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Cardinal Paul Poupard, La belleza sirve para entusiasmar en el trabajo 183

Cardinale Dionigi Tettamanzi, A 40 anni dalla Pacem in Terris 186

Jacques LEVRAT, Situation et défis pour le christianisme dans la réalité culturelle du nord de l’Afrique

 

Summarium

 


 

 

“LA BELLEZA SIRVE
PARA ENTUSIASMAR EN EL TRABAJO”
 

Intervención en la inauguración
de la Muestra de Artistas de Artes Plásticas Cubanas
Consejo Pontificio de la Cultura, 17 de febrero de 2003

Paul Card. POUPARD
Presidente del Consejo Pontificio de la Cultura

 

 

 

Excelentísimo Señor Embajador,

Excelentísimos Señores,

Damas y Caballeros

 

Me es muy honroso y grato acoger en este recinto a tan distinguidos invitados, presentes a la inauguración de la Muestra de Artistas de Artes Plásticas Cubanas, con ocasión del V aniversario de la visita de Su Santidad Juan Pablo II a Cuba. [...]

Cómo no recordar las palabras del Papa en la Universidad de la Habana en ese histórico 23 de enero de 1998: La Iglesia y las instituciones culturales de la Nación deben encontrarse en el diálogo, y cooperar así al desarrollo de la cultura cubana. Ambas tienen un camino y una finalidad común: servir al hombre, cultivar todas las dimensiones de su espíritu y fecundar desde dentro todas sus relaciones comunitarias y sociales. Las iniciativas que ya existen en este sentido deben encontrar apoyo y continuidad en una pastoral para la cultura, en diálogo permanente con personas e instituciones del ámbito intelectual [1] .

Recogiendo esta llamada, que más que memoria es proyecto, este Dicasterio busca espacios de encuentro que provoquen un diálogo profundo y vital, no sólo académico, sino existencial, entre el corazón sensible de los hombres y mujeres de cada época y Jesús de Nazaret, el Mesías, Verbo Eterno de Dios. Una sede privilegiada de este diálogo cultural es la expresión esplendorosa de la verdad, es decir la belleza.

 

¿Cuál es entonces la belleza de la verdad del hombre? ¿En qué consiste el fulgor de nuestra verdad?

El hombre, decía el querido Cardenal De Bérulle, parafraseando a los Padres de la Iglesia, es la mezcla la más perfecta que exista en la naturaleza, al cual pareciera que Dios haya querido hacer un nuevo universo y un pequeño mundo, … que lleva en medio del universo como un resumen de Dios en el espíritu del hombre y un resumen del mundo en la estructura admirable de su cuerpo [2] .

La identidad del hombre y su gloria, resplandece en el rostro de Cristo (2Cor. 4,6), en él tiene su belleza y por tanto su verdad. Verdad sobre todo el hombre, sobre su cuerpo y su espíritu. Verdad sobre las obras del hombre, sobre aquellas que lo describen dignificándolo, como sobre aquellas que contradicen el código de su ser. Hombres libres, sí, porque libre es nuestro Arquetipo; pero radicalmente libres, ¡sí!, no solo materialmente independientes, libres, es decir trascendentes, es decir, Hijos de Dios en la historia para la eternidad.

Quiero traer a esta sala la citación que Su Santidad hacía del poeta polaco Cyprian Norwid en su Carta a los artistas en la Pascua de Resurrección de 1999, la belleza sirve para entusiasmar en el trabajo, el trabajo para resurgir [3] . Y comenta diciendo: El modo en que el hombre establece la propia relación con el ser, con la verdad y con el bien, es viviendo y trabajando. El arte que es fruto de un doloroso trabajo, hace brillar estas relaciones. De ahí que todo hombre, aún en el trabajo más inadvertido, produzca, con impronta personal, una obra irrepetible, como irrepetible es su autor.

 

Este valor del trabajo ha encontrado hogar en las artes plásticas cubanas, en sus temas y en sus medios de expresión. ¡Cómo olvidar el uso pionero de la serigrafía en los primeros años del siglo pasado!, cuando fue utilizada como medio de expresión artística por aquellos que no podían asistir a las suntuosas exposiciones de los “Salones”.

Algunos de los artífices aquí representados nos son contemporáneos; otros en cambio, habiendo atravesando el lienzo de las sensaciones, nos impelen a desear la Luz eterna del Padre de la Gloria.

Permítanme proferir con emoción un soneto de Don José María Heredia, que reclama la visión trascendente de aquel poeta de la naciente cubanía, en este año bicentenario de su natalicio:

 

Cuando en el éter fúlgido y sereno
Arden los astros por la noche umbría,
El pecho de feliz melancolía
Y confuso pavor siéntese lleno.

¡Ay! ¡así girarán cuando en el seno
Duerma yo inmóvil de la tumba fría!...
Entre el orgullo y la flaqueza mía
Con ansia inútil suspirando peno,

Pero ¿qué digo? – Irrevocable suerte
También los astros a morir destina,
Y verán por la edad su luz nublada.

Mas superior al tiempo y a la muerte
Mi alma, verá del mundo la ruina,
A la futura eternidad ligada.
[4]

 

Dejémonos pues atraer por el mismo asombro que sedujo los ojos de estos artistas, y que nos invita ahora a indagar con seducción, el misterio del Inefable, del Eterno, que refulge en lo bello.

 

*  *  *

 

An exhibition of Cuban art marking the fifth anniversary of the pastoral visit of the Holy Father to Cuba was opened on the 17th February 2003 in the offices of the Pontifical Council for Culture. During his Speech at the Opening Ceremony, Cardinal Paul Poupard spoke about cultural dialogue, one of whose clearest expressions is beauty, and made some precise references to the Cuban situation.

 

Le 17 février 2003, une exposition d’œuvres d’artistes cubains été inaugurée au Siège du Conseil Pontifical de la Culture à l’occasion du 5ème anniversaire de la visite pastorale du Pape Jean-Paul II à Cuba. Dans son discours inaugural, le Cardinal Paul Poupard a parlé du dialogue des cultures, dont la beauté est une magnifique expression, avec des références concrètes à Cuba.

