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SYNODUS EPISCOPORUM
BOLETÍN

de la Comisión para la información de la
X ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA
 DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS
30 de settiembre-27 de octubre 2001

"El Obispo: servidor del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo"


El Boletín del Sínodo de los Obispos es solo un instrumento de trabajo para uso periodístico y las traducciones no tienen carácter oficial.


Edición española

10 - 04.10.2001

RESUMEN

SEXTA CONGREGACIÓN GENERAL (JUEVES, 4 DE OCTUBRE DE 2001 - POR LA MAÑANA)

Después de la oración del Angelus Domini, Juan Pablo II, antes de concluir la sexta Congregación General, el jueves 4 de octubre por la mañana, se ha dirigido a los Padres Sinodales con estas palabras:

Esta mañana he recibido en audiencia al Señor George Bush, ex Presidente de los Estados Unidos de América, padre del actual Presidente. He querido asegurarle que nuestra Asamblea vive profundamente esta tragedia que ha estremecido a toda la humanidad. El 11 de octubre será para todos nosotros el día de la oración. Desde aquí, también nosotros rezaremos por las víctimas y para la paz en el mundo.

[00148-04.04] [NNNNN] [Texto original: italiano]

SÉPTIMA CONGREGACIÓN GENERAL (JUEVES, 4 DE OCTUBRE DE 2001 - POR LA TARDE)

A las 17.00 horas de hoy, en presencia del Santo Padre, con la oración del Pro Felici Synodi Exitu, ha dado inicio la Séptima Congregación General, para la continuación de las intervenciones de los Padres Sinodales en el Aula sobre el tema sinodal El Obispo: Servidor del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo. Presidente Delegado de turno: S. Em. R. Card. Giovanni Battista RE, Prefecto de la Congregación para los Obispos.

En esta Congregación General, que se ha concluido a las 18.55 horas con la oración del Angelus Domini, estaban presentes 247 Padres.

INTERVENCIONES EN EL AULA (CONTINUACIÓN)

Han intervenido los siguientes Padres:

Damos a continuación los resúmenes de las intervenciones:

S. Em. R. Card. Alfonso LÓPEZ TRUJILLO, Presidente del Pontificio Consejo para la Familia (Curia Romana)

San Pablo escribe a Timoteo para fortalecerlo en la "buena-bella batalla" (1 Tim 6, 12) de la que él dio testimonio al ser derramado en libación. Dar testimonio de la verdad es esencial para el coraje de ser obispo, sobre todo en las causas más significativas y urgentes como son hoy el Evangelio de la familia y de la vida. Si es alarmante la proporción del desafío, es estimulante la capacidad de gozosa proclamación de esta causa central de la humanidad, la creciente dinámica de la defensa de la familia y de la humanidad, en donde se juega el futuro de la Iglesia. Fuera de lo que realizan las Diócesis, las Conferencias, las Parroquias y los movimientos, dentro de la Iglesia Católica, y en el diálogo con los pueblos, con ritmo creciente, se abren amplias esperanzas en el ámbito ecuménico como acabamos de experimentarlo en Rumania, en honda convergencia, en el Congreso Internacional sobre la Familia y la Vida en el Tercer Milenio, preparado por la Iglesia Ortodoxa de Rumania y la Iglesia Cató1ica, en colaboración con el Pontificio Consejo para la Familia. Algo semejante tuvo lugar en S. Petersburgo, hace un tiempo. Esta bella batalla que es a la vez dura y difícil, es un servicio a la humanidad en la verdad, universo de la libertad. Es un servicio de caridad, de ternura materna. Asegurar un modo digno de vivir, un estilo de vida, en la familia, sin falsas alternativas ¿no es preservar la dignidad, la libertad, en la dimensión de un Bien común universal? ¿Cómo hacer comprender, en la solidez de la comunión eclesial, pilar y fundamento de la verdad (1 Tim 3, 15), que lo que en nombre de Cristo se enseña, se orienta al bien de toda persona humana, que corre el riesgo de una dolorosa esclavitud en la que la misma humanidad mostraría un rostro inhumano?, corno el personaje de Kafka, que despertó con la sorpresa de haberse convertido en insecto. En esta bella batalla, urgida por el amor, ante tanta hostilidad, se configura un mundo como el que Dios quiere, a cuyo fiel servicio sin fisuras está llamado el obispo. Proseguimos en la preparación del "Léxicon" en orden a despejar las ambigüedades de un lenguaje hábilmente concertado que crea una táctica confusión semántica. Han colaborado numerosos especialistas para aclarar cerca de 75 voces o expresiones. Por último, junto con el Arzobispo de Manila, Cardenal Jaime Sin, invitamos a los pastores y sus delegaciones al IV Encuentro Mundial del Papa con las Familias, que se celebrará en enero del año 2003.

