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MISCELLANEA


 

Seminar on Soldiers facing the Challenges of a Culture of Peace

Visita ad limina de los Obispos de Chile

Simposio La Sapienza come fonte dellÂ’unità europea

 


 

 

 

MILITARY CHAPLAINS AND SENIOR RANKS DISCUSS ETHICS

 

The Austrian Military OrdinariatÂ’s Institut für Religion und Frieden hosted a seminar in Vienna on the 9th and 10th of October 2002. The theme of the seminar was The ethical profile of soldiers facing the Challenges of a Culture of Peace, and this was attended by clergy from the military ordinariats of Austria, Bosnia-Herzegovina, the Czech Republic, Hungary, Lithuania, Switzerland and Ukraine, as well as the director of the Institut für Theologie und Frieden in Hamburg (Germany). Father Peter Fleetwood, of the Pontifical Council for Culture, gave the main address at the morning session of the seminar, held at the central military chaplaincy in Vienna. He spoke on the theme “Angels with Camouflaged Faces”. The title is adapted from a famous American film made in the United States of America in 1938, one that typifies the American dream that inauspicious beginnings in life do not necessarily condemn us to a life of poverty, insignificance or failure. The faces that people associate with soldiers do not easily correspond with the developing ideal of the contemporary European soldier as a miles protector, presented by their governments and armed forces as agents of peace, protectors of threatened minorities and so on. The initial question – “Is the man or woman whose face is smeared with camouflage material a devil or an angel?” – gives way to another, far more important one: “What so soldiers see in other peopleÂ’s faces, if indeed they see those faces in the first place?”

The face of another human being can be presented to us in many ways. The tradition typified by Hobbes, Machiavelli, Hegel and Sartre portrays the face of the other as one that threatens. An alternative view, distilled in a very impressive way in the thought of the Lithuanian philosopher Emmanuel Levinas, is that of the other whose face beckons us. For Levinas, “ethics begins before the exteriority of the other, which engages my responsibility by its human expression…. An ethics that is not a servitude, but the service of God through responsibility for the neighbour, in which I am irreplaceable”. The face can also be one that reveals. A tragic corroboration of this is found in the perceived need to train military personnel not to view the people they engage in combat as human beings, in a sense deliberately to close their eyes to what they might see in other human faces. “From a Christian point of view, the other is not God, but a gateway to the Mystery of God, because each face itself invites us to respect the mysteriousness of every person”.

The talk sparked off some serious questions, above all on the dilemma – faced by high-ranking military officers – of the contradiction between the need to conduct war efficiently and the Holy Father’s injunction to subordinate everything to the good of the human person. The idea put forward in the talk, that swift technical reactions in well trained soldiers should be paralleled by semi-instinctive ethical reactions, seemed to be part of the approach of the generals asking deep moral questions afterwards.

The seminar also involved visits to the Austrian International Peace Support Command at Götzendorf, where participants enjoyed an excellent presentation of the CentreÂ’s work, and to the officer training academy at Wiener Neustadt. Despite being a very short event, the seminar, organised by Monsignor Werner Freistetter and his staff from the Institut für Religion und Frieden, was a rare occasion for military chaplains from such different backgrounds to meet. Yet again, the problems faced in Church communities in countries that were formerly part of the Soviet Union were very clear, and this convinced participants that further meetings of this kind would be very welcome.

 

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VISITA AD LIMINA DE LOS OBISPOS DE CHILE

17 de octubre de 2002

 

En esta Visita estuvieron presentes 18 Obispos, presididos por Mons. Renato Hasche Sánchez. Éste, introdujo el coloquio preguntándose si Chile sigue siendo un país católico. Para dar respuesta a la pregunta planteada, trazó un recorrido histórico de la evangelización de Chile y de las dificultades encontradas.

Tal historia se puede recapitular en los siguientes momentos:

 

1541-1767: Llegada a Chile de las órdenes religiosas. Etapa de consolidación religiosa, que comienza con las disposiciones del Rey Felipe II. En 1767 tiene lugar la expulsión de los Jesuitas, que habían desarrollado programas innovadores de catequesis con los indígenas, y de inculturación de la fe.