 

È stata inaugurata il 17 febbraio 2003, nella Sede del Pontificio Consiglio della Cultura, una mostra con opere d’arte di artisti cubani, nel V anniversario della visita pastorale del Santo Padre a Cuba. Nel suo discorso di inaugurazione, il Cardinale Paul Poupard ha parlato del dialogo culturale, del quale una espressione splendida è la bellezza, con riferimenti concreti alla realtà di Cuba.

 


 


[1]   L’Osservatore Romano, Documenti, Gennaio 1998, n. 23, p. VII.

[2]   DE BERULLE Pierre, Dieu si grand… Jésus si proche…, Cerf, Paris, 2000, p. 29, le mélange le plus parfait qui soit dans la nature, auquel il semble que Dieu ait voulu faire un nouvel univers et un petit monde, … qui porte au milieu de l’univers comme un abrégé de Dieu en l’esprit de l’homme, et un abrégé du monde en la structure admirable de son corps. Referencia patrística cfr. en Edición Migne GR IX, t. 7, p. 423-424, col. 327.

[3]   Promtehidion: Bogumit vv. 185-186: Pisma wybrante, Varsovia, 1968, vol. 2, p. 216. En Carta del Santo Padre Juan Pablo II a los Artistas, versión castellana, Editrice Vaticana 1999, p. 9.

[4] Poema, Inmortalidad, ver José María Heredia en http://www.los-poetas.com/c/biohere.htm

 

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A 40 ANNI DALLA PACEM IN TERRIS

 

Intervento al Convegno annuale dei Centri Culturali Cattolici dell’Arcidiocesi
Milano, 10 maggio 2003

 

Dionigi Card. TETTAMANZI

Arcivescovo di Milano, Italia

 

Saluto ciascuno dei presenti con vivissima cordialità. Sono contento di incontrare per la prima volta i rappresentanti dei Centri culturali sparsi nella nostra Diocesi e il loro Coordinamento. Desidero rivolgere il mio saluto anche ai relatori e in modo particolare a S.E.R. Mons. Macram Max Gassis. Voglio inoltre esprimere la mia riconoscenza e il mio compiacimento per l’impegno e per le iniziative molteplici e varie che i Centri culturali hanno promosso e attuato.

Colgo l’occasione di questo Convegno per riflettere insieme, a voce alta, sull’importanza e necessità dell’impegno culturale come premessa essenziale per la fede, la vita cristiana e l’apostolato. Alle considerazioni sulla cultura aggiungerò alcune considerazioni sulla Pacem in terris. Le mie vogliono essere riflessioni di un Pastore che si rivolge alla Chiesa, a quella Chiesa che l’amore misterioso di Dio ha voluto affidare alle sue cure e al suo cuore.

 

La cultura

Penso che, nonostante quanto sia stato fatto e si continui a fare, rimanga ancora molto da realizzare nel campo della cultura. Ciò che è stato fatto è ancora poco e insufficiente. L’impegno delle nostre comunità cristiane di fronte alla cultura risulta ancora scarsamente incisivo. Non mi soffermerò sui motivi che generano tale situazione nelle nostre comunità, anche se ciò sarebbe un argomento interessante da dipanare. Preferisco, invece, richiamare l’attenzione sui rapporti che intercorrono tra la fede e la cultura e tra la cultura e la fede. La dimensione culturale è qualche cosa di essenziale, di intrinseco, di strutturale e pertanto di irrinunciabile all’azione della Chiesa, alla sua fede e alla sua missione nella storia. L’espressione può sembrare scontata, ma richiede, a mio modo di vedere, di essere ricuperata, rilanciata, approfondita, realizzata: non c’è fede senza cultura. Se poi consideriamo la missione che ci è stata affidata come credenti, potremmo benissimo affermare che non c’è cultura autentica senza fede.

Da questa affermazione, che non ho la possibilità di approfondire in questa sede, deriva, come logica conseguenza, che la cultura e l’impegno per la cultura fanno parte della pastorale ordinaria della Chiesa. In tale senso è una questione che ci riguarda tutti quanti, nessuno escluso! L’impegno culturale non può essere affidato ad una élite, perché nella Chiesa tutti si devono sentire impegnati, tutti hanno ricevuto doni e carismi a beneficio dell’intera comunità.

La pastorale della cultura è quindi una responsabilità affidata a tutti e sempre, anche se può avere dei momenti particolarmente forti o addirittura eccezionali, come quello che stiamo vivendo oggi. La cultura, perciò, proprio perché è essenziale per la vita della Chiesa, costituisce un’essenzialità anche per la nostra vita cristiana.

Qualche riferimento potrebbe convincerci maggiormente circa la dimensione fondamentale che la cultura riveste per la fede e per il cammino ordinario delle nostre Chiese.

Vorrei ricuperare una definizione brevissima, quanto mai pregnante, di S. Paolo a proposito della fede. L’apostolo sostiene che la fede è il “noùs” di Cristo in noi, è la mentalità del Signore Gesù presente e operante dentro di noi. In altri termini la fede è un criterio di giudizio, è un criterio interpretativo, è un criterio ermeneutico della realtà, di tutta la realtà, ed è un criterio che partecipa al criterio stesso di Gesù Cristo. La fede dunque è la mentalità di Cristo assunta come coscienza del credente. Non so se ci sia una prova più forte ed efficace di simile affermazione per dimostrare che la dimensione culturale è parte essenziale della fede. Se poi ci riferiamo alla fede in quanto missione ricevuta da Gesù risorto e vivo, non possiamo dimenticare la parola conclusiva di Gesù: “Andate in tutto il mondo e predicate il Vangelo ad ogni creatura”. Penso che l’espressione “tutto il mondo” non vada intesa semplicemente in senso geografico-spaziale, ma ancor più in senso antropologico e umano. Là dove c’è l’uomo, che si realizza come uomo, là dove sono in gioco i criteri di giudizio e conseguentemente i criteri di scelta e di azione, là deve entrare il Vangelo di Gesù Cristo. La fede ha dunque non solo la possibilità, ma il dovere di dire una sua parola e di offrire un suo preciso, specifico, nuovo e originale contributo.

