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 RECOMENDACIONES PASTORALES
DE LA REUNIÓN PLENARIA DE LA COMISIÓN PONTIFICIA
PARA AMÉRICA LATINA (18-21 DE ENERO DE 2005)

 

 

Introducción

Jesucristo, nuestro Señor, en la última Cena, antes de padecer instituyó el sacrificio eucarístico y el sacerdocio ministerial. Al decir "haced esto en memoria mía" (Lc 22, 19), ordenó que el sacrificio eucarístico fuera celebrado hasta su venida al final de los tiempos.

La participación en la misa dominical es distintivo característico del cristiano y una exigencia para alimentar la propia fe y para dar fuerza al testimonio cristiano. Sin la misa del domingo y de los demás días festivos, faltaría el corazón mismo de la vida cristiana.

Cuando el domingo pierde su significado fundamental de "día del Señor" y se transforma en un simple fin de semana (weekend), es decir un día de pura evasión y diversión, queda el cristiano prisionero de un horizonte terreno tan estrecho que no deja siquiera ver el cielo (cf. Dies Domini, 4). La participación en la misa dominical es siempre fundamental para vivir la existencia cristiana, y eso vale de modo especial ante los grandes desafíos de hoy.

La Eucaristía dominical es también el manantial del vigor misionero, que se fortalece en el encuentro frecuente con Jesús. Es fuente y cumbre de la vida cristiana. América Latina necesita un nuevo impulso misionero, que lleve al creyente al encuentro con Jesucristo vivo, camino de conversión, comunión y solidaridad, conforme a la gran orientación que nos dejó el Santo Padre en la exhortación apostólica Ecclesia in America. Por ello, la Pontificia Comisión para América Latina, después de estudiar cómo las Iglesias particulares de los países latinoamericanos celebran y viven el domingo, hace las siguientes recomendaciones pastorales, que presenta a los obispos diocesanos, a las Conferencias episcopales de América Latina y del Caribe, a los sacerdotes, diáconos y agentes de pastoral, para que, con renovado vigor, animen la nueva evangelización, a la que el Papa ha llamado a todos los fieles.

Recomendaciones

Es necesario reafirmar la centralidad del "día del Señor" y de la Eucaristía dominical en las distintas comunidades de la diócesis, entre las que destacan las parroquias (cf. Sacrosanctum Concilium, 42).

En el misterio de la Eucaristía se refleja la estructura trinitaria de la economía de la salvación:  de ahí que es necesario enfatizar su dimensión pneumatológica y su articulación con el misterio de la Iglesia.

También es necesario insistir en la dimensión sacrificial de la celebración eucarística:  ofrenda total, libre, gratuita y amorosa de Jesús al Padre en la cruz, por nosotros y por nuestra salvación.
El reino de Dios, cuyo germen es la Iglesia, fue el núcleo de la predicación de Jesús, por eso es necesario relacionarlo con la Eucaristía, centro vital y dinámico de ese reino.

La comunidad parroquial es un lugar privilegiado para expresar la comunión eclesial, especialmente cuando se celebra la misa dominical. Es importante recordar  que  toda Eucaristía se celebra siempre en comunión con el obispo diocesano y con el Romano Pontífice (cf. Sacrosanctum Concilium, 42; Christus Dominus, 30; Ecclesia de Eucharistia, 39).

El lugar donde se celebra la Eucaristía, que normalmente es el templo, debe ser digno y adecuado, con suficiente comodidad para los fieles.

Insistir en la dignidad y en el carácter sagrado de las celebraciones, cuidando siempre que se utilicen ornamentos dignos, procurando la presencia de monaguillos y que la música, aun con acompañamientos y ritmos moderados típicos, sea litúrgica y bella, con cantos apropiados para cada momento de la celebración y con letras debidamente aprobadas, de buen contenido teológico y belleza literaria.

La Eucaristía debe ser celebrada con la mayor dignidad posible, aun en los lugares más pobres, como son las prisiones, asilos de ancianos, hospitales y otros donde más se sufre.

Estudiar, siempre bajo la autoridad del obispo y de la Santa Sede, la conveniente adaptación de las celebraciones eucarísticas, como las misas con niños, jóvenes y personas de capacidades diferentes, sin que sean siempre separados de la comunidad parroquial.

Poner especial atención en la acogida de los fieles:  esta debe ser cordial, para que la comunidad se sienta fraternalmente unida. Se sugiere reflexionar acerca de la posibilidad de implementar un servicio de acogida.

Debe fomentarse entre los fieles una participación activa en la sagrada Eucaristía.

El sacerdote y los fieles necesitan profundizar e interiorizar aún más la riqueza y el sentido de la misa dominical como momento central del "día del Señor" en el que la comunidad cristiana, presidida por el sacerdote, celebra su fe con ánimo fraterno y solidario, así como recalcar el carácter obligatorio de la participación en la misa dominical.