1767-1818: Difusión de las ideas libertarias que conducirán a la emancipación, con fuerte influjo del pensamiento francés e inglés. Con la Independencia, Chile pasa a ser una república democrático. Es una etapa de fuerte inmigración vasca y por primera vez se propone al Papa de hacer un concilio ecuménico.

1818-1833: Ruptura con la Santa Sede. Conflictos por el establecimientos de los límites fronterizos de Chile, sobre todo con Perú. Consolidación del modelo laicista. La Universidad se convierte en el centro fundamental del desarrollo del pensamiento. La Facultad de Teología, dentro de la misma Universidad, apenas puede contrarrestar el anticlericalismo.

1885: Promulgación de diversas leyes laicas: creación de los cementerios civiles y establecimiento del matrimonio civil. Nueva ruptura con la Santa Sede.

1891: Abolición del derecho histórico del Patronato de nombrar los Obispos.

1894: Regreso de los Jesuitas.

1930: Resurgir católico, compromiso de los católicos en la acción social, sindicatos, escuelas.

1968: Período de crisis y revueltas juveniles. Consolidación del marxismo militante. Debilidad de la Democracia Cristiana y crisis de autoridad. Auge de la cultura folclórica, instrumentalizada por el marxismo. Todo ello termina con el golpe militar de 1973.

 

Es indudable que hay corrientes poderosas que trabajan por una profunda transformación cultural del País, que pasa por un arrinconamiento progresivo de la Iglesia. Prueba de ello son los debates acerca de la ley de divorcio y del aborto. Ante esta situación ¿es posible implantar una cultura cristiana? La situación actual en la Iglesia consiste en una minoría católica incisiva, activa y militante, que tiene que arrastrar una mayoría tibia, mediocre y expuesta al zarandeo de todo viento de doctrina. La Iglesia, sin embargo, no puede renunciar a su vocación, que es evangelizar. No contentarnos con un cristianismo de tipo sociológico, sin renunciar a nuestro actuar social.

Hay una gran influencia internacional que se presenta de dos modos. Por un lado la Post-modernidad y de otro la Globalización. Estas dos realidades ponen en crisis la verdad. Cada uno tiene su propia verdad. La Iglesia no puede renunciar a tener la verdad, que es el Evangelio. Esto no sólo por fidelidad a Dios, también por fidelidad al mismo hombre. El Evangelio está por encima de toda cultura. Sólo se puede respetar la cultura que respete al hombre. El hombre pleno es Cristo y toda cultura debe hacer plenamente humano al hombre (GS 53). Desde esta concepción se puede iniciar un diálogo con las culturas. La inculturación es un término que nace dentro de la Iglesia. No se trata de adaptar, sino de hacer que el Evangelio penetre una cultura, transformándola desde dentro.

Es necesario anunciar el Evangelio en toda su radicalidad. Grandes estratos de la sociedad creen conocer a Jesucristo, cuando sólo conocen una cultura occidental con algo de cristianismo. El anuncio del Mensaje, no se puede limitar a una exposición de la ley, de los dogmas y de las prácticas religiosas, si no hay un conocimiento o un encuentro personal con Jesucristo.

¿Hay alguna experiencia concreta para infundir esta cultura cristiana? Esta pregunta dio pie para exponer el proceso de constitución de un tejido pastoral con referencia a la cultura. Se recordó que la Pastoral de la Cultura es una pastoral transversal que toca todas las pastorales particulares. Por ello es necesario un órgano que las motive y oriente. De ahí la necesidad de una Comisión Episcopal de Cultura, de un Consejo Diocesano de Cultura y la existencia en las diócesis de Centros Culturales Católicos. Estos últimos son los que acompañan los procesos desde la base, se sienten apoyados por la Diócesis y en comunión con la programación de cada nación.

Los Obispos insistieron en la falta de sacerdotes y agentes de pastoral que acompañen al mundo artístico. Se les dijo que no solo el mundo artístico carece de agentes especializados, sino más en general, todo aquellos que generan cultura. Sin embargo, lentamente van surgiendo algunos modelos que se revelan fecundos. En el mundo de la cultura juvenil, la canción cristiana se está revelando en muchos países latinoamericanos como un instrumento eficaz para trasmitir el Evangelio y valores cristianos. En los medios de comunicación social, si no es posible contar con una cadena propia, siempre demasiado costosa, es posible en cambio crear una productora. Esta es la experiencia de la Lux Vide en Italia, donde empresarios católicos han dado vida a una productora televisiva, que elabora productos de calidad destinados a las familias, y que vende después a las diferentes cadenas.