In quanto credenti che vivono nel mondo, nella società e quindi dentro la cultura dominante, è proprio in tale situazione che riusciamo ad avvertire la sfida che alla Chiesa e a ogni suo membro viene rivolta oggi. Ed è questo un oggi che si dilata nel tempo. Come per la pace non ho difficoltà a rifarmi ad un documento pontificio risalente a quaranta anni fa, così per il rapporto fede e cultura non ho difficoltà a richiamare un documento pontificio di trent’anni fa, la Evangelii nuntiandi di Paolo VI. Una delle affermazioni più significative e stimolanti di questa esortazione di Paolo VI, a mio parere, è la seguente: “Evangelizzare, per la Chiesa, è portare la Buona Novella in tutti gli strati dell’umanità e, con il suo influsso, trasformare dal di dentro, rendendo nuova l’umanità stessa… Strati dell’umanità che si trasformano: per la Chiesa non si tratta soltanto di predicare il Vangelo in fasce geografiche sempre più vaste o a popolazioni sempre più estese, ma anche di raggiungere e quasi di sconvolgere mediante la forza del Vangelo i criteri di giudizio, i valori determinanti, i punti di interesse, le linee di pensiero, le fonti ispiratrici e i modelli di vita dell’umanità, che sono in contrasto con la Parola di Dio e con il disegno della salvezza… Occorre evangelizzare la cultura e le culture dell’uomo…, partendo sempre dalla persona e tornando sempre ai rapporti delle persone tra loro e con Dio… La rottura tra Vangelo e cultura è senza dubbio il dramma della nostra epoca, come lo fu anche di altre” (Evangelii nuntiandi, nn. 18-20).

Vorrei aggiungere che lo strumento al quale fare riferimento, se vogliamo vivere la fede come la mentalità di Cristo presente e operante in noi e prendere parte alla missione evangelizzatrice della Chiesa di fronte alla sfida della mentalità di oggi, è la fede pensata, o, se si preferisce, è la ragione illuminata e vivificata dalla fede.

E’ importante il ricorso alla ragione per diffondere la fede, sia con la parola sia con la testimonianza di vita. L’appello alla ragione per dimostrare la profonda razionalità della fede e dei suoi contenuti, delle sue richieste, delle sue esigenze permette di presentare la piena, anzi l’eccedente risposta che essa offre alle esigenze più profonde dell’uomo. La verità intera dell’uomo, e dunque il suo bene e la sua felicità, trovano la risposta certa ed esaustiva proprio a partire dalla fede. E tutto ciò può essere presentato alla gente proprio attraverso il ricorso alla ragione.

Oltre a Paolo VI, mi piace citare anche Giovanni Paolo II, in un testo che mi pare particolarmente illuminante a riguardo dell’impegno culturale dei credenti e delle comunità cristiane. E’ un testo contenuto nella lettera programmatica della pastorale della Chiesa alle soglie del terzo millennio. Nella Novo millennio ineunte leggiamo: “Per l’efficacia della testimonianza cristiana, specie in ambiti delicati e controversi, – e poco prima si parlava dei problemi legati alla antropologia e all’etica – è importante fare un grande sforzo per spiegare adeguatamente i motivi della posizione della Chiesa, sottolineando soprattutto che non si tratta di imporre ai non credenti una prospettiva di fede, ma di interpretare e difendere i valori radicati nella natura stessa dell’essere umano. La carità si farà allora necessariamente servizio alla cultura, alla politica, all’economia, alla famiglia, perché dappertutto vengano rispettati i principi fondamentali dai quali dipende il destino dell’essere umano e il futuro della civiltà” (n. 51).

Le osservazioni che abbiamo fatto possono bastare per legittimare, per giustificare, ma anche per provocare con più convinzione, con più passione, in maniera sempre più generosa, l’impegno dei Centri culturali e, in termini più ampi, la cultura quale impegno prettamente cristiano e quale impegno legato alla pastorale ordinaria delle nostre comunità.

 

La Pacem in terris

Quanto all’enciclica di Giovanni XXIII, ritengo che non sia soltanto una doverosa memoria quella che ci spinge a riprendere in mano questo testo nell’odierno Convegno: “A quarant’anni dalla Pacem in terris”. A me pare che sia anzitutto una occasione provvidenziale per prendere coscienza della dimensione fortemente profetica e della attualità di un simile documento.

Mi limito a due rilievi brevissimi.

La pace, di cui si è parlato tanto, forse anche troppo, almeno stando al senso che innerva il documento del Papa, è il frutto di precisi e irrinunciabili fattori che, se esistono, portano ad essa. Qualora, però, questi fattori non esistessero, nonostante i discorsi che si possono profondere, la pace non si realizzerebbe.

La pace, infatti, è intessuta di una quadruplice e unitaria realtà: Verità, Giustizia, Solidarietà o Amore solidale e Libertà.

E’ ovvio che se queste quattro condizioni danno come frutto la pace, le stesse condizioni, quando non sono intese secondo la ragione illuminata e vivificata dalla fede, possono anche non dare il medesimo frutto.

Il vero problema della pace è quindi un problema eminentemente antropologico e non può mai prescindere dall’etica. Anzi, più radicalmente non può mai essere sganciato da una dimensione culturale, entro la quale, per riprendere una espressione di Giovanni Paolo II nell’enciclica sociale Centesimus annus, trova, per così dire, la sua radice e la sua meta, e, nello stesso tempo, la sua forza e la sua gioia, nell’approdo al mistero dei misteri, vale a dire al mistero di Dio.

Consegnando queste mie riflessioni, con tutto il mio affetto di padre, vorrei invitare i Centri culturali a fare non solo quello che hanno sempre fatto, ma a fare di più, a fare molto di più. Questo non lo chiede soltanto il Vescovo; lo chiede il Vangelo, lo chiede Gesù Cristo stesso.

 

*  *  *

 

The 10th May 2003 saw the annual convention of Catholic Cultural Centres of the Archdiocese of Milan. Cardinal Archbishop Dionigi Tettamanzi spoke on the theme 40 years on from Pacem in Terris. He reflected on the cultural commitment of Catholic Cultural Centres as an essential prerequisite for faith, the Christian life and the apostolate.

 

Le Congrès annuel des Centres Culturels Catholiques de l’archidiocèse de Milan s’est tenu dans cette ville, le 10 mai 2003. Le Cardinal archevêque Dionigi Tettamanzi est intervenu sur le thème : À 40 ans de l’encyclique Pacem in Terris, et il a insisté sur l’importance et la nécessité de l’engagement culturel des Centres Culturels Catholiques comme préambule essentiel à la foi, la vie chrétienne et l’apostolat.