Motivar a los sacerdotes para que celebren la Eucaristía con reverencia cada vez mayor, y para que en sus posturas y gestos, así como en el modo de pronunciar los textos y oraciones, busquen reflejar la grandeza y el valor del misterio que se realiza.

Motivar a los sacerdotes para que no omitan el tiempo de preparación antes de celebrar la santa Eucaristía, y para que puedan disponer adecuadamente su espíritu a la acción sagrada que van a realizar.

Que el sacerdote o diácono que dice la homilía, con una conveniente preparación remota y próxima, procure ser hombre de oración y dé testimonio de aquello que predica.

Es conveniente dar importancia a la calidad de la homilía, y motivar el recurso a sus principales fuentes:  la sagrada Escritura, la Tradición de la Iglesia y el Magisterio, sin descuidar al mismo tiempo la aplicación pastoral a la situación concreta de la comunidad.

Incluir en la oración universal de la misa y en la adoración al santísimo Sacramento oraciones por las vocaciones sacerdotales, a fin de que no falten ministros para el servicio espiritual del pueblo de Dios, y especialmente para la celebración de la santísima Eucaristía en las diversas comunidades.

Cuidar de forma especial la preparación y formación de las personas que colaboran en los diversos servicios litúrgicos, como por ejemplo:  acólitos, lectores, ministros de la distribución de la sagrada comunión, encargados de presidir las "celebraciones dominicales en espera de sacerdote", guías, cantores, sacristanes, etc.

Difundir la lectio divina como medio para la preparación remota a la celebración eucarística y para la formación de los fieles.

Es imprescindible dar una catequesis viva y completa sobre el valor y la naturaleza de la santa misa, apoyándose especialmente en la encíclica Ecclesia de Eucharistia. Para ello, puede ser muy útil valerse del esquema ternario de la aclamación:  "Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡ven Señor Jesús!".

Renovar la catequesis de la iniciación cristiana de tal modo que se vea más claramente el vínculo entre los tres sacramentos:  bautismo, confirmación y Eucaristía.

Es preciso motivar la participación frecuente en el sacramento de la reconciliación, así como recordar los casos en que constituye un requisito necesario para poder recibir la Eucaristía.

Acoger con especial solicitud pastoral a las personas impedidas de participar en la comunión eucarística (uniones irregulares) invitándolas a la oración, a leer y escuchar la palabra de Dios y a ejercitar la penitencia y la caridad.

Incrementar la catequesis sobre la Eucaristía en la familia, con los niños, los jóvenes y especialmente con los adultos.

Promover con decisión la participación de la familia:  padre, madre e hijos en la celebración eucarística dominical, para hacer más significativa la presencia del núcleo familiar.

Fomentar las distintas formas de piedad eucarística como:  la procesión del Corpus Christi y las otras procesiones eucarísticas; la adoración al santísimo Sacramento, en particular la práctica de la adoración nocturna, cada vez más difundida; las Vísperas con la bendición del Santísimo; las visitas al Santísimo; las Cuarenta Horas, etc... Todas ellas aumentan el fervor eucarístico y favorecen la asistencia a la misa dominical.

Es necesario valorar la práctica de tantos fieles que asisten a las grandes fiestas y peregrinaciones, y procurar que la sagrada Eucaristía ocupe en ellas un lugar central, así como aprovechar dichas ocasiones para fomentar una mayor y más viva participación en las misas dominicales.

Preparar muy bien las misas televisadas y las transmitidas por radio para aquellos que están impedidos o no están obligados al precepto. Para ello se necesita conocimiento y preparación técnica.

Ayudar a tomar conciencia de la gracia y la fuerza misionera que tiene la Eucaristía dominical, a fin de que la participación en ella dé un fuerte impulso al compromiso y a la misión de los cristianos.

Incentivar a los miembros de los movimientos y asociaciones eclesiales a participar en la misa dominical en la parroquia.

Que en los trabajos de preparación de la V Conferencia general del Episcopado latinoamericano se dé un énfasis especial al "día del Señor" y a la participación en la misa dominical como primer compromiso y testimonio del discípulo de Jesucristo.

Que el Celam ofrezca subsidios catequísticos que sirvan para una mejor comprensión y vivencia de cada momento y de cada signo de la celebración eucarística.

Recomendar que en las celebraciones dominicales en ausencia del sacerdote se usen algunos signos que indiquen a los fieles que dichas celebraciones no sustituyen la celebración eucarística. Se aconseja que sean llamadas "celebración en espera del sacerdote".

Ciudad del Vaticano, 21 de enero de 2005

 

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