[00139-04.03] [in114] [Texto original: español]

S.E.R. Mons. Anthony Theodore LOBO, Obispo de Islamabad-Rawalpindi (Pakistan)

En muchos países hay serios problemas con la formación en los seminarios y, de consecuencia, con los sacerdotes. Tanto los sacerdotes diocesanos como religiosos, al igual que las mujeres religiosas, están abandonando sus vocaciones, incluso después de diez o quince años. Hay una tendencia a ser mediocre. Esto se demuestra en la falta de "sensus fidei" y "sensus ecclesiae", y en la falta de piedad y celo sacerdotal. Lo que falta es la profunda, creciente e íntima relación persona a persona con Cristo. Una causa de ello podría ser el abandono (si no la total exclusión) de la devoción popular en la vida de los seminaristas y, más tarde, sacerdotes.

Según Karl Rahner, necesitamos tanto la Espiritualidad Objetiva de la Biblia y la Liturgia como la Espiritualidad Subjetiva de la devoción popular. Ambas se complementan. Sin la dimensión subjetiva, no hay fundamento o base sobre la cual construir la vida litúrgica o vivir la Palabra de Dios. Irónicamente, el abandono de la dimensión subjetiva (devoción) lleva a menudo al abandono de la dimensión objetiva (breviario, sacramento de la penitencia).

Este vacío se llena de tres modos: primero, con el entretenimiento (películas, videos, TV vía cable, internet) que podrían haber sido controlados por un "sensus fidei". Segundo, por una falta de apreciación de la enseñanza oficial de la Iglesia (Magisterio), lo que indica un "sensus ecclesiae" débil. Tercero, una exasperación de la dimensión profética de la vida Cristiana, especialmente entre los religiosos y religiosas, abandonando las dimensiones sacerdotales y regias.

El resultado de los cursos y conferencias impartidos en los seminarios a estudiantes a los que les falta la dimensión subjetiva de la espiritualidad es que la totalidad del programa del seminario se reduce meramente a impartir información o vocabulario concerniente la Escritura, el Dogma, la Moral y el Derecho Canónico. Incluso la Espiritualidad es enseñada a través de conferencias. Lo que tristemente falta es la Interiorización e Integración de estos cursos en la vida de uno mismo.

Se presume erróneamente que la Información pasa de forma automática a ser acción. Talcott Parson, en su libro "Teoría Social y Acción Social" explica porqué no es así. Esto es debido a que toda la información siempre pasa a través del Sistema Cultural, del Sistema Social y del Sistema de Personalidad y sólo entonces emerge en acción. Por lo tanto, si el sistema cultural (consumismo, hedonismo y violencia) no es transformado, si el sistema social (de división en castas y clases, razas y religiones) no cambia y si el sistema de personalidad (debilidad, faltas, desánimo) no es corregido, no podemos esperar que el seminario nos dé buenos y santos sacerdotes. Al contrario, tendremos sacerdotes que son parte del problema, en vez de ser parte de la solución.

Por último, incluso si todo esto se consigue, se necesita sostener la buena formación adquirida y, para ello, tenemos que pensar seriamente en la vida comunitaria para los sacerdotes diocesanos. Jesús y sus apóstoles vivieron en comunidad. Ello les permitió mantenerse firmes contra la cultura sacerdotal corrupta que, desafortunadamente, prevalece en muchas parte. Quizás debamos unir las parroquias entre ellas.

Si el Sínodo lleva a cabo los cambios descritos más arriba, tendremos sacerdotes que son Heraldos de la Esperanza para el nuevo milenio.

[00107-04.02] [IN084] [Texto original: inglés]

Revdo. P. Antonio PERNIA, S.V.D., Superior General de la Sociedad del Verbo Divino.

Mi intervención hace referencia a los números 133 y 134 del Instrumentum Laboris, que tratan acerca de la "acción y cooperación misionera" con respecto al papel del obispo en la Iglesia. Según el IL: "La misma posición del obispo en la Iglesia y la misión que es llamado a desarrollar hacen de él el primer responsable de la perenne misión de llevar el Evangelio a cuantos aún no conocen a Cristo, redentor del hombre" (N. 133). Quisiera destacar solamente dos de las numerosas implicaciones de esta afirmación:

Ante todo, esta afirmación implica que el obispo está llamado a asumir no sólo el papel petrino de apaciguar el rebaño que ya está reunido, sino también la misión paulina de llegar a aquellos que aún no se unieron al rebaño y ofrecerlos a Cristo. Pedro y Pablo. El Pastor y el misionero. Estos dos aspectos constituyen parte integrante del papel del obispo en la Iglesia. En este contexto, la presencia de las congregaciones de vida consagrada en la diócesis puede constituir una gran ayuda para asegurar que se mantenga viva la dimensión misionera de la Iglesia local. Frecuentemente, de hecho, los carismas de la vida consagrada se traducen en práctica con mayor eficacia en las situaciones límites.

Es más bien lamentable notar que, según el experto de estadística David Barret, más del 90% de nuestros misioneros profesionales están principalmente al servicio de poblaciones cristianas, mientras menos del 10% trabaja al servicio de aquéllos que aún no han sido evangelizados o aún no han escuchado el Evangelio de Cristo. En efecto, en muchos lugares, la falta de sacerdotes está absorbiendo muchos religiosos y misioneros en el trabajo pastoral para la Iglesia local, alejados de las tareas específicamente misioneras. Será tarea del obispo discernir concretamente cuales son las necesidades que revisten mayor urgencia, si las pastorales o las misioneras. En todo caso, el sentimiento difundido en la Unión de los Superiores Generales fue el de dirigir un llamamiento a los consagrados y a las consagradas para que se les permita poner en práctica el proprio carisma en los confines de la Iglesia y a los márgenes de la sociedad.