 

El pasado 10 de mayo 2003 se celebró en Milán el Encuentro anual de los Centros Culturales Católicos de la Arquidiócesis. El arzobispo de Milán, card. Dionigi Tettamanzi, intervino con una relación titulada A 40 años de la Pacem in Terris y reflexionó sobre la importancia y necesidad del compromiso cultural de los centros culturales católicos como premisa esencial para la fe, la vida cristiana y el apostolado.

 

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SITUATION ET DÉFIS POUR LE CHRISTIANISME
DANS LA RÉALITÉ CULTURELLE DU NORD DE L’AFRIQUE
 

Rencontre des Centres Culturels de la Méditerranée
Barcelone, 7-11 mai 2003
 

Jacques LEVRAT
Beni Mellal, Maroc
 

Les responsables du Conseil Pontifical de la culture m’ont demandé de parler au nom d’une vaste région. J’ai donc sollicité l’aide des divers centres culturels catholiques d’Alexandrie, Tunis, Alger et Rabat, mais sans grand succès ! Le point de vue, ici présenté, sera donc essentiellement marocain – même si je suis attentivement la vie du Maghreb et de son Église – je le regrette pour vous !

Le plan de cet exposé suivra le titre de l’intervention qui m’a été demandée :

1 – la situation,

2 – les défis.

 

 

1 – Situation

 

L’approche de la situation culturelle tentera de saisir les mutations et évolutions en cours. Je les articulerai autour de deux notions-clés : la sécularisation et la mondialisation.

 

1.1 Sécularisation

La sécularisation, en effet, comme une lame de fond, bouleverse nos sociétés. Depuis des dizaines d’années, elle travaille, jusqu’au plus intime, la vie de nos pays et en modifie les modes de penser et les comportements. Cette sécularisation se heurte, certes, à de multiples résistances politiques, sociales, culturelles et religieuses, mais elle avance, je pense, inexorablement…

J’illustrerai cette évolution à partir d’un point de vue particulier : l’histoire. Les pays du Nord de l’Afrique ont vécu depuis des siècles avec une représentation très mythique de l’histoire. Une histoire qui aurait commencé avec l’arrivée de l’islam, et qui a connu des affrontements quasi permanents avec les chrétiens : depuis les croisades jusqu’à la colonisation, sans oublier les fortes tensions actuelles. Cette approche religieuse de l’histoire était le plus souvent sous-tendue d’une interprétation théologique assez naïve : le Coran ne dit-il pas que les musulmans sont « la meilleure des communautés », alors les autres sont jaloux et veulent nous exterminer. Ce sont eux les responsables de nos malheurs… Cette vision un peu simpliste de l’histoire ressemble, par bien des aspects, à d’autres visions, aussi simplistes, je pense en particulier à celles de certains fondamentalistes juifs ou chrétiens.

Cette vision de l’histoire est bousculée par les événements socio-politiques contemporains, et, plus profondément encore, par le développement de la scolarisation, des émissions de télévisions étrangères, la circulation des migrants, les lectures diverses… Une évolution s’opère progressivement ; chez certains, par exemple, elle a été remplacée par une vision idéologique de type nationaliste, tout aussi mythique ! Cependant, la plupart des historiens marocains n’osent pas encore se risquer à une relecture scientifique de leur histoire. Ils peuvent produire des travaux de qualité, mais sur des sujets limités, ponctuels. Les historiens sérieux se refusent à toute synthèse, à toute approche critique. Ils se refusent, en particulier, à traiter leur histoire récente… Tourner la page de cette vision mythique de l’histoire est une entreprise difficile, car elle remet en cause les structures politiques et religieuses du pays…

Un penseur tunisien, Abdelmajid Charfi, a bien compris l’enjeu de ce problème qui dépasse le Maroc. Il n’hésite pas à écrire : « Les Musulmans ne pourront rentrer dans la paix, dans la construction d’un monde fraternel, s’ils ne relisent pas leur histoire »1. Cette approche scientifique de l’histoire a une valeur universelle, mais aujourd’hui elle se pose – avec des nuances selon les pays – comme une exigence particulière à nos sociétés du Nord de l’Afrique2.

Relire son histoire et l’assumer est une condition pour être en prise avec la réalité. Il faut quitter les illusions, les rêves, une vision mythique, pour entrer dans le monde présent et être en prise sur l’avenir. La sécularisation ambiante oblige peu à peu les Maghrébins à se confronter à la dure réalité pour en saisir les exigences, mais aussi les richesses et les potentialités diverses. La plus grande richesse de ces sociétés se trouve, sans aucun doute, dans leurs qualités humaines et leurs diversités culturelles : arabe, berbère et africaine ; musulmane et juive ; nomade et sédentaire ; rurale et citadine ; mais aussi masculine et féminine… Cette diversité, trop souvent occultée et refoulée par une vision exclusivement religieuse de l’histoire, recèle de multiples potentialités encore en sommeil.

Cependant, la sécularisation ne concerne pas seulement la relecture de l’histoire, elle concerne, également, toute la vie sociale et religieuse de nos sociétés. J’aborderai cet aspect sous l’angle de la mondialisation qui nous atteint aujourd’hui dans le prolongement de la sécularisation.

 

2.2 Mondialisation

Ce que la sécularisation a ébranlé, la mondialisation le poursuit inéluctablement… L’aspect économique de cette mondialisation est bien connu. Elle avance comme un rouleau compresseur, sans respect aucun pour les personnes, perturbant l’équilibre fragile de nos sociétés et entraînant des conséquences graves pour l’avenir : désenchantement, frustrations diverses, mais aussi le chômage des diplômés, la fuite des cerveaux, l’émigration.

Par contre l’aspect socioculturel et politique du phénomène – sur lequel on a longtemps préféré fermer les yeux – apparaît plus clairement aujourd’hui. On ne sait plus bien ni où l’on en est, ni comment se situer.

