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DISCURSO DEL PAPA JUAN XXIII
AL II CONGRESO DE HISTORIA ECLESIÁSTICA
*

Castelgandolfo
Sábado 9 de septiembre de 1961

 

Queridos hijos y señores:

Estos encuentros de audiencias generales y de grupos son de todos los días, y en realidad el corazón saca de ellos gran consuelo y elevación espiritual porque reavivan cada vez el sentimiento de la paternidad y despiertan dulces visiones de pacífica convivencia humana y cristiana.

Pero hoy está justificado, además, un rasgo de singular alegría; permítase al Papa congratularse especialmente por este Congreso. Pues nos sentimos como en familia y transportados por aquella atmósfera de vivo interés por los estudios históricos por los que nos hemos interesado humilde, pero fervientemente en el transcurso de nuestra larga vida.

En las notas que amablemente nos habéis remitido, que narran de cerca los orígenes próximos o lejanos de este segundo Congreso promovido por la "Revista de historia de la Iglesia en Italia", habéis recordado dos modestas pruebas de nuestra benevolencia hacia vosotros.

La primera, la suscripción que hicimos a la Revista desde su primera aparición; la segunda, nuestro discurso de introducción al II Congreso Nacional Italiano de Archiveros Eclesiásticos, el 6 de noviembre de 1957.

Y ¿cómo diremos que habéis dado realce a la aportación, que podíamos prestar y hemos prestado por nuestra parte, de estímulo sincero y muy alegre para una iniciativa de buenos auspicios?

La suscripción quería significar el impulso del corazón y saludaba a la nueva Revista que se presentaba modesta en sí misma, pero precursora de buenas esperanzas. La palabra escrita, en realidad, algo vacilante en su expresión —por la sorpresa de la invitación que nos hizo el Cardenal Mercati, de feliz memoria—, la contribución de la cabeza. ¡Cabeza y corazón! Por aquí se empieza y de este modo, pensábamos, se puede ir lejos, a imprevistos y provinciales desarrollos.

I. En nuestra intervención en el Congreso de Archiveros nos permitimos aportar todo lo mejor que teníamos en tal materia: nuestro trabajo de cincuenta años, es decir, los cinco volúmenes de la "Visita Apostólica de San Carlos a Bérgamo en 1575". Y todavía nos consuela la acogida amable y cordial que se dispensó aquel 6 de noviembre de 1957 al Patriarca de Venecia, que, además de algunos pensamientos, ofrecía, por tanto, a los presentes su modesto ejemplo en perfecta conformidad con lo que el mismo Congreso de Archiveros se proponía promover.

¡Queridos hijos! Nos habéis comprendido. No podíamos rechazar esta mañana vuestro doble obsequio y de aquí lo tomamos ahora para que sea útil a la gran causa que honráis y servís con vuestros estudios.

II. Entre las líneas de vuestra breve relación no falta el aguijón de la tristeza allí donde se hace referencia a la difusión de la Revista. En efecto, os gustaría poder comprobar mayor interés del clero y del laicado por esta clase de estudios y un vibrar, por decirlo así, de más encendido entusiasmo. Pero por ser vosotros los cultivadores de investigaciones históricas, por estar habituados, por consiguiente, a la paciente aplicación y a la más paciente espera, tenéis ya motivos de alegraros. Los fervorosos comienzos, la preparación seria y pacífica de vuestro trabajo y las cordiales aprobaciones que os vienen de muchas partes hacen confiar en resultados seguros y concretos.

Gracias a Dios somos optimistas y confiados. A través de muchas tentativas y experiencias, algo se ha hecho; se ha esparcido la buena semilla aquí y allá. Estos estudios ya no parecen un esfuerzo u ostentación de simple erudición de los estudiosos, sino que se da uno cuenta de su oportunidad, mejor dicho, de su necesidad en relación con las mismas disciplinas eclesiásticas más propiamente teológicas.