En segundo lugar, hoy los "misiólogos" nos hablan de un cambio en la manera de entender la misión, es decir, del pasaje de una concepción geográfica o territorial a una concepción social o relativa a la situación. La Redemptoris missio hace referencia a esto en el punto 37, en el cual se habla de "mundos y fenómenos sociales nuevos". Hoy preferimos hablar de "situaciones misioneras" más que de "territorios de misión". Un particular desafío misionero, hoy es el carácter cada vez más multicultural del mundo. Días atrás, el Arzobispo Hamao, Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes, en su intervención, nos ha puesto en guardia sobre el fenómeno de la migración que caracteriza el mundo actual. Una consecuencia de la migración internacional es que los pueblos de las diversas culturas hoy, no sólo tienen contactos estrechos sino que, con frecuencia, deben vivir unos junto a otros. Numerosas ciudades del mundo están habitadas por grupos culturales muy diversos. Frecuentemente la diversidad cultural significa también diversidad de religión. La migración está cambiando el rostro de nuestras ciudades.

Nuestro mundo, cada vez más multicultural, desafía a la Iglesia a transformarse también ella en multicultural. Una Iglesia multicultural será considerada por los extraños y los extranjeros no sólo más tolerante, sino también más acogedora. Parte del trabajo misionero del obispo consistirá en promover una Iglesia multicultural, es decir una Iglesia que promueva el reconocimiento del prójimo, el respeto por la diversidad cultural y una sana interacción entre las culturas. Considera que también en este ámbito las congregaciones de vida consagrada tengan algo para ofrecer. No sólo se trata en su mayoría de congregaciones internacionales, sino que frecuentemente sus miembros poseen también un patrimonio de experiencia con respecto a lo que significa vivir una cultura distinta. Los hombres y las mujeres consagrados pueden ayudar a promover una auténtica Iglesia multicultural.

[00108-04.02] [IN085] [Texto original: inglés]

S.E.R. Mons. Raphael S. NDINGI MWANA'A NZEKI, Arzobispo de Nairobi (Kenia)

En esta breve presentación desearía abordar el tema del Episcopado como Servicio - Un testimonio para el mundo bajo el encabezamiento de Disponibilidad.

1. La disponibilidad cotidiana del obispo hacia Dios por medio de la oración, meditación y reflexión sobre el Evangelio ante el Santísimo Sacramento. Esta disponibilidad hacia Dios tiene que estar presente desde las primeras horas del día. Reflexionaremos sobre quiénes somos, qué somos. Cómo nos relacionamos con nuestro pueblo. Cómo nuestro Señor y Maestro Jesucristo se relaciona con el pueblo. Cómo desarrolló Él su misión (cf. Mc 3,7-11; Lc 4, 42). Nos encontramos con el Señor cara a cara. Le escuchamos. Le hablamos. Le presentamos nuestra visión en la llamada a servirle a Él y a su pueblo. Le confíamos nuestras necesidades, nuestras ansiedades, nuestros fracasos. Le confesamos nuestros pecados y Le pedimos su perdón. En este momento, nosotros le manifestamos nuestro ser nada y dejamos que nos llene con su misericordia, transformándonos en instrumentos efectivos para proclamar su "Buena Nueva". «Mi gracia te basta, que mi fuerza se realiza en la flaqueza» (2Cor 12, 9). Esta disponibilidad hacia Dios por medio de la oración y la meditación no puede ser reemplazada por otra cosa. Ni nada puede ser sustituido por ella. Nuestro contacto con Cristo en el Santísimo Sacramento nos da no sólo la fuerza espiritual y moral, sino también la fuerza física para llevar adelante nuestra misión, tal como Él hizo con aquellos que estaban allí antes de que nosotros llegáramos. «Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y por los siglos» (Hb 13,8).

2. La disponibilidad del Obispo hacia sí mismo.

Somos humanos, pobres y débiles y llevamos sobre nuestras espaldas una gran responsabilidad. Para servir bien a nuestro pueblo y para insuflar en ellos esperanza y darles coraje, necesitamos tiempo para descansar. Tiempo para estar con nosotros mismos. Tiempo durante el cual podamos relajarnos, recuperar nuestra energía perdida. Tiempo para ser nosotros mismos. Tiempo de vez en cuando para estar preparados y recoger el reto de nuestro ministerio y del servicio a nuestro pueblo - a todas las personas que se encuentran en nuestra Iglesia particular, pertenezcan o no a nuestra fe. Tiempo para trabajar para la gente y con la gente. Tiempo para hablar con nosotros mismos, y escucharnos. Tiempo para responder fielmente a las preguntas sobre nuestra vocación. El poder elegir qué hacer o dónde estar en este tiempo es tan importante que debemos buscar la inspiración del Señor y la guía del Espíritu Santo. Nuestro tiempo libre debe llevarnos hacia el Señor y su pueblo, para poder servirlos sin importar cuánto nos cueste. Este tiempo libre nos debe ayudar, también, a echar nuestras redes en las profundidades (cf. Jn 21,6).