Los Obispos se despidieron agradecidos y motivados por el panorama que se abrió en este tema de la Evangelización de la Cultura y la Inculturación de la fe.

 

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FRA TECNOLOGIA ED ECONOMIA

QUALE CULTURA PER LÂ’EUROPA DEL TERZO MILLENNIO?

 

Il Simposio Internazionale dal titolo: La Sapienza come fonte dellÂ’unità europea: Religione, Arti, Scienze, organizzato nei giorni 14-16 novembre 2002 a Roma, presso la Camera dei Deputati, dal Centro di Alti Studi e Documentazione Sofia: idea russa, idea dÂ’Europa, si è rivelato essere un vertice europeo di ampio respiro che ha preso in conto i grandi campi della cultura europea considerati alla luce della Sapienza, facendo tesoro delle tradizioni culturali e religiose dellÂ’Occidente e dellÂ’Oriente, grazie alla partecipazione di un rappresentante del Patriarcato di Mosca e di vari esponenti della cultura dÂ’Europa Orientale.

EÂ’ particolarmente significativo il fatto che il programma del Centro Sofia si inserisce nel Protocollo di cooperazione culturale e scientifica firmato dallÂ’Italia e dalla Federazione Russa. Esso rappresenta un notevole contributo allÂ’impegno di far riscoprire allÂ’Europa la sua anima. Tale impegno si rivela essere più che mai attuale e necessario, perché lÂ’intera società europea è segnata, seppur in diversi modi, da una certa rottura della trasmissione della cultura, sia nella famiglia, sia nella scuola, sia nelle varie confessioni cristiane dÂ’Europa. Questo fatto è motivo di rinnovato impegno, perché, ci rammenta il Concilio Vaticano II nella Costituzione pastorale «Gaudium et spes»: “EÂ’ proprio della persona umana il non poter raggiungere un livello di vita veramente e pienamente umano se non mediante la cultura” (n. 53).

Non a caso lo sviluppo dellÂ’economia e delle nuove tecnologie offre aperture vertiginose degli orizzonti nellÂ’ambito del villaggio planetario e, contemporanea­mente, impone un restringimento drastico della temporalità e della cronologia. Il tempo si esaurisce nellÂ’istante presente, confortando lÂ’individuo nellÂ’illusione della sua autocreazione. Quindi un certo culto esacerbato dellÂ’io, distruttore dei legami sociali, è fonte di un certo oscuramento del politico, anzi – in certi casi – dello Stato di diritto, di fronte allÂ’individualismo che mina la vita sociale.

Pertanto il Simposio è un invito pressante ad un vero salto di qualità, richiamandosi alla Sapienza che situa giustamente la libertà come la condizione sine qua non di una cultura europea, caratterizzata dal posto centrale della persona umana in mezzo alla società e a tutto il creato.

I vari interventi di queste giornate di studio hanno messo in rilievo la questione della ricerca della verità nel senso più ampio della parola, perché questa ricerca della verità, questa passione per la verità, da parte degli scienziati che consacrano la loro attività allo studio della natura e della vita, da parte dei tecnici dellÂ’economia e della politica, dei religiosi e degli artisti, inserisce la persona nella lunga genealogia dellÂ’Europa, in una storia vera, cioè in una tradizione plasmata dal questa consapevolezza: Dio è entrato nella storia e continua a sconvolgere gli uomini. Questa storia, questa tradizione spirituale ci invitano a tornare sempre alla fonte, alla Sapienza, per rispondere alle domande: “Uomo, chi sei? Quale significato hanno la tua esistenza, la tua attività? Quale è il senso della tua vita? Quale è il tuo progetto di vita? Verso quale meta sei in cammino?”