Nos sociétés vivent des tensions liées à des appartenances diverses et des solidarités de plus en plus complexes, et elles sont marquées par une attitude ambivalente par rapport à l’Occident, objet tout à la fois de fascination et de répulsion. Fascination pour ses authentiques valeurs humanistes de liberté et de citoyenneté… mais aussi répulsion pour ses graves injustices politiques, au Moyen-Orient tout particulièrement, et pour ses injustices économiques et ses scandales financiers…3

L’époque où la religion était la seule norme d’appartenance est terminée… Nous vivons, aujourd’hui, des remises en question sérieuses qui concernent l’ensemble de la vie sociale. Où se situer ? Comment se situer ? Il n’y a plus de réponses simples à ce genre de questions.

Certes, l’islamisme radical a choisi de s’opposer à l’aspect culturel de cette mondialisation, c’est là une attitude relativement facile qui exprime bien la répulsion vis-à-vis de l’Occident. Ce mouvement est, par contre, incapable de présenter un projet de société cohérent ! L’islam devient le refuge mythique qui a la solution à tout et qui remédie à l’angoisse causée par cette crise identitaire… Mais, lorsque cette opposition islamiste se traduit par des gestes de contestation aussi violents que ceux du 11 septembre 2001, bien des musulmans prennent conscience de la gravité du problème et sont amenés à se poser des questions du type : Quelles sont nos solidarités ? Où allons-nous ?

Ces questionnements me semblent ébranler nos sociétés comme elles ne l’ont jamais été depuis des siècles. Et, les dernières réunions de la Conférence islamique et des chefs d’États arabes à propos de l’Irak, ont étalé, au grand jour, les sordides disputes des hommes politiques, ce qui a été ressenti très douloureusement par les populations. J’ai noté, à cette occasion, cette réflexion d’un ami : « Nous ne pouvons pas continuer ainsi… depuis plusieurs décennies nous gaspillons toutes nos chances ! ». Et celle, plus désabusée encore, d’une sociologue : « Nous sommes des imbéciles, et nous n’avons que les politiciens que nous méritons… ». De telles considérations conduisent, souvent, à une auto-dépréciation, à un manque de confiance en soi, très démobilisant.

Ces douloureux ébranlements qui font s’évanouir les repères traditionnels les uns après les autres, laissent bien des personnes désemparées… Sous les coups de boutoirs que je viens d’évoquer, la société patriarcale encore très forte – particulièrement au Maroc – s’effrite peu à peu, les comportements sociaux se modifient, les solidarités traditionnelles se perdent : On est désorienté, désillusionné, déçu... Ce qui favorise, chez certains, des comportements opportunistes : l’individualisme, l’égoïsme et l’appât de l’argent qui devient la valeur suprême…

Alors, faut-il être pessimiste ? Je ne le pense pas. Entre les réactions très négatives que sont, d’une part, l’islamisme radical et, de l’autre, l’opportunisme que je viens d’évoquer, d’autres voies sont possibles et se cherchent…

Les mutations en cours sont, très certainement, la condition d’une renaissance… Si on ne peut plus s’identifier naïvement à tel ou tel modèle religieux, culturel, politique ou social, il faut innover, aller de l’avant. Et, pour cela, il faut analyser, discerner, se faire une opinion personnelle, puis faire des choix, et ainsi s’affirmer. C’est ce que l’on peut constater lorsqu’on regarde d’un peu près ces sociétés : du nouveau apparaît que je qualifierai comme une affirmation du sujet ou la naissance de la personne4. Cette naissance s’opère sans beaucoup de bruit, mais non sans souffrances. C’est elle qui, dans la situation actuelle, représente l’évolution la plus importante de nos sociétés, et la plus positive, car ouverte sur l’avenir et donc porteuse d’espoir.

Les mutations sociales, les remises en question radicales, permettent l’émergence de nouvelles valeurs, de nouvelles solidarités, de nouveaux comportements. J’en souligne certaines parmi celles qui semblent les plus significatives :

–  en premier lieu la liberté d’expression se développe : les medias, en effet, abordent des sujets qui étaient tabous jusqu’alors, comme : la corruption, les injustices sociales, la prostitution, l’exploitation des ‘petites bonnes’, l’analphabétisme et les multiples formes de pauvreté… Mais aussi l’islam – ce qui est très nouveau –, souvent par le biais du statut religieux de la femme.

–  on observe également un combat courageux, et pas seulement au plan religieux, pour que les femmes soient davantage respectées et leurs droits reconnus,

–  de même, on accepte, peu à peu, la réalité du pluralisme culturel, ce qui permet la prise en compte de la réalité amazigh (berbère), mais la reconnaissance du pluralisme religieux (juifs et musulmans cohabitent au Maghreb depuis de nombreux siècles) est beaucoup plus lente, du fait du problème palestinien,

–  ces diverses prises de conscience sont à l’origine de la naissance de multiples associations à caractère humanitaire, culturel ou social. Ces associations permettent à des personnes de prendre des initiatives, des responsabilités, et ainsi de s’affirmer et de créer de nouvelles solidarités5.

–  etc.

Ce travail socioculturel, en profondeur, qui fait éclater les visions simplistes, mythiques, permet l’émergence de nouvelles valeurs qui prennent la relève des anciennes. Ainsi se dessine, et se met en place, une culture moderne qui voit se développer le sens des droits de la personne et d’une citoyenneté responsable.

Un roman de la Marocaine Touria Oulehri, qui a pour titre La répudiée6, exprime bien cette naissance de la personne. Il présente une étape de la vie d’une femme, qui se déroule en parallèle avec le tremblement de terre d’Agadir et la laborieuse reconstruction de cette ville. Cette femme, qui vient d’être répudiée, ressent une terrible secousse dans sa vie personnelle et sociale. Le choc produit par cette répudiation la conduit à remettre en question sa relation à ses parents, sa famille, son employée de maison, ainsi qu’à tout son environnement : tant les habitants des quartiers populaires de sa ville, que ceux de la campagne… Et, au cœur de ces remises en question, elle comprend peu à peu que sa relation avec celui qui fut son mari était seulement fusionnelle, dépendante, et donc stérile. Elle en arrive, alors, à se remettre elle-même en question ! Elle peut alors, lucidement, s’engager sur la voie de la reconstruction de sa personnalité. Au terme de ce roman, cette femme dresse comme un bilan. Se confiant à un ami, « elle lui raconte sa longue déchéance, ce qu’elle a cru être une forme de mort et qui se révèle être une naissance vers une nouvelle vie, plus sûre, plus mûre » (p. 173). Je reviendrai sur cette citation.