3. La disponibilidad del Obispo hacia su pueblo

Nuestros seguidores, como también otros, quieren que estemos con ellos cuando nos necesiten. A veces se delega demasiado nuestra disponibilidad en nuestros colaboradores, con el pretexto de que estamos demasiado ocupados. Ocupados ¿haciendo qué? Primero viene el pueblo, luego la administración. ¿Quién está más ocupado que Su Santidad Juan Pablo II? Nadie. Su Santidad es un gran modelo para nosotros. A pesar de sus grandes responsabilidades, él ha estado, y sigue estando, disponible para toda la Iglesia, para toda la gente - Católicos, creyentes de otras religiones, no creyentes, ricos y pobres, gente sencilla y gente importante. Ha viajado a todos los continentes y, sin embargo, nadie en la Curia como Su Santidad está tan informado o al día sobre cuestiones y problemas de la Iglesia. ¡Bravo, Santo PadreLa disponibilidad de su Santidad hacia toda la Iglesia ha fortalecido la comunión de los obispos locales con el episcopado mundial y, de un modo muy especial, con el Obispo de Roma. Gracias a la disponibilidad de Su Santidad, es sorprendente ver cómo en un Iglesia africana local el Papa es verdaderamente un signo de la unidad de toda la Iglesia - un signo visible, "personal". Únicamente los teólogos más cínicos o menos realistas considerarían esto como algo meramente naïf o sentimental. El ministerio petrino tiene un significado real para las personas - un centro concreto y personalizado. La disponibilidad del Santo Padre hacia el pueblo africano durante sus visitas pastorales nos ha animado a darnos cuenta de quiénes somos y a aceptar con gran fe lo que el Papa Pablo VI nos dijo: «La enseñanza de Jesucristo y Su redención son, de hecho, el complemento, la renovación y la elevación a la perfección de todo lo que es bueno en la tradición humana. Y esta es la razón por la que el africano que se convierte al Cristianismo no se desconoce a sí mismo, sino que asume los valores tradicionales "en espíritu y verdad"».

[00110-04.03] [IN087] [Texto original: inglés]

S.E.R. Mons. Tomé MAKHWELIHA, S.C.I., Arzobispo de Nampula (Mozambique)

Las vocaciones y la pastoral vocacional han merecido una atención prioritaria en la vida de la Iglesia. De hecho, la Iglesia ha considerado y continúa considerando esencial la existencia del ministerio sacerdotal y también la de los ministros ordenados, así como también la de los fieles consagrados con los Consejos Evangélicos. La Iglesia reconoce que no puede echar raíces en medio de los hombres, cuando falta el ministerio sacerdotal o cuando éste es escaso. (cf. AG 16,19).

Estamos todos preocupados por la crisis de las vocaciones que se ha verificado en los últimos decenios. Somos conscientes de las preocupaciones crecientes de la Iglesia en los umbrales del Tercer Milenio. Los últimos Sumos Pontífices se han referido a esta crisis, desde Pío XII (Menti Nostrae, 1950), Juan XXIII (Alocución ante el Congreso Mundial de las Vocaciones, 1961) hasta el actual Pontífice.

La preocupación del Episcopado, hoy, es la de cómo mantener viva esta preocupación por las vocaciones y por la pastoral vocacional.

Se debe poner en práctica lo que ha recomendado el Vaticano II: "Es proprio de los Obispos el impulsar a su grey en el fomento de las vocaciones y procurar la estrecha unión de todos los esfuerzos y trabajos" (OT 2).

El punto de partida será siempre el que ha sugerido el mismo Concilio, es decir, el de involucrar en esta pastoral a todos los componentes del Pueblo de Dios: las comunidades cristianas, las parroquias, los obispos, los sacerdotes, los religiosos, las religiosas, los mismos candidatos.

Debemos tener presentes tres elementos fundamentales en la pastoral de las vocaciones:

La participación de toda la comunidad cristiana.

La creación de comisiones a todos los niveles: Diócesis, parroquia, comunidad cristiana.

Creación de Centros Vocacionales.

- en la sede obispal

- en las parroquias urbanas y rurales

- en las comunidades de campaña

Se trata de centros para el acompañamiento y la formación de los candidatos, antes de ser admitidos en el seminario o en las casas de formación de vida consagrada.

[00111-04.02] [IN088] [Texto original: italiano]

S.E.R. Mons. Tadeusz GOCŁOWSKI, Arzobispo de Gdansk (Polonia)

El radicalismo es una clave que permite seguir a Jesús auténticamente y concierne sobre todo a quienes salieron del Cenáculo después de Pentecostés, es decir, los obispos. El Pontífice, en su homilía, al inicio del sínodo, hablaba de la pobreza de los obispos. Para nosotros es una señal importante, es más, es un desafío.

