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PEREGRINACIÓN APOSTÓLICA A BOGOTÁ

DISCURSO DEL SANTO PADRE PABLO VI
DURANTE EL ENCUENTRO
CON EL CLERO COLOMBIANO

Jueves 22 de agosto de 1968

 

Qué gozo sereno invade Nuestro ánimo al sentirnos, en esta Catedral, junto al Sagrario Eucarístico, con vosotros, queridos Hijos, Cardenales de la Santa Iglesia -entre quienes vemos, al dignísimo Cardenal Legado y al benemérito Cardenal de Bogotá-, con vosotros, venerables Hermanos en el Episcopado, amadísimos Sacerdotes, Religiosos, vinculados todos en ese Cristo que personificamos en nuestro ministerio, en nuestra entrega a la voluntad del Padre, todos dedicados a la tremenda y dulce misión de conducir a El, por Cristo en el Espíritu, a la grande familia humana.

Gracias, amigos y colaboradores Nuestros, por la alegría espiritual que Nuestra presencia os procura. No os detengáis en Nuestra humilde persona. Elévense vuestras mentes a Aquel a quien representamos y servimos, al Señor Jesús, a quien va todo honor y gloria particularmente en estos días de su suave y pacífico triunfo.

Gracias por la felicidad que nos dais. Que cada uno de vosotros se sepa correspondido, recordado y apreciado con un puesto de predilección en Nuestro corazón.

Conocemos vuestras horas de fatigas y de entusiasmos apostólicos, vuestras jornadas dedicadas, fiel y generosamente, a vuestra santificación oblacional, a la parroquia, a la juventud, a los enfermos, a los pobres, a los niños, al mundo del trabajo, sectores en los que tanta y tan preciosa actividad desarrollan también las Congregaciones Religiosas y las Organizaciones de Apostolado Seglar. Por todo ello os felicitamos edificado, en la confianza de que Nuestro reconocimiento sea estímulo para ulteriores esfuerzos a fin de que Cristo siga llegando a tantos que todavía caminan a tientas porque aún esperan más luz y más fuerza que, con vitalidad siempre nueva, brotan del mensaje de que sois portadores.

Vivamos intensamente estos días de plegaria comunitaria. en conformidad con el espíritu de Nuestra peregrinación.

Oremos:

por la Iglesia universal, para que cada día más nítidamente refleje su misión de redención y de amor; Oremos : para que cuantos participamos del sacerdocio, vivamos continuamente nuestra consagración sobrenatural y divina, con la conciencia de ser Cristo comunicado y difundido, respetando sus dimensiones de santidad y de servicio abnegado;

Oremos:

por el aumento y perseverancia de las vocaciones;

por la armonía y santificación de las familias;

por cuantos sufren;

por la concordia y la paz del mundo en la justicia y en el amor.

Bogotá es un Cenáculo de transubstanciación sacramental, es la continuidad de aquél primero, donde tiene que seguir oyéndose, puesta en nuestros labios, la plegaria de Jesús al Padre por la Iglesia, por los hombres, y requiere que todos nosotros, en la espera de una nueva efusión de Pentecostés, perseveremos unánimemente en oración con María, su Madre.

A esta actitud os invita y alienta la Bendición Apostólica que, de todo corazón, os impartimos.

 



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