Il tema centrale richiama questa convinzione profonda: lÂ’Europa del Terzo Millennio dipende dallÂ’impegno dei cristiani per la promozione della persona umana in tutte le sue componenti. Ci sono, di fatto, delle idee varie dellÂ’Europa, che sono un vero arricchimento segnato oggi principalmente dallÂ’apertura dellÂ’Occidente alle culture slave. DÂ’altra parte, esiste un dinamismo molto forte che porta allÂ’integrazione di un numero sempre crescente di nazioni in una comunità politica ed economica, ma questa corrente non potrà sbocciare a scapito delle varie tradizioni culturali e religiose, se non con il rischio per il continente di perdere la sua anima. LÂ’Europa, questo bimillennario mosaico di culture plasmate dal cristianesimo, presuppone una convinzione forte sulla complementarità dei popoli, che fonda la condivisione del patrimonio di valori che ciascuna nazione ha contribuito a creare.

LÂ’iniziativa del Centro Sofia intende promuovere una armonia fra le varie componenti della vita umana. Quindi non soltanto non cÂ’è opposizione fra i termini «tecnologia, economia e cultura», ma cÂ’è una radicale e necessaria esigenza di armonia. Una politica economica errata travolge tutta la politica e la vita degli uomini. Una politica economica stabile suppone la democrazia, ma la stessa democrazia degenera senza valori e senza etica. Infatti la comunità economica che si è fissata come meta lo sviluppo sostenibile, cammina e tende ad espandersi, anche a prezzo di calpestare i valori e le tradizioni, cioè il patrimonio che consente alla persona umana e alla società di raggiungere “un livello di vita veramente e pienamente umano” (GS, n. 53).

Ovviamente, occorre essere realistici e non dimenticare i problemi talvolta scottanti che sorgono qua e là, né le condizioni preoccupanti in cui versano alcuni paesi, ma questo non significa ridurre la realtà alla sua dimensione materiale. Nonostante questo, esiste il pericolo di un realismo riduttivo, quando la società è priva di ideali e di valori. LÂ’Europa non si limita ad essere un continente: riconosciamo in essa unÂ’idea modellata nellÂ’arco di duemila anni, che implica un processo di unificazione come comunità di valori plasmati dalla Sapienza, ciò che presuppone di ritrovare – quando è stato dimenticato – un realismo che riporti la Sapienza nella vita pubblica e non la limiti alla sfera della vita personale, intima. In questo contesto, la religione non può lasciarsi rinchiudere in un ghetto e vorrà chiamare tutti a superare la tendenza attuale a ridimensionare la cultura e la religione per arrivare al più piccolo denominatore comune, cioè allÂ’abbandono di tutto ciò che fa la diversità e la ricchezza del patrimonio europeo. LÂ’esperienza ci insegna che il liberalismo selvaggio non è liberale, che la tolleranza non tollera lÂ’affermazione della Verità, e che silenziosamente si impongono nuovi tabù per imbavagliare i richiami della coscienza in campo etico. Con realismo, le Chiese cattolica e ortodossa collaborano alla costruzione europea, facendo tesoro dei valori che hanno fatto lÂ’Europa, purificati e fecondati dalla Sapienza. Tale realismo da parte delle Chiese è una condizione necessaria per riscoprire lÂ’anima dellÂ’Europa e assicurare le fondamenta della civiltà europea.

AllÂ’interno del processo di unificazione del continente, le varie confessioni cristiane portano una responsabilità irrinunciabile che rende ancora più pressante la parola di San Paolo: «Caritas Christi urget nos», la carità di Cristo ci spinge verso lÂ’unità che non potrà essere frutto di compromessi, ma di un cammino comune sotto la spinta e lÂ’ispirazione della Sapienza che attua lÂ’opera salvifica di Cristo nel cuore degli uomini del nostro tempo. Riscoprendo la dimensione carismatica della Chiesa e della vita di tutti i battezzati, le Chiese sorelle dÂ’Oriente e dÂ’Occidente cresceranno nella communio che è in grado di abbracciare le varie tradizioni cristiane complementari, facendoci tutti più ricchi delle ricchezze dei fratelli nella fede in Cristo, unico Salvatore, nella potenza dello Spirito. Con lo sviluppo delle scienze e della tecnica, lÂ’uomo scruta il cosmo, ma occorre scoprire la realtà intelligibile di questo cosmo, il suo fondamento e il suo significato per lÂ’uomo. Ci auguriamo che la cooperazione di rappresentanti della filosofia russa di matrice cristiana offrirà molti elementi per delineare unÂ’antropologia in grado di promuovere un nuovo umanesimo cristiano, atto a far riscoprire lÂ’anima dellÂ’Europa alle giovani generazioni.