Pero tenéis que permitirnos una consideración de orden pastoral y casi ascético.

El V volumen de los "Hechos de la Visita Apostólica de San Carlos" se inicia con un "Finis: notas dispersas sobre la conclusión de toda la obra". Es algo así como el diario de nuestro trabajo y la justificación de aquel proyecto iniciado en 1908 y terminado cincuenta años después.

La lección de aquella dedicación a los treinta y nueve volúmenes manuscritos de la Visita es "póstuma", pues, cuando nos presentamos al doctor y prefecto de la Ambrosiana Monseñor Aquiles Ratti —aún le vemos en su puesto y oímos su tranquilizadora y estimulante palabra— sólo pensábamos en ofrecer a nuestra Diócesis, a nuestro Obispo, la documentación exacta de un período de vida religiosa (y ¡qué periodo!), bajo la mirada y égida de San Carlos Borroneo.

La lección, pues, es ésta: "...Habiendo secundado durante medio siglo las aspiraciones y afanes de este proyecto de mi primera juventud sacerdotal; impulsado luego por la obediencia a otros campos de trabajo, mi espíritu —lo confieso— no logró nunca apartarse de esta distracción de mi vida que me acompañó siempre como la más feliz y querida" (pág. 6).

Desde que la Providencia nos condujo hasta aquí, y aquellas palabras son las últimas que escribimos antes de en este nuevo y último servicio de Dios y de la Iglesia, es justo para las almas sacerdotales que nos permitamos ofreceros como experiencia que vale una gran bendición para nuestra alma con deseo de que la dedicación especialmente de jóvenes eclesiásticos a los buenos estudios ya de investigaciones de archivo, ya de arqueología o arte sagrado o de materias preferentemente teológicas, y siempre bajo la inspiración y guía del propio obispo, excite las almas a un mayor amor a la Iglesia católica y a su inmenso patrimonio espiritual; los impulse a un más encendido fervor de ascéticas elevaciones, sin hablar del prestigio que podrán lograr esos estudios entre los estudiosos para aumentar aquella influencia que, a veces, se convierte en una gran puerta abierta a un apostolado magnífico,

III. Por último, el tema de vuestro Congreso de estos días es motivo de sincera y conmovedora gratitud: «Obispos y Diócesis de Italia en la Edad Media, siglos IX-XIII».

Podéis comprender que el simple índice de las relaciones nos ha interesado sobremanera y las citaremos nominalmente una por una, en número de diecinueve, y les daremos la aprobación cordialísima del "bonum bonum" que brota del corazón a los labios ante la serena visión del trabajo preparado y realizado.

La inminente celebración del Concilio Ecuménico Vaticano II quiere aprovecharse de la aportación de todas las disciplinas. Pero, puesto que el Concilio exalta especialmente las funciones y el ejercicio en todo tiempo de la dignidad episcopal, la contribución de vuestros estudios es tanto más estimada.

Desde el origen divino del episcopado, que tiene en Cristo a su fundador y legislador, hasta las minuciosas precisiones jurídicas que la Cabeza de la Iglesia y los Concilios formularán en el transcurso de tos siglos, hasta el reconocimiento de los colaboradores de carácter social que a veces valieron al obispo el título de "defensor civitatis", hay toda una gama de gracia celeste y de buenas voluntades humanas.

Y sobre este vasto campo, en parte no explorado todavía, se desarrollan vuestros estudios con penetración, seriedad y método científico.

Estas son indicaciones breves, que hemos querido señalar como recuerdo del encuentro de hoy, como justo título de complacencia paternal en vuestros afanes y también —permitid os lo digamos— de honda y justa predilección por un campo de trabajo científico destinado a ofrecer a las otras disciplinas una valiosa contribución que alcanza su fundamento en las virtudes humanas y cristianas y conquista los más nobles horizontes del saber.

 


* Discorsi, messaggi, colloqui, vol. III, págs. 402-407.

 

 



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