Se dice que después del Concilio Vaticano II los obispos vendían los palacios, llevaban los báculos pastorales de madera. Era, sin duda, una manera de acercarse a los pobres. Sin embargo, parece que eso no es suficiente. Reclamar los derechos de los pobres sin politizar el problema, colaborar con las organizaciones gubernamentales y no gubernamentales por encima de las divisiones políticas -éste parece ser el camino justo que debe tomar la Iglesia para afrontar el problema de la pobreza del mundo. No basta "vestirse de pobre" sino que es preciso amar la pobreza como Cristo.

La Imagen Viviente no atañe sólo a la pobreza. Jesucristo indica además, como el modelo que se debe seguir, la sencillez y la humildad, tan importantes en la vida del obispo. El obispo debe ser padre, hermano y amigo. No puede ser un "gurú", sino que debe ser, en términos actuales, un líder espiritual, un líder que guía la sociedad de los cristianos. El obispo debe ser autoridad espiritual para los hermanos. Él es el líder en el campo de su misión.

En este contexto, habría que considerar el peligro de la actual mentalidad democrática que quiere entrar en el ámbito de la Iglesia. En algunos lugares se puede observar al pueblo de Dios que quiere elegir a los obispos o bien decidir, según su proprio criterio, cuál debería ser la enseñanza de la Iglesia. En este momento conviene recordar la afirmación de San Agustín: "Con vosotros soy un cristiano, para vosotros soy un obispo". ¡La Iglesia pertenece a Cristo, y el poder en la Iglesia viene de Cristo, no del hombre!.

El fenómeno que preocupa en la actualidad, es decir, el decreciente número de valientes y auténticos cristianos y sacerdotes, exige de nosotros una vuelta al radicalismo, no sólo interno sino también externo, legible para todos.

[00112-04.03] [IN089] [Texto original: italiano]

S.E.R. Mons. Jozéf Mirosław ŻYCIŃSKI, Arzobispo de Lublín (Polonia).

En medio de procesos sociales y culturales radicalmente nuevos, el obispo, unido a Cristo y "abierto con realismo a este mundo" (IL, 12), ha sido el maestro de la esperanza cristiana. Para nuestra generación, la cosecha de Cristo se ha convertido en una única aldea global. Los nuevos retos que ha traído la actual revolución cultural requieren nuestra respuesta pastoral. Es nuestro deber llevar el optimismo cristiano a las personas que sufren de frustración y desesperación. Sus dramas son los dramas de la Iglesia que comparte la alegría y el dolor del pueblo de Dios. Lo que sigue siendo el principal desafío en el proceso de globalización es la falsa antropología que contienen las transformaciones culturales. En este último siglo, diversas formas de falsa antropología han tenido como resultado dos sistemas totalitarios. Ahora, en un enfoque pragmático-comercial, se intenta transformar la comunidad humana en sociedad de consumo. Con este enfoque, incluso los valores espirituales son reemplazados por sus equivalentes comerciales, ofrecidos por la ideología de la New Age.

Los procesos globales, reforzados por políticas publicitarias sofisticadas, crean una serie de necesidades artificiales y constituyen la nueva jerarquía de valores. Es más fácil manipular a la gente si centra su atención en estas necesidades falsas, a menudo presentadas como signos de libertad y progreso. En la creación de esta nueva mentalidad tienen un papel básico los medios de comunicación social. Desde su perspectiva, lo que es importante tiene que ser espectacular. Si una versión contemporánea del "Evangelio según los Medios de Comunicación Social" reemplazara al Evangelio de la tradición cristiana, probablemente los momentos espectaculares del Domingo de Ramos serían presentados como un evento central, mientras que la oración solitaria de Jesús en la oscuridad de Getsemaní pasaría inobservada.

Frente al reto del "nuevo y llamativo desorden mundial", los obispos debemos buscar nuevos medios para introducir en nuestra aldea global los valores humanos universales. Además es nuestro menester defender tanto los valores humanos universales como la "dignidad de la persona, que se manifiesta en toda su plenitud en el misterio del Verbo encarnado" (Juan Pablo II, CA 47). Es nuestro deber llevar a este mundo globalizado el testimonio de los valores invisibles del Reino del Padre: valores como la solidaridad y la santidad, la reconciliación y el perdón, la libertad y la verdad. En el mundo global, lo que necesitamos son valores universales, a fin de evitar esa mentalidad provinciana que nos lleva a ignorar el gran patrimonio cultural, fundamental tanto desde el punto de vista de la tradición humana como desde la perspectiva del legado cristiano. Tras el último ataque terrorista, el papel básico de estos valores ha sido reconocido a escala universal, manifestándose en una especial expresión de solidaridad humana. Lamentablemente, la práctica cotidiana saca nuevamente a la luz situaciones en las que la ley de la oferta y la demanda se ha vuelto más importante que los valores universales. En nuestra sociedad pluralista, esta falta concreta de valores humanos universales se puede considerar como el síntoma de una crisis del humanismo contemporáneo. Los seguidores del llamado modelo antropológico del homo sovieticus afirmaban que tanto los principios éticos como los vitales, en la Unión Soviética, eran tan específicos que era imposible encajar en ellos ningún standard reconocido por la tradición cristiana.