A travers ce récit et de nombreux autres, comme au regard de la sécularisation de la vie quotidienne, on peut observer que la société traditionnelle, dont la religion était le ciment principal, se désagrège lentement. Une nouvelle société se dessine, façonnée par le temps présent. De nouvelles solidarités se mettent en place, avec des relations multiples et des appartenances diversifiées qui permettent et favorisent l’éclosion de la personne.

 

 

2 – Défis pour le christianisme

 

C’est dans cette société en pleine évolution culturelle et religieuse que nos Centres catholiques se trouvent situés. Ils sont au cœur des mutations en cours. Leur présence est modeste – c’est une évidence – mais l’important est que cette présence puisse être significative. Un signe a valeur en lui-même, il n’a pas à s’imposer, de quelque manière que ce soit…

Dans cette seconde partie, je me propose de souligner trois défis principaux qui leur sont, aujourd’hui, posés. Trois domaines où ils peuvent faire signe : la solidarité, la lucidité et la réflexion théologique.

 

2.1 Solidarité

A l’heure de l’enfantement douloureux que je viens d’évoquer, il me semble que notre priorité doit être la solidarité. A l’heure des ébranlements, à l’heure du doute, il importe de se rendre proche, mieux : d’être avec. Cette solidarité est, depuis des décennies, une orientation fondamentale de nos Églises, elle est reprise, avec insistance, dans le dernier livre du Père Henri Teissier : Chrétiens en Algérie, un partage d’espérance7. C’est, en effet, dans les moments difficiles que la solidarité se mesure à sa juste valeur – un prix inestimable qui est allé pour certains de nos frères et sœurs chrétiens, en Algérie, jusqu’au don de leur vie, au mélange de leur sang avec le peuple algérien, pour reprendre une expression de Pierre Claverie –. Une telle solidarité, relève le Père Teissier, permet de vraies rencontres : « La crise algérienne nous a donné des occasions de rencontres très profondes avec nos partenaires musulmans qui étaient bouleversés par la gravité des questions que leur posait la dérive des comportements » (p. 142).

Nos Centres culturels ne se trouvent pas, pour la majorité d’entre eux, en cette situation-limite. Cependant, ils s’efforcent de vivre fidèlement, là où ils se trouvent, cette solidarité ; et cela depuis de très nombreuses années. Le Père André Demeerseman, fondateur de l’Ibla (Institut des Belles Lettres Arabes)8 à la fin des années vingt du siècle dernier, à Tunis, a tenu à ce que la bibliothèque et la revue de cet Institut soient spécialisées sur la Tunisie. Il nous a, ainsi, indiqué la voie à suivre… Si les Centres culturels étrangers viennent faire connaître leur propre culture – ce qui est un objectif tout à fait respectable –, l’Église ne se situe pas de la même manière. Elle n’apporte pas une culture étrangère, elle vient cheminer avec les personnes et les sociétés dans leurs propres cultures, à l’exemple de Jésus cheminant avec les hommes de son temps.

Le choix de reconnaître, de respecter et de mettre en valeur le patrimoine culturel de ces pays est notre solidarité première, fondamentale. A l’heure de la mondialisation, à l’heure des choix décisifs pour l’avenir de ces sociétés, il importe qu’elles trouvent dans leurs propres racines, la sève, la force qui leur permet de maintenir leur originalité propre et de ne pas se dissoudre dans le magma informe d’une mondialisation anonyme et uniformisante. Cette solidarité qui apparaît dans nos choix institutionnels, doit aussi se manifester dans nos relations personnelles, des relations d’amitié. Ce choix institutionnel, et cette attitude respectueuse, peuvent contribuer à aider les habitants de ces pays à garder confiance en eux, en leur culture, et à espérer en l’avenir de leurs sociétés.

A titre d’illustration, le Centre culturel qu’avec un ami marocain je mets en place actuellement, à Beni Mellal, au cœur du Maroc, comportera en plus de la bibliothèque un musée de bijoux et de peintures. Les bijoux présentant, principalement, la dimension traditionnelle de l’art marocain, et les tableaux manifestant, plutôt, la créativité contemporaine. Nous voulons ainsi permettre que la beauté de cet art soit mieux connue, mieux estimée. Et contribuer, par-là même, à réconcilier un peuple, et particulièrement sa jeunesse, avec sa culture alors que, trop souvent, elle se laisse fasciner par l’Occident, et prendre au rêve d’un ailleurs bien mythique !

La solidarité est une tradition de nos Centres. Quelles que puissent être les difficultés présentes ou à venir – et la tension actuelle au Moyen-Orient va certainement aggraver ces difficultés –, la solidarité est un défi qui sera, sans cesse, à relever.

 

2.2 Lucidité

Cependant, la solidarité doit aller de pair avec la lucidité. Il ne s’agit pas d’idéaliser un passé, ni d’en devenir prisonnier… C’est clair. Et de toute manière, les grands ébranlements que j’évoquais précédemment ne le permettent pas. Il s’agit, à l’heure des choix, d’accompagner les efforts intellectuels exigeants, de clarification et de discernement.

Cela ne peut se faire qu’avec beaucoup de respect, une grande délicatesse. Cependant, par notre exigence intellectuelle dans la gestion rigoureuse de nos Centres, par la qualité scientifique de nos travaux personnels, mais aussi dans l’accompagnement des jeunes chercheurs qui fréquentent nos bibliothèques, nous pouvons témoigner des valeurs intellectuelles indispensables à l’avenir de ces sociétés.

Je me souviens encore, avec émotion, de la conviction avec laquelle Roger Maury, alors directeur de l’Ibla, nous disait, lors d’une réunion à La Source, à Rabat, quelque temps avant son décès brutal, sa lutte constante pour introduire autour de lui davantage de rationalité. Il en avait fait l’axe prioritaire de son travail. Je ne l’ai jamais oublié, et sa conviction est aussi devenue mienne.

