáis a todo el laicado católico, e invitaros, con certísima confianza, a que unáis vuestras incesantes plegarias a las nuestras.

Haga Dios que todos los hombres redimidos por la Sangre preciosa de Cristo y congregados como en una única familia, se unan cada vez más con un vínculo de hermandad y que Él ilumine con su gracia a los que rigen los pueblos, a fin de que establezcan entre ellos una paz sincera, firme y perdurable: aquella paz que contiene y fortifica la justicia y la caridad.

 


* AAS 53 (1961) 503-504; Discorsi, messaggi, colloqui, vol. III, págs. 353-354.

 

 



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