A fin de llevar nueva esperanza a los que viven en la desesperación, es nuestra tarea ayudarles a descubrir la belleza de los valores universales que irradian del Discurso de la Montaña de Cristo. En el amanecer de una nueva época de la historia humana, María, la Madre de Cristo, ha expresado su optimismo en el Magnificat, proclamando el misterio de la salvación escondido en la paradoja de la historia humana. En el umbral del tercer milenio, lo que intentamos es seguir su ejemplo, predicando los valores universales del Reino de Dios en nuestra aldea global.

[00113-04.04] [IN090] [Texto original: inglés]

S.E.R. Mons. Leonardo LEGASPI, O.P., Arzobispo de Cáceres (Pilipinas)

Después de los recientes ataques terroristas en América se convirtieron en ruinas no sólo los edificios y las vidas inocentes, sino también las esperanzas y los sueños de los hombres y mujeres de hoy por un mundo pacífico y ordenado.

Después del 11 de septiembre de 2001 el mundo se enfrenta a un futuro amenazador, con su riesgo de caos e inseguridades aún mayores. Las fórmulas políticas, económicas y tecnológicas para un futuro mejor han llegado a un punto muerto, dejando detrás de sí un agujero negro de desesperación. Una vez más, toda la creación gime por los dolores del parto.

En este paisaje de desesperación, esta X Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos se abre trayendo un mensaje, es decir, que la esperanza del mundo en estos tiempos de calamidad es el Obispo en calidad de servidor del Evangelio de Jesucristo.

¿Querrá el mundo escuchar y creer que esto es verdad?

También los obispos nos preguntamos qué quiere Dios que hagamos en este Sínodo, cuya inesperada "re-programación" se hace providencial en este momento crucial de la historia humana. Por lo tanto, el mundo espera nuestro mensaje, nuestro testimonio, nuestro manifestar que realmente nosotros poseemos de manera creíble y auténtica la fórmula de la esperanza.

Existen dos sectores de la humanidad que necesitan, de especial manera, la esperanza que podemos ofrecer - los pobres y los jóvenes -. Los pobres, porque la miseria constante les lleva a la desesperación. Los jóvenes, porque la cultura moderna los ha explotado y vaciado de toda esperanza.

Lo que los pobres y los jóvenes esperan de nosotros no son tópicos, sino "el testimonio de la acción", como destaca nuestro Instrumentum laboris, porque la esperanza nace cuando es vivida. Debemos brindar una esperanza viva y de testimonio, y no sólo como obispos de diócesis individuales, sino también como colegio aquí reunido, a fin de que el mundo vea a la Iglesia universal como la depositaria del mensaje y del poder de renovar y salvar al mundo.

¿Qué testimonio de esperanza viva podemos ofrecer? Para los pobres, cuya desesperación nace de su sometimiento a un sistema económico injusto, la esperanza que ofrecemos debería abarcar medios concretos para promover la justicia y efectuar una redistribución más equitativa de los recursos mundiales. Para los jóvenes, cuya desesperación brota de la pérdida de significado y objetivos en la vida, tenemos que brindar la visión de una Iglesia valerosa, vibrante comunidad de esperanza, en cuya vida y obras los jóvenes pueden participar como coartífices de una nueva humanidad, centrada en Cristo.

Tanto los pobres como los jóvenes tienen que ver claramente a la Iglesia como el sacramento de esperanza en el mundo, cuyo mensaje es creíble porque los servidores del Evangelio de Jesucristo, los obispos, viven las bienaventuranzas en sus propias vidas.

[00115-04.03] [IN092] [Texto original: inglés]

S.E.R. Mons. Ramón Ovidio PÉREZ MORALES, Arzobispo de Los Teques (Venezuela)

Los laicos "numéricamente constituyen la mayor parte" de la comunidad eclesial. La renovación eclesial y eclesiológica reinterpretó al laico corno sujeto activo, participativo dentro del Pueblo profético, sacerdotal y regio. Ese rasgo mayoritario nos interpela a un mayor reconocimiento, aprecio, formación y animación de los laicos, con miras a una presencia más consciente, real y efectiva de estos, en la Iglesia y en el mundo. La (nueva) evangelización se ve enriquecida e impulsada actualmente con los ministerios conferidos a laicos, hombres y mujeres. Esta colaboración de los laicos con el ministerio ordenado, junto a otras variadas formas de cooperaci6n ad intra de la comunidad eclesial (servicios, Consejos, etc.), no pueden, con todo, diluir o dejar en el olvido lo que es especifico del laico: su índole secular. La promoci6n del laico, en cuanto tal, va, por tanto, en la línea de lo que le es propio (lo secular) y no de lo que le viene por delegación (ministerios que le son concedidos), aunque esto sea de altísimo valor. La Evangelii nuntiandi enseña con nitidez que la evangelización busca alcanzar no sólo a la persona, sino también a su entorno cultural. La "nueva evangelización" y , consiguientemente, la evangelizaci6n de la cultura, compromete a todo el Pueblo de Dios, aunque no del mismo modo a todos sus miembros y sectores. Al laico, inserto en una familia y en la entraña misma de lo secular, le corresponde hacer del evangelio, savia y fermento de la economía, la política y la cultura. El laico no requiere, pues, "delegación" para su labor evangelizadora de la cultura. Necesita, sí, un obispo que le acompañe con una espiritualidad adecuada, le respete y comprenda en sus decisiones, le anime y reconforte en sus compromisos, le ayude y oriente en su formación.