Cette lucidité doit s’étendre à tous les aspects de la vie. En voici un exemple : nous connaissons la traditionnelle réputation d’hospitalité de nos sociétés maghrébines. Il y a là d’authentiques valeurs dont bénéficient nos Centres, elles sont à reconnaître et à respecter, mais sans être dupe d’une certaine ambiguïté. Il est, en effet, relativement facile d’accueillir l’autre avec une grande chaleur humaine, une grande cordialité. Mais trop souvent on s’en tient là ! L’accueil risque de rester superficiel, car, au fond, il n’y a pas un véritable intérêt pour la personne de l’autre, peu de curiosité pour ses valeurs profondes, sans parler de ses valeurs religieuses ! Nous ne devons pas être dupes de cette attitude complaisante, mais œuvrer pour une hospitalité qui soit vraie, réciproque, et qui évolue vers un véritable accueil de l’autre, avec sa différence.

Lucidité aussi dans le champ religieux. D’une manière générale, les intellectuels maghrébins se sont désintéressés de ce champ, l’abandonnant au pouvoir – plus particulièrement au Maroc –, mais aussi, presque partout, aux savants traditionnels et aux islamistes radicaux. Aujourd’hui, dans l’ébranlement des valeurs, les intellectuels maghrébins prennent davantage conscience de l’importance du religieux dans le champ social et politique, et de leurs responsabilités en ce domaine. Leur réflexion doit accompagner ce qui est en train d’émerger en lien avec l’affirmation du sujet, favoriser la naissance d’une foi plus personnelle, plus libre, plus réfléchie…

Les Centres catholiques ont été présents et ont coopéré à la réflexion religieuse, je pense surtout à leur participation aux travaux du GRIC9. Mais, ils ont jusqu’à présent manifesté une réserve, justifiée, dans le champ religieux. Il me semble que, aujourd’hui, cette réserve doit évoluer. Une grande discrétion s’impose toujours, mais ils ont certainement à se rendre plus disponibles aux recherches en ce domaine.

En effet, les chrétiens sont habitués depuis longtemps à des distinctions qui permettent un peu de rigueur dans la manière de poser les problèmes religieux. Je pense par exemple à la distinction, qui semble élémentaire, entre ‘christianisme’ et ‘chrétienté’. Or cette distinction n’existe pas dans le monde musulman, on met tout sous le vocable ‘islam’ qui recouvre une véritable nébuleuse ! Dans la société traditionnelle l’islam allait de soi, il n’était pas réfléchi, pas analysé, ni assimilé d’une manière personnelle. Avec la naissance du sujet, de vraies questions religieuses se posent… Le monde chrétien est davantage habitué à distinguer, à préciser les notions religieuses, mais aussi à répondre aux questions que la modernité pose aux religions. Nous pouvons travailler ensemble en ce domaine, pour introduire là aussi un peu de rigueur et de clarté.

 

2.3 Réflexion théologique

La sécularisation évoquée plus haut nous pose, à nous aussi chrétiens, de sérieuses questions. Je pense en particulier qu’elle nous invite à revenir aux fondements de notre foi et à accorder une grande importance à la théologie de la Création. En effet, avant de nous situer en ‘chrétiens’ face à des ‘musulmans’, n’avons-nous pas à nous reconnaître et à nous rencontrer d’abord, comme créatures de Dieu ? C’est là notre appartenance religieuse première, et le fondement de notre solidarité humaine.

Il y a un siècle déjà, Charles de Foucauld avait bien saisi l’importance de cette solidarité fondamentale, n’hésitant pas à se présenter à Beni Abbès, en ‘frère universel’. Intuition qui marquera la suite de sa vie, ainsi que celle de nombreux chrétiens après lui.

Cette solidarité humaine est, aussi, apparue clairement lors des diverses rencontres organisées, par le Pape Jean-Paul II, à Assise, depuis celle, historique, d’octobre 1986. Elles sont signe de notre appartenance fondamentale à la communauté humaine et de la responsabilité commune des croyants au service de la paix.

Cette prise au sérieux de la théologie de la Création peut nous éviter, aussi, de perdre du temps dans des dialogues stériles. Nous avons hérité d’une approche, souvent imprégnée de la pensée ‘Orientaliste’, qui regarde l’autre d’abord comme un musulman, et non comme une personne humaine, une créature de Dieu ! Pour le connaître, le comprendre, il faudrait toujours passer par la grille du Coran, comme si c’était la seule manière de l’appréhender… Ne nous focalisons-nous pas, trop souvent, sur cette dimension religieuse ? Combien de débats théoriques, sur le refus des musulmans de la croix du Christ, par exemple, ont été totalement stériles. Une approche religieuse, théorique, ne fait-elle pas écran ? Empêchant une approche – humaniste et empathique – des personnes et de leur vie.

La romancière, que je citais dans la première partie de mon exposé, utilisait, pour décrire le chemin parcouru par son héroïne, les termes de ‘mort’ et de ‘nouvelle naissance’. Ces mots, lourds d’humanité, peuvent-ils nous laisser indifférents ? Le passage d’une société traditionnelle à une société relationnelle n’est-t-il pas la mort à un certain monde et la naissance à une vie nouvelle. Sommes-nous loin du mystère pascal ? Certes nous n’avons pas à plaquer notre vision religieuse sur la vie des autres, et encore moins à la récupérer… Mais le Concile nous dit que « L’Esprit Saint offre à tous, d’une façon que Dieu connaît, la possibilité d’être associés au mystère pascal » (GS 22,5). N’avons-nous pas, là où nous sommes, à discerner, accompagner et surtout reconnaître, avec joie, le travail de l’Esprit au-delà des formulations religieuses ?

Une distinction entre foi et religion – reprise d’une manière très subtile par Stanislas Breton dans son livre : L’avenir du christianisme10 – peut nous aider à quitter une approche religieuse, trop spécifique, pour une approche de foi, plus fondamentale, plus universelle, ancrée dans le mystère de la Création. A l’exemple de l’Apôtre Paul, qui, se heurtant aux durcissements religieux des Juifs de Galatie, n’hésitait pas à leur rappeler que, Abraham, notre père dans la foi, a cheminé sans la loi…

Notre présence fraternelle dans le monde de la culture du Nord de l’Afrique est un lieu privilégié de rencontre de nos frères en humanité que sont les musulmans. Nous sommes là, d’une certaine manière, aux marges de l’Église, ces marges considérées, autrefois, comme le lieu où il fallait se défendre, sont, aujourd’hui, considérées comme le lieu privilégié de la rencontre et de l’échange… Nous sommes aux marges de l’Église, mais nous sommes, en même temps, au cœur du Royaume. Ce Royaume, inauguré par le Seigneur Jésus, dont l’Encyclique Redemptoris Missio nous dit : « La nature du Royaume est la communion de tous les êtres humains entre eux et avec Dieu ».

