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  CONFERENCIA INTERNACIONAL SOBRE LA REFORMA AGRARIA
Y EL DESARROLLO RURAL
(PORTO ALEGRE, BRASIL, 7-10 DE MARZO DE 2006)

INTERVENCIÓN DE MONSEÑOR JANUSZ BOLONEK*

Martes 7 de marzo de 2006

 

Señor presidente:

1. Al tomar la palabra en esta Conferencia, la Santa Sede desea ante todo unirse a las demás delegaciones para felicitar a la FAO por su iniciativa y asimismo dar las gracias al Gobierno brasileño, que ha permitido la realización de este encuentro. Se trata, ciertamente, de un momento importante para la comunidad internacional, llamada no solamente a evaluar las propuestas de posibles acciones, sino sobre todo a dar respuestas válidas a las expectativas de cuantos —pequeños agricultores, campesinos, artesanos y sus familias— viven y trabajan establemente en el mundo rural.

La agenda de nuestros trabajos pone de manifiesto la necesidad de intensificar la solidaridad internacional, para afrontar conscientemente el gran desafío planteado por el objetivo del desarrollo de los pueblos y, en este marco, por el compromiso específico en favor del crecimiento del mundo rural, a fin de garantizar a la humanidad una efectiva seguridad alimentaria.

Estos temas, tan importantes para toda la familia humana, interpelan también directamente a la Iglesia católica, la cual, en virtud de su naturaleza y su misión, desea servir a la causa del hombre en todas las circunstancias. Por eso, la Santa Sede ha creído oportuno proponer asimismo una reflexión argumentada sobre estas cuestiones, que podéis encontrar en la Nota técnica que se os ha entregado. El peligro de considerar al mundo rural como una realidad secundaria, o incluso olvidarlo, existe realmente, favoreciendo así la pérdida de los elementos fecundos de orden social, económico y espiritual que lo caracterizan.

2. La idea de la FAO de unir una vez más la reforma agraria y el desarrollo rural atestigua que, a pesar de la variedad de las experiencias realizadas hasta ahora en cada país y la petición incesante de colaboración dirigida a las instituciones internacionales, siguen existiendo las expectativas de millones de personas, las cuales solicitan que, además del aspecto teórico, se busquen soluciones prácticas que permitan reorganizar la capacidad de trabajo, el medio ambiente y el aspecto social, en sentido amplio, del sector agrícola.

Es preciso reconocer que uno de los límites de las políticas, de las acciones y de las intervenciones en favor del mundo rural consiste en que no hacen referencia a las estructuras tradicionales, a los valores morales, a la capacidad de acción de las personas y de las comunidades, y a la mayor autonomía de cada uno. El trabajo agrícola debe ser garantizado y, por consiguiente, asegurado no sólo como una opción de organización o de política económica, sino en razón de las aspiraciones más profundas y del desarrollo integral y armónico de la persona, tanto en el aspecto individual como en el comunitario.

En este sentido, una buena subsidiariedad, desde el ámbito local hasta la más amplia dimensión internacional, puede permitir trabajar en favor del desarrollo de las zonas rurales, buscando como objetivo el bien común, con una atención proporcionalmente más intensa en favor de los más necesitados.

Dado que a menudo se encuentran en situación de miseria, de explotación, de acceso limitado al mercado, de dificultad social, de falta de apoyo en sus derechos y sus necesidades fundamentales, los campesinos sin tierra y los pequeños agricultores son los primeros destinatarios de los programas de cooperación organizados según sus expectativas, que tienen como objetivo garantizar un desarrollo concreto. Con frecuencia se encuentran en condiciones de vida precarias, pues su trabajo está condicionado por situaciones climáticas y naturales adversas, así como por no contar con recursos para afrontar la escasez o la pérdida de las cosechas, con el consiguiente abandono gradual de la actividad agrícola, llevados por la ilusión, con frecuencia errónea, de encontrar en las áreas urbanas mejores respuestas a la condición de pobreza.

Cambiar esta situación significa recurrir a un concepto concreto de justicia capaz de traducirse en políticas, reglas, normas y acciones solidarias. Hay que reconocer y sostener con generosidad, de acuerdo con el principio de subsidiariedad, las iniciativas puestas en marcha por las diferentes fuerzas sociales y que unen espontaneidad y cercanía a los hombres que necesitan ayuda (cf. Deus caritas est, 28).

3. La dimensión mundial de la actividad agrícola, el uso de las técnicas modernas y los progresos constantes de la investigación permiten esperar, con renovada confianza, progresos cercanos y rápidos de la producción y de los índices de desarrollo humano. Se trata de una realidad que debe ser acogida y evaluada de manera positiva, a condición de ser reconocida como un instrumento prolongado de la creación, ofrecido a la familia humana, y no como un elemento que altera el orden natural.

Determinar el futuro de las zonas rurales depende también de la responsabilidad de las generaciones actuales con respecto a la conservación y la protección de la naturaleza, y al equilibrio recíproco entre los distintos ecosistemas que pertenecen al mundo rural: las tierras, los bosques, la fauna, el agua, el aire. Muchas veces la falta de una buena relación entre la tierra y quien la cultiva, la incertidumbre relacionada con el título de propiedad o con las posesiones, y la imposibilidad de acceder al crédito, así como otras situaciones que afectan a los pequeños agricultores, son la causa de una excesiva explotación de los recursos naturales con el único objetivo de la rentabilidad inmediata.

La importancia del medio rural en la comunidad humana se muestra claramente por el hecho de que en él resulta fácil y espontáneo respetar la naturaleza, que es creación, en sus ritmos y en su desarrollo, conscientes de que las intervenciones técnicas y científicas, aunque sean necesarias o útiles, pueden tener consecuencias no queridas que degradan en ocasiones de modo grave y tal vez irreversible la naturaleza misma, cuyas leyes no admiten ser violadas.

La delegación de la Santa Sede desea subrayar, por último, la necesidad de proteger y sostener a la familia rural en la importante función que puede desempeñar, especialmente para contribuir a un desarrollo respetuoso de la naturaleza y sobre todo atento a la dignidad fundamental del ser humano.

Muchas gracias, señor presidente.


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española n.18 p.9 (p. 233).

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