[00116-04.03] [in093] [Texto original: español]

S.E.R. Mons. Mario DE GASPERÍN GASPERÍN, Obispo de Querétaro (Mèxico)

1) La misión divina de apacentar a su pueblo confiada por Cristo a los Apóstoles se continua en los Obispos, sus legítimos sucesores; por eso "quien a ellos escucha, escucha a Cristo, y quien a ellos desprecia, desprecia a Cristo y a quien le envió (Cf. Lc. 10,16)" (LG, 20), "pues es principio sagrado que rigiendo bien la propia Iglesia como porción de la Iglesia universal, contribuyen eficazmente al bien de todo el Cuerpo místico, que es también el cuerpo de las Iglesias" (LG, 23).

2) Es, por tanto, interés no sólo del Romano Pontífice sino de todos los Obispos, el que cada Obispo disponga de todos los medios jurídicos y pastorales para cumplir su misión. La III Conferencia del Episcopado Latinoamericano señaló la "la pastoral planificada como la respuesta específica, consciente e intencional a las necesidades de la evangelizaci6n" (DP, 1307). Por eso son muchas las diócesis que cuentan con su plan de pastoral corno expresión de "aquella caridad y unidad del Cuerpo místico, sin la cual no puede haber salvación" (LG, 26).

3) En el carisma de gobierno del Pastor diocesano ejercido mediante el plan de pastoral, deben confluir, cada uno a su modo pero de manera verdadera y eficaz, todos los dones y carismas según la eclesiología de comunión abierta a la misión" (Cf NMI, 43).

4) El Obispo debe contar con la comprensión y colaboración de los movimientos, congregaciones y órdenes religiosas eliminando las pastorales paralelas y las que sencillamente ignoran el plan de pastoral. Es necesario que este Sínodo haga al Santo Padre propuestas viables y operativas para ayudar a corregir esta situación.

[00117-04.04] [in094] [Texto original: español]

S. Em. R. Card. Geraldo MAJELLA AGNELO, Arzobispo de São Salvador de Bahia (Brasil)

Tres son los aspectos del carisma episcopal que quiero destacar en esta breve intervención: el obispo y el misterio, el obispo y su ministerio, el obispo y su carisma espiritual.

1) El obispo y el misterio

El obispo es un hombre que ha estado en contacto con el arcano en el monte Oreb, como Moisés, y en el monte Tabor, como los apóstoles Pedro, Juan y Santiago. El misterio es algo inefable, algo que no se puede contar, pero que sí se vive profundamente dentro de uno mismo. Quien vive el misterio se vuelve creíble. Cuando Moisés bajó del Oreb, trajo con sigo no sólo las tablas de la ley, sino también la vivencia del encuentro con Dios. La Carta a los Hebreos afirma que él "se mantuvo firme como si viera al invisible" (Hb, 11,27). Los contemplativos rezan a escondidas, pero no pueden ocultar la experiencia de su encuentro con Dios.

El obispo y su ministerio

El triple munus (sacerdote, rey y profeta) que caracteriza la realidad ontológica de todos los cristianos, no siempre ha sido vivido de forma armónica por los obispos. Sin culpas personales, sino por la circunstancias. La historia nos recuerda que durante demasiado tiempo el obispo ha sido considerado como el Pontifex, que presidía la liturgia con una coreografía tan aparatosa que le hacía aún más importante que el Señor mismo, y como el Rex, hombre de mando al que se debía ciega obediencia. Qué difícil (¿o imposible?) estar en comunión con el Rex y sentirse sus colaboradores y responsables por el Reino de Dios.

El carisma espiritual del obispo

Prescindiendo de la belleza de todo el magisterio, tan rico en lo que se refiere a la función del obispo, podemos resumir la esencia del carisma episcopal recordando las palabras de Jesús: "Pastores dabo vobis" (Ger 3,15). En el corazón y en los labios de Jesús, la palabra pastor quiere decir pater. La paternitas ocupaba la mente de Jesús, que en la lógica del Reino mesiánico se consideraba también el esposo. "No os dejaré huérfanos" (Jn, 14,18). Los apóstoles han entendido que el ministerio del anuncio tenía que desarrollarse en un clima de paternidad - filiación De ello ha dado testimonio toda la tradición neotestamentaria y patrística. Las cartas pastorales documentan la preocupación por enseñar que, si la Iglesia es Sponsa-Mater, el Obispo es Sponsus-Pater.