 

 

En fin

 

Au terme de cet exposé sur les situations et les défis, nous pouvons constater que les sociétés maghrébines évoluent, que nous évoluons également, et que nos relations avec elles évoluent, elles aussi… Au fil des jours, notre compagnonnage fraternel se poursuit, avec sa fragilité – une fragilité qui a aussi valeur de signe –. Nous vivons au Nord de l’Afrique une expérience d’Église qui questionne, stimule et vivifie notre foi chrétienne. Dans ce contexte, nous sommes amenés à retrouver des dimensions fondamentales de notre foi, mais également à en découvrir de nouvelles… Ainsi, nous est donnée l’occasion d’approfondir notre identité chrétienne.

Il ne nous appartient pas de mesurer l’impact de ce que nous vivons sur nos frères maghrébins : c’est un secret entre Dieu et chacun d’entre eux. Nous avons, simplement, à vivre intensément, et gratuitement, notre présence au milieu d’eux, avec eux, et à accueillir la grâce de la rencontre, de la fécondation mutuelle…

 

 

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Bibliographie sommaire :

–      Conférence Épiscopale Régionale du Nord de l’Afrique (CERNA), Les Églises du Maghreb en l’an 2000, D.C. n°2221, du 05.03.2000, p. 230-241. Et : Chrétiens au Maghreb, le sens de nos rencontres, D.C. n°1775, du 02.12.79, p. 1032-1044.

–      Mgr. Henri Teissier, Chrétiens en Algérie, un partage d’espérance, Paris, Desclée de Brouwer, 2002, 231p.

–      Abdellatif Felk, Repenser l’Islam au-delà des événements du 11 septembre, article publié dans la revue mensuelle L’Essentiel, n° 11, avril 2002, Casablanca.

–      Touria Oulehri, La Répudiée, Casablanca, Afrique-Orient, 2001, 175p.

–      Malek Chebel, Le sujet en islam, Paris, Seuil, 2002, 295p.

–      R. Bourqia, M. El Ayadi, M. El Harras et H. Rachik : Les jeunes et les valeurs religieuses, Casablanca, Eddif, 2000, 259p.

–      Jacques Levrat, Une expérience de dialogue, les centres d’étude chrétiens en Monde musulman, Altenberge, Chistlich-Islamisches Schriftum, 1987, 392p. ;

–      Etiam, La Source, à Rabat, un lieu de rencontre entre chrétiens et musulmans, dans Chemins de Dialogue, n° 13, 1999, p. 221-229.

 

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At the meeting of Catholic Cultural Centres of the Mediterranean, held in Barcelona from the 7th to the 11th of May 2003, Fr. Jacques Levrat, from the Church in Morocco spoke on The Situation of Christianity and its Challenges in North Africa. Presenting the phenomena of secularism and globalisation, he outlined three important challenges: solidarity, clarity and theological reflection.

 

All’Incontro dei centri culturali cattolici del Mediterraneo, tenutosi a Barcellona, dal 7 all’11 maggio 2003, è intervenuto, dalla Chiesa in Marocco, il P. Jacques Levrat con una relazione dal titolo Situazione del cristianesimo e le sue sfide nella realtà culturale dell’Africa del Nord . Presentando i fenomeni del secolarismo e della globalizzazione, il P. Levrat sottolinea tre grandi sfide: la solidarietà, la lucidità e la riflessione teologica.

 

En el encuentro de Centros Culturales Católicos del Mediterráneo, que tuvo lugar en Barcelona del 7 al 11 de mayo del 2003, intervino el P. Jacques Levrat con una relación titulada Situación del cristianismo y sus desafíos en la realidad cultural de Africa del Norte. Presentando los fenómenos del secularismo y de la globalización, plantea tres grandes desafíos: la solidaridad, la lucidez y la reflexión teológica.

 


 


1 Un autre universitaire tunisien, Hichem Djaït, dit que le monde arabe « s’est raconté des mensonges à lui-même ». Et le Marocain Khalid Belyazid évoque « le traitement vaniteux de notre histoire ».

2 Dans cette perspective le Centre La Source à Rabat est à l’origine d’un livre : Histoire de la présence catholique au Maroc, rédigé en commun par un historien musulman Jamaa Baïda et un historien chrétien Vincent Feroldi. Ce livre qui aborde scientifiquement cette époque devrait voir le jour sous peu.

3 A ce propos, Olivier Roy, à la fin de son livre L’échec de l’Islam politique (Seuil, 1992), écrit : La culture qui menace la société musulmane n’est ni juive, ni chrétienne, c’est une culture mondiale de consommation et de communication – laïque, athée et vide – qui ne porte en elle ni valeur ni stratégie : c’est un code, non une civilisation…

4 Cf. Jacques Levrat et Abdellatif Felk, Cristians i Musulmans, com es veuen mutuamente, Fundacio Joan Maragall, Barcelone, 2002, p. 28.

5 La vitalité de ces associations s’est manifestée lors du dernier Forum social mondial de Porto Alegre où les délégations marocaine et palestinienne étaient les plus nombreuses du monde arabe.

6 Casablanca, Afrique Orient, 2001, 175p.

7 Paris, Desclée de Brouwer, 2002, 231p.

8 L’Ibla, et toute son histoire, comme celle des autres Centres d’études chrétiens situés en monde musulman, est présenté dans le livre de Jacques Levrat, Une expérience de dialogue, les Centres d’études chrétiens en Monde Musulman, Altenberge, Chrislich-Islamisches Schriftum, 1987.

9 Le Groupe de Recherches Islamo-Chrétien qui a publié essentiellement les livres suivants : Ces Ecritures qui nous questionnent, la Bible et le Coran, Paris, Le Centurion, 1987 (des éditions existent en anglais, espagnol, italien…) ; Foi et justice, un défi pour le christianisme et pour l’islam, Paris, Centurion, 1993 ; Pluralisme et laïcité, chrétiens et musulmans proposent, Paris, Bayard Edition / Centurion, 1996 ; Péché et responsabilité éthique dans le monde contemporain, Paris, Bayard Editions, 2000.

10 Paris, Desclée de Brouwer, 1999, 249p.

 


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