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PRÓLOGO

al libro Documentos 1969-1996[*]

 

La publicación de todos los documentos de la Comisión Teológica Internacional en un único volumen no es sólo un modo para facilitar su consulta, sino también un suceso teológico, porque permite tener el panorama completo de un camino singular de investigación, que va de los años 1969 a 1996. Se trata, en efecto, de la reflexión de un grupo de estudiosos particularmente cualificados, que, trabajando en diálogo y en colaboración con los Pastores de la Iglesia y, en primer lugar, con el supremo Pastor, el Obispo de Roma, están en contacto directo con las problemáticas más significativas que conoce la vida de la Iglesia. La simple lectura de los títulos de los documentos publicados lo revela claramente.

Este punto de vista sugiere, por tanto, examinar la fisonomía que presenta el sucederse de las temáticas. Parece configurarse, a este respecto, un itinerario que se desarrolla en espiral, en el sentido de que, por una parte, determinados temas son abordados en diversas ocasiones en el curso de los años, si bien bajo aspectos diversos y en contextos más amplios, y, por otro lado, mientras se vuelve constantemente sobre un eje central, la cristología (cf. los documentos de 1972, de 1979, de 1981, de 1985, de 1994), se observa también una tendencia de expansión que va desde temas más eclesiológicos a temas más universales, misioneros.

Queriendo ser más explícitos: la Comisión, después de haber estudiado ya en 1970 el tema del «sacerdocio católico», vuelve en 1973 a reflexionar más a fondo sobre «La apostolicidad de la Iglesia y la sucesión apostólica» y nuevamente en 1984, en el texto sobre «Temas selectos de Eclesiología», el párrafo 7 se titula «El sacerdocio común en su relación al sacerdocio ministerial».

Asimismo, si ya desde 1976, ante el reto de los nuevos pueblos emergentes, se había afrontado el tema de la «Promoción humana y salvación cristiana», esta línea de reflexión se ha profundizado después en 1983 con el texto sobre «Dignidad y derechos de la persona humana», pero, sobre todo, en el de 1987 sobre «Fe e inculturación», para culminar con el último documento sobre «El Cristianismo y las religiones» (1996).

Aun en el retornar de algunas temáticas se observa también un movimiento centrífugo, que corresponde por lo demás a la dinámica de la Iglesia, enviada a anunciar el evangelio a todos los pueblos, teniendo, sin embargo, siempre fijo su centro, el corazón de la fe: Jesucristo Redentor del hombre.

Al mismo tiempo, se asiste a otro fenómeno: el alternarse de las temáticas particulares (sacerdocio, moral, matrimonio, penitencia, escatología, redención) con temáticas metodológicas más generales: La unidad de la fe y el pluralismo teológico (1972), Magisterio y teología (1975), La interpretación de los dogmas (1988).

En conjunto, se puede ver que se está ante una dinámica de sístole y diástole, de análisis y de síntesis, típica de un organismo vivo, que recuerda también la dinámica de la Iglesia primitiva, tal como es delineada por los Hechos de los Apóstoles. También aquí, desde el núcleo primitivo de la Iglesia de Jerusalén, con sus problemas concretos (la sustitución de Judas, el problema del servicio de las mesas), esta dinámica vital se extiende progresivamente, bajo la acción del Espíritu Santo y siguiendo la indicación de Jesús, a Judea, a Samaría, a Siria, a Anatolia, para volver a examinar, en el Concilio de Jerusalén, los problemas suscitados por la evangelización de los paganos. Se reanuda después con impulso nuevo hacia Frigia y Galacia, Macedonia, Grecia, hasta que Pablo regresa a Jerusalén, para una confrontación con los otros apóstoles acerca de la andadura de su misión. Después la mano de Dios lo conduce de ahí a Roma, a los «confines de la tierra».

La analogía de recorrido entre el camino de la Comisión Teológica Internacional en estos años y el de la Palabra de Dios en los Hechos de los Apóstoles sugiere algunas consideraciones sobre la naturaleza de la teología, que me parece pueden ser útiles para introducir este volumen.

Ante todo, para poder pensar teológicamente, es necesario un centro: la muerte y resurrección de Jesús, Redentor del mundo; lo cual significa la verdad cristológica, pero también el lugar, al mismo tiempo teológico y espacial, que la custodie, un centro vital al cual referirse y un espacio orgánico del cual tomar la vitalidad para progresar: la Iglesia.

En segundo lugar, la Iglesia, y por ello la teología, es viva si es misionera, abierta al mundo entero, es decir, si cumple la misión que Cristo le ha confiado de evangelizar todos los pueblos.

En tercer lugar, la Iglesia no tiene un programa establecido por ella anticipadamente, o que pueda determinar desde el inicio en sus particularidades, sino que su Señor la precede en el camino de la historia y le indica progresivamente el camino, precisamente a partir de los problemas que en el transcurso van apareciendo. Sin embargo, parece oportuno que tales problemáticas no sean aisladas del contexto más amplio; por el contrario, precisamente para un discernimiento y una solución más auténtica, han de ser reubicadas en una perspectiva más amplia y general.

Por último, merece poner de relieve como, con el paso del tiempo, se destacan también con más claridad en este camino de la Comisión Teológica Internacional las grandes figuras de teólogos que han formado parte de ella desde sus inicios. Pienso sobre todo en personalidades como las de Henri de Lubac, Yves Congar, Hans Urs Von Balthasar y otros más, que con su genio inspirador, con su apasionada fidelidad a la Iglesia y con la humildad de su servicio han conseguido dar, desde el inicio, autoridad a la Comisión Teológica Internacional. Como las figuras de los grandes testigos de la fe que marcaron los comienzos de la Iglesia (Pedro, Pablo, Bernabé, Esteban, Felipe), ellos nos ofrecen un estilo de presencia, un método, una orientación de trabajo.

Quisiera, finalmente, expresar mi gratitud al Padre Cándido Pozo S.I., miembro activo él también por muchos años de la Comisión Teológica Internacional, por haber preparado esta publicación de los documentos en lengua española, que viene a completar la serie de los volúmenes que recogen los documentos de la Comisión, ya existentes (aunque limitados al período 1969-1985) en francés, italiano e inglés.

Al confiar estos textos, fruto de tanto trabajo y fatiga, a la atención del amplio público de lectores de lengua española, tengo la esperanza que sirvan de orientación y estímulo para la reflexión teológica y para la misión de una Iglesia a la que también hoy Cristo se dirige con las palabras: «seréis mis testigos hasta los confines de la tierra».

Joseph Cardenal Ratzinger

 


[*] Comisión Teológica Internacional, Documentos 1966-1996. Veinticinco años de servicio a la teología de la Iglesia, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 19982

 

 

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