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 Pontifical Council for the Pastoral Care of Migrants and Itinerant People

People on the Move - Supp. N° 93,  December 2003, pp. 291-295

México

Rev. Hna. Maruja PADRE JUAN Samaniego, MSCS

Secretaria Ejecutiva, Comisión Episcopal

para la Pastoral de la Movilidad Humana

1. Gran desafío para la Iglesia en México

En razón de su ubicación geográfica, México vive un intenso movimiento humano a lo largo y ancho de su territorio, porque si dirigimos nuestra mirada a sus fronteras norte y sur, en virtud del fenómeno de migración tanto llegan al país como salen de él cantidades superlativas de personas, que buscan mejores condiciones de vida tanto para ellos como para sus familias. Si vemos a los puertos y aeropuertos, las mareas humanas son intensas, por el gran número de negociantes, turistas, viajeros, estudiantes, trabajadores, etc., que laboran y transitan por ellos. Dentro de este constante e incontable flujo humano, se encuentra inserto el pueblo gitano, diseminado en puertos, fronteras, ciudades importantes, pequeñas comunidades, en camino o ya integrado en la sociedad mexicana. 

En contraste con lo que sucede con los inmigrantes, negociantes, trabajadores, estudiantes extranjeros quienes en el supuesto de adquirir la nacionalidad mexicana, dentro del marco jurídico prevalecerá su origen; con los gitanos, como ya estamos frente a la tercera o cuarta generación de aquellos primeros que llegaron a México, evidentemente por su ciudadanía mexicana, aun es más dificultoso encontrarlos. Otro aspecto que hacen aún más difícil todavía el encuentro con los gitanos mexicanos, es el hecho de que no quieren ser identificados como tales por el rechazo social que padecen, buscan una y mil formas de esconderse para protegerse, como el hecho de vivir dispersos.

En México también es difícil afirmar que exista una colonia o pequeña comunidad en donde vivan exclusivamente gitanos, como sucede con los chinos, que existe una zona comercial donde ellos ofrecen sus exquisitas viandas o con los judíos, hindúes, árabes, españoles, franceses, libaneses, polacos, etc., que viven en colonias establecidas. 

Por otro lado, los gitanos que se internan al país y viajan hacia el norte de la República e intentan cruzar la frontera con Estados Unidos y dado que no cuentan con ninguna documentación que los acredite, son considerados como migrantes indocumentados y por lo mismo, los aseguran en los sitios fronterizos o estación migratoria en el Distrito Federal, según sea el caso, iniciándose así su proceso de deportación, que frecuentemente dura más de tres meses al carecer de los medios económicos para regresar al país que ellos dicen ser su origen.

Como se advierte de lo señalado, los gitanos están inmersos en el desmesurado flujo humano que se desplaza, sale o entra de la República Mexicana y en el intento de buscar estas ovejas olvidadas, la Iglesia en México tiene un enorme reto, porque la búsqueda en sí misma ya es un gran desafío.

El recorrido de la búsqueda

Iniciando el camino para encontrarnos con nuestros hermanos y hermanas gitanos dirigimos nuestros pasos hacia el Valle de México, en donde nuestra experiencia fue aleccionadora. Hallamos puertas que no se abren para extraños; ojos escudriñadores; actitudes ostentosas de aquellos que se desempeñan como profesionistas; diálogo áspero; rechazo sistemático para entablar una relación continua y lo más sobresaliente, ira y desprecio para la Iglesia Católica. Supimos que se convirtieron a otra fe en virtud de que la Iglesia Católica no los atendió como invitados a la mesa del Señor.