AllÂ’alba del nuovo millennio, è salutare prendere coscienza del cammino fatto dallÂ’idea dÂ’Europa, sin dalle prime istituzioni comunitarie del secondo dopoguerra fino ai nostri giorni. Monnet diceva alla fine della sua vita: “Se fosse da rifare, comincerei dalla cultura”. Non è indifferente che i Padri dellÂ’Europa abbiano voluto creare contemporaneamente delle istituzioni settoriali per assicurare la stabilità dellÂ’Europa Occidentale e, a Strasburgo, il Consiglio dÂ’Europa con la sua Convenzione di cooperazione culturale aperta a tutti gli Stati democratici del continente, che unisce oggi ben 44 Stati europei, compresa la Santa Sede.

La cultura europea attinge la linfa della sua crescita a molteplici fonti. Lo spirito della Grecia antica, la romanità, la cultura degli Slavi, la cultura ebraica e lÂ’influsso secolare dellÂ’islam in Europa Centrale, hanno fornito molti elementi al processo di elaborazione di questo insieme molto complesso. In questo contesto, al termine della prima Assemblea speciale del Sinodo dei Vescovi per lÂ’Europa, nel 1991, i vescovi notavano nel loro messaggio finale: “Nessuno può negare il contributo decisivo della fede cristiana, come fondamento radicale e permanente dellÂ’Europa. In questo senso parliamo delle radici cristiane dellÂ’Europa e non soltanto per sottolineare una semplice concordanza fra questo continente e il cristianesimo”.

Ovviamente, questo patrimonio culturale vivente è anche un forte richiamo a tutti i cristiani dÂ’Europa perché oggi con instancabile impegno si avviano sul cammino dellÂ’unità illuminata dalla Sapienza. Il Santo Padre Giovanni Paolo II dichiarava a tutti i vescovi cattolici dÂ’Europa, il 31 maggio 1991: “Occorre che si incontrino le due tradizioni spirituali dellÂ’Europa”, la tradizione occidentale e la tradizione orientale.

La rinnovata presa di coscienza della millenaria memoria cristiana dellÂ’Europa è anche un appello a un progetto illuminato dalla Sapienza, progetto da attuare in questa nostra Europa segnata da crisi etniche e religiose, politiche ed economiche, dalla scomparsa delle ideologie e dal propagarsi dellÂ’individualismo e di un nuovo tipo di indifferentismo, che si impossessano di tanti nostri concittadini disorientati perché hanno perso i loro punti di riferimento spirituale. Molti giovani europei in età di essere sconvolti da grandi ideali sono minacciati dallo scetticismo che solo un autentico pensiero ispirato alla Sapienza è in grado di vincere.

Se malgrado un risveglio cristiano promettente in Russia e in varie parti dÂ’Europa siamo un poÂ’ delusi perché il pensiero che si è manifestato nella dissensione degli intellettuali cristiani durante gli anni di dittatura non è riuscito a fiorire dopo la caduta del muro di Berlino, non ci perdiamo dÂ’animo e siamo convinti che occorre il desiderio intimo e la volontà di riconsacrare con la Sapienza i valori antichi e dimenticati, perché non siano soltanto punti di riferimento nei momenti di crisi, ma valori capaci di ispirare lÂ’insieme della vita umana, personale e comunitaria.

Nella ricerca della verità, siamo invitati a vivere una autentica cultura della solidarietà affinché nessuno sia dimenticato perché privo dellÂ’accesso alle nuove tecnologie o a condizioni economiche dignitose.

Una convinzione si è affermata in queste giornate particolarmente ricche e dense: lÂ’Europa è prima di tutto unÂ’idea, un pensiero, una civiltà che supera ampiamente i limiti geografici di questa penisola dellÂ’Asia in cui viviamo, unÂ’idea dellÂ’uomo – la persona – attinta alla fede nella Santissima Trinità. LÂ’Europa è la civiltà dellÂ’uomo, persona che, nel suo più profondo essere, è comunione con la Sapienza e con gli altri uomini.

 

 


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