Se pueden hacer dos observaciones más: no hay cursos de formación para preparar a los futuros obispos. Las cualidades personales e intelectuales no son garantía de idoneidad para asumir la guía de un rebaño. El episcopado es una gracia que tiene que ser vivida de forma pastoral; no se puede otorgar como un premio o como un aval para una función política.

[00118-04.02] [ino95] [Texto original: italiano]

S.B. Grégoire III LAHAM, B.S., Patriarca de Antioquía de los Greco-Melquitas (Siria)

No es correcto incluir el Sínodo Patriarcal entre las Conferencias Episcopales. Se trata, en efecto, de un organismo completamente diferente. El Sínodo Patriarcal es la instancia suprema de la Iglesia oriental. Puede elegir los obispos y los Patriarcas, resolver las discrepancias.

En el n. 75 se habla del "honor particular" dispensado al Patriarca. Yo querría subrayar que hablar en los documentos eclesiásticos del honor y de los privilegios de los Patriarcas significa disminuir el papel tradicional del Patriarca.

No se trata de honor, privilegios o concesiones. La institución patriarcal es una entidad específica única de la eclesiología oriental.

Con todo el respeto hacia el ministerio petrino, el ministerio patriarcal es el equivalente, "servatis servandis", de la eclesiología oriental.

Mientras la eclesiología romana no tome esto en consideración, no habrá progresos en el diálogo ecuménico.

Además, el ministerio patriarcal no es una creación romana, no es el fruto de privilegios, otorgados o concedidos por Roma.

Una concepción semejante sólo puede arruinar cualquier entendimiento posible con la Ortodoxia.

Nosotros lo reivindicamos también para nuestra Iglesia Patriarcal Melquita y para todas nuestras Iglesias orientales católicas.

Se ha esperado demasiado tiempo para aplicar los decretos del Concilio Vaticano II y las Encíclicas y Cartas de los Papas, especialmente las de Juan Pablo II.

Ello hacer perder cualquier credibilidad en la buena voluntad por parte de la Iglesia de Roma en el diálogo ecuménico.

Se ha producido precisamente todo lo contrario: ¡las CCEO han ratificado usos absolutamente contrarios a la tradición y a la eclesiología orientales!

[00119-04.03] [in096] [Texto original: francés]

S.E.R. Mons. Stefan SOROKA, Arzobispo de Filadelfia de los Ucranianos (Estados Unidos de América)

La Liturgia Bizantina de San Juan Crisóstomo define repetidamente a Jesucristo como "el amante del género humano". El obispo, que está en el lugar de Jesucristo entre el clero y los fieles, está llamado a ser el "amante" de aquellos de quien es Pastor. La expresión de ese amor genera esperanza. La tradición oriental atribuye una gran trascendencia al Espíritu Santo como poderoso agente de unidad. La promoción del ecumenismo en la Iglesia local es una responsabilidad del obispo, llena de esperanza. Valorando y preservando su antiguas tradiciones, y promocionando el valor del antiguo patrimonio que compartimos con las Iglesias del Este, nuestras hermanas, las Iglesias Católicas Orientales brindan un testimonio tangible de la diversidad legítima que puede y debe existir en la comunión cristiana. Los textos de los Padres del Este animan al clero y a los fieles a que se comprometan de forma activa en el proceso de elección del obispo. Hay que intentar saber cuáles son las necesidades de la diócesis y qué tipo de guía necesita, como servicio deseado por el clero y por los fieles. En lo que se refiere al obispo emérito, San Juan Crisóstomo exhorta a los obispos para que consideren el retiro como la obtención de una corona, el equivalente de su propia consagración al oficio. La posibilidad de participar plenamente en la vida eclesial debería garantizar que no se obstaculizaran las acciones del Espíritu Santo para la renovación de la Iglesia que todos amamos y respetamos.

[00120-04.02] [ino97] [Texto original: inglés]

AVISOS

BRIEFING PARA LOS GRUPOS LINGÜÍSTICOS

El cuarto briefing para los grupos lingüísticos tendrá lugar mañana, viernes 5 de octubre de 2001, a las 13:10 horas, al término de la Octava Congregación General de la mañana (en los lugares de los briefing y con los Responsables de Prensa indicados en el Boletín N. 2).

Se recuerda que los operadores audiovisuales (cámaras y técnicos) tienen que dirigirse al Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales para el permiso de acceso (muy restringido).

POOL PARA EL AULA DEL SÍNODO

El quinto "pool" para el Aula del Sínodo será formado para la oración de apertura de la Décima Congregación General del sábado, 6 de octubre de 2001, por la mañana.

En la Oficina de Información y Acreditación de la Oficina de Prensa de la Santa Sede (entrando a la derecha) están a disposición de los redactores las listas de inscripción al pool.

Se recuerda que los operadores audiovisuales (cámaras y técnicos) y fotógrafos tienen que dirigirse al Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales para la participación en el pool para el Aula del Sínodo.

Se ruega a los participantes al pool que estén a las 8:30 horas en el Sector de Prensa montado en el exterior, frente a la entrada del Aula Pablo VI del Sínodo, acompañados por un oficial de la Oficina de Prensa de la Santa Sede y del Pontificio Consejo de las Comunicaciones Sociales.

 

 
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