Con esta experiencia, hacemos nuestro el espíritu de las palabras de nuestro Amado Santo Padre Juan Pablo II, en esta misma Carta Apostólica Novo Millenio Ineunte en donde enfrentando los recuerdos que viven en la memoria de los hermanos y hermanas gitanos respecto de la Iglesia Católica, nos insta a examinar nuestra conciencia y pedir perdón por nuestras "infidelidades con las cuales tantos hijos suyos, a lo largo de la historia, han ensombrecido su rostro de Esposa de Cristo" (No. 6), convencidos que "... esta «purificación de la memoria» reforzará nuestros pasos en el camino hacia el futuro, haciéndonos cada vez más humildes y atentos a nuestra adhesión al Evangelio" (Cfr. No.6).

Continuando el sendero en la búsqueda de nuestros hermanos y hermanas gitanos, llegamos a Villahermosa, Tabasco; Veracruz, Ver., y Guadalajara, Jal., en donde hallamos adivinadores de la suerte, lectores del tarot, sanadores del espíritu, una caravana quienes se dedican a la venta de utensilios, ropa, pulseras, aretes y collares fabricadas por ellos, etc. Su modo de ser como pueblo gitano, produce en estos lugares de México al mismo tiempo curiosidad y temor; curiosidad por su lengua, manera de vestirse tan vistosa, la belleza de sus hombres, mujeres y niños y temor porque se han hecho la fama de ladrones, robachicos (niños), embaucadores y supersticiosos. En virtud del concepto que se tiene de ellos en estos lugares y en muchas otras partes de la República, nuestros hermanos y hermanas gitanos se aislan, porque a pesar de que muchos de ellos son mexicanos por nacimiento, no han simpatizado tampoco ni con las costumbres ni con los habitantes de este país y por lo mismo, no surgen raíces que puedan, en un momento dado sedentarizarlos.

En la capital de la República, Distrito Federal, específicamente en la Delegación Iztapalapa, en donde se encuentra la estación migratoria, hallamos hermanos y hermanas gitanos quienes han sido asegurados en este espacio del gobierno de México, para ser deportados a sus supuestos países de origen. Para describir lo que sucede con ellos, describiremos un caso específico: Una familia gitana compuesta aproximadamente de ocho miembros, de los cuales cinco eran niños, provenía de Argentina, lugar de donde salieron huyendo porque el Presidente Municipal del lugar donde radicaban, entabló una denuncia en su contra por dedicarse a mendigar. De los hijos de la familia, uno había nacido en Rumania, otro Alemania, otro en España y uno más en Argentina, hablando todos ellos español y los adultos además su lengua nativa. Otro caso es el de una familia de gitanos compuesta por padre, madre y un hijo pequeño, que después que pudieron obtener la custodia y salir de la estación migratoria consiguieron regularizar su situación legal en el país, fueron nuevamente asegurados en la estación migratoria porque en reiteradas ocasiones los hallaron mendigando, siendo en definitiva deportados a su supuesto país de origen.

II. Camino hacia la plena comunión: Descubriendo recíprocamente el rostro del Señor Jesucristo en el ser humano

Por desconocer la identidad, historia y evolución del pueblo gitano, en México resulta fácil juzgarlos, ignorarlos y así desdeñarlos, desfigurarlos y despreciarlos, perdiendo la oportunidad de un encuentro nutricio, enriquecedor y fructífero para ambas partes en donde brille el esplendor de una auténtica comunión y por ende el rostro de Jesús, cristalizado en la conjugación de diversas maneras de ser, pensar, actuar, relacionar, etc., que pudiera ser una ocasión de celebración de los dones como miembros de una sola familia de Dios.

A lo largo de la historia, ¿quién puede medir los sufrimientos que lleva en su corazón y en su ser un pueblo que ha sido juzgado, ignorado, desdeñado, desfigurado y despreciado sistemáticamente? ¿En qué medida el pueblo mexicano puede contribuir tanto a aliviar sus indecibles sufrimientos como a la superación de prejuicios de ambos lados para así crecer juntos y enriquecidos por esta misma experiencia, dar lugar a un nuevo camino de comunión y solidaridad? ¿Cómo conseguir que tanto el pueblo gitano como el mexicano, asuman sus respectivas responsabilidades: los primeros de no incurrir en actitudes ofensivas a la sociedad nacional y ésta en proporcionar medios de integración social y un clima social de tolerancia? ¿Cómo favorecer para que juntos tomen conciencia de su dignidad como hermanos y hermanas en la paternidad universal y de su responsabilidad para conseguir realizar su vocación tanto en el mundo como en la Iglesia? ¿Cómo favorecer una atmósfera de apertura y acogida en ambos pueblos? 

