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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN XXIII
A LOS PEREGRINOS PROCEDENTES DE ALEMANIA Y AUSTRIA
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Audiencia general del miércoles 13 de junio de 1962

 

La audiencia de hoy renueva el espectáculo solemne e íntimo a la vez de las reuniones del Padre con sus hijos procedentes de todo el mundo.

Pero hay una nota característica que distingue a la audiencia llamada general. Hoy los grupos más numerosos son de Alemania y de Austria, y traen consigo el distintivo inconfundible y gozoso de la juventud.

¡Cómo desearía el Papa manifestar a todos, a todos, en la lengua materna de cada uno, la ternura que le produce el espectáculo imponente de la común profesión de fe, ofrecido en esta basílica vaticana con abierto entusiasmo! De hecho, las notas distintivas de la Iglesia: una, santa, católica y apostólica quedan aquí confirmadas para ¡delicia de los corazones!

Nos place recordar a los fieles de lengua alemana, con las palabras finales del evangelio de esta mañana —miércoles después de Pentecostés— el lema y la brillantez del Congreso Eucarístico Internacional de Munich de hace dos años.

"Pro mundi vita" (Juan, 6, 51): Por la salvación de la humanidad, Cristo, hijo de Dios, se hizo señor y maestro, pastor, sacerdote y oblación de cada uno de los hombres. Lo decíamos el domingo en la homilía de la festividad de Pentecostés. Deseamos ahora repetirlo a todos los fieles aquí presentes, y especialmente a vosotros, queridos hijos de lengua alemana.

El espectáculo de fe y de piedad sincera ofrecido en Munich suscitó la admiración en todo el mundo. El recuerdo de aquel Congreso es como el monumento erigido al celo pastoral del llorado cardenal José Wendel. Pero, entre los frutos que continúa produciendo aquel acontecimiento de resonancia mundial, se mantiene encendida en el corazón de Europa una llama de amor. Las familias y las instituciones desean custodiar esta llama e inspirarse y alentarse para empresas cada vez más generosas de acción apostólica y social, de contribución a la paz de los fieles.

¿Qué decir a vosotros, jóvenes "scoutistas"? La imponente peregrinación de hoy es la tercera de vuestra reciente historia. Cada una tiene un nombre. La de 1935, por las difíciles circunstancias del momento, puede llamarse la prueba del coraje. La de 1950, la restauración del orden civil y de la libertad, conseguida por el sacrificio de las jóvenes generaciones.

Esta, en vísperas del Concilio Ecuménico, encierra el significado de un ofrecimiento: el ofrecimiento de energías juveniles para las nuevas tareas, que la Iglesia quiere confiar al laicado en pro de la penetración del pensamiento cristiano en todos los campos y en todos los aspectos de la vida social.

¡Queridos jóvenes! Amamos y apreciamos vuestro movimiento "scoutista". Sed fieles a la letra, pero sedlo más aún al espíritu de las leyes que conscientemente habéis aceptado. "Pro mundi vita", también vosotros, con Cristo y por su Iglesia. La disciplina, como vosotros la entendéis, es el fundamento del orden individual y social. Bien entendida y sabiamente vivida manifiesta armonía, belleza y generosidad.

El encanto de vuestro juvenil y ardoroso servicio será un atractivo para las demás almas jóvenes; infundirá coraje en los ancianos, contribuirá a superar todas las barreras que aún quedan entre los hombres; ayudando a todos a reconocerse hijos de Dios, y miembros de una sola y gran familia. Aquí está el éxito de vuestro Movimiento, su honor y su gloria.


* Discorsi Messaggi Colloqui del Santo Padre Giovanni XXIII, vol. IV, pp. 355-357.

 

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