Es raro que en la sociedad mexicana se hallen quienes adviertan las peculiaridades positivas del pueblo gitano, como el hecho de que mantienen profundos vínculos de parentesco y solidaridad, que no se restringen solamente a la unidad familiar o al clan. Destacan entre sus valores más arraigados: El respeto a los mayores, la honradez en relación a otros gitanos, la fidelidad matrimonial, el culto a los muertos, vitalidad de este pueblo que siempre ha sabido resurgir del dolor y de la opresión, con renovado amor, gracias a sus valores de solidaridad familiar y de la celebración de la vida.

Cuando se rememora el andar del pueblo gitano, inmediatamente se asocia el camino de los

migrantes mexicanos hacia el norte del continente, resplandeciendo el rostro del Señor Resucitado en ambos manifestado en su intenso, profundo y perseverante espíritu de lucha, que los hace fracturar las fronteras impuestas por los hombres. Hermanos juntos en un solo andar (gitanos y migrantes), llevan en su tránsito o destino el bagaje precioso de su religiosidad, que nutre y enriquece a quienes se permiten el contacto con ellos; ambos emergen en la luz radiante del Señor, cuando los lazos del amor y solidaridad los sostienen y fortalecen a pesar de las privaciones, vejaciones, aislamiento, discriminación y opresión. 

III. Diálogo y misión: ¿qué motivaciones, qué objetivos?

En esta reflexión y celebración de la vida compartida, se abre un espacio para un profundo diálogo que posibilite una conversión mutua para apreciar y respetar lo que significa el ser humano en su totalidad, independientemente de sus circunstancias y singularidades; un diálogo que permita sentirse recíprocamente "como «uno que me pertenece», para saber compartir sus alegrías y sus sufrimientos, para intuir sus deseos y atender a sus necesidades, para ofrecerles una verdadera y profunda amistad" (NMI No. 43).

Primeras pinceladas en un largo y arduo camino

Por primera ocasión se dio a conocer algunos aspectos importantes relativos a la Pastoral de Gitanos en el Congreso Nacional sobre la Pastoral de la Movilidad Humana, que tuvo lugar en el Puerto de Veracruz, del 10 al 14 de marzo del año en curso, despertando inquietudes en los agentes de pastoral que asistieron, reconociendo que el anuncio de la Buena Nueva a los gitanos lleva implícito un gran desafío para la Iglesia en México, el despliegue de grandes esfuerzos, enorme voluntad y compromiso profundo. 

No queremos dejar de mencionar los esfuerzos, que aunque pequeños, ya son las primeras raíces de una pastoral de esta naturaleza en México. Me refiero a la Arquidiócesis de México, que otorga servicios jurídicos para, en la medida de lo posible, conseguir regularizar la condición migratoria de los gitanos que se encuentran asegurados por carecer de documentación además de proporcionarles asistencia médica y social.

Es nuestra esperanza que la convivencia y las enseñanzas adquiridas en este Congreso, iluminen el camino que deberemos seguir, a nivel nacional, a favor de nuestros hermanos y hermanas gitanos, quienes, en México son descendientes de húngaros, rusos, franceses y medio orientales, mismos que hace alrededor de 15 años eran católicos en su mayoría, pero que ahora profesan el pentecostalismo u otras religiones.

Es nuestro anhelo, conseguir convertirnos en casa y escuela de comunión con ellos, testimoniando en nuestro vivir: "Por el amor que se tengan los unos a los otros reconocerán todos que son discípulos míos" (Jn 14, 35).
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