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CONSEJO PONTIFICIO PARA EL
DIÁLOGO INTERRELIGIOSO
Cristianos y
musulmanes: testigos de la esperanza
MENSAJE PARA EL MES DE RAMADÁN
Y EL EID AL-FITR
1442 H. / 2021 A.D.
Queridos hermanos y hermanas musulmanes:
En el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso nos complace
transmitiros nuestros buenos deseos fraternales para un mes rico en bendiciones
divinas y en crecimiento espiritual. El ayuno, la oración, la limosna y otras
prácticas piadosas nos acercan a Dios nuestro Creador y a todos aquellos con los
que vivimos y trabajamos, ayudándonos a seguir el camino por la senda de la
fraternidad.
Durante estos largos meses de sufrimiento, angustia y dolor,
especialmente en los periodos de confinamiento, hemos percibido la necesidad de
la asistencia divina, y de expresiones y gestos de solidaridad fraterna, como
una llamada telefónica, un mensaje de apoyo y consuelo, una oración, ayuda para
comprar medicinas o alimentos, consejos y, en pocas palabras, la seguridad de
saber que alguien está a nuestro lado en los momentos de necesidad.
La ayuda divina, necesaria y buscada sobre todo en circunstancias
como la actual pandemia, es múltiple: la misericordia divina, el perdón, la
providencia y otros dones espirituales y materiales. Y sin embargo, lo que más
necesitamos en estos días es la esperanza; por eso nos parece oportuno compartir
con vosotros algunas reflexiones sobre esta virtud.
Sabemos que la esperanza incluye el optimismo, pero va más allá. El
optimismo es una actitud humana, mientras que la esperanza está arraigada en
algo religioso: Dios nos ama y por eso nos cuida con su Providencia, a través de
sus misteriosos caminos, que no siempre son comprensibles para nosotros. En
estas situaciones, somos como niños que, aunque están seguros del cuidado
amoroso de sus padres, aún no son capaces de comprenderlo plenamente.
La esperanza surge de nuestra convicción de que los problemas y las
pruebas tengan un significado, un valor y un propósito, por muy difícil o
imposible que nos resulte entender la razón o encontrar una salida.
La esperanza lleva consigo la convicción de la bondad que hay en el
corazón de cada persona. A menudo, en situaciones de dificultad o desesperación,
la ayuda y la esperanza que aporta llegan de donde menos lo esperamos.
La fraternidad humana, con sus múltiples manifestaciones, se
convierte así en una fuente de esperanza para todos, especialmente para los más
necesitados. Agradecemos a Dios, nuestro Creador, y también a los hombres y
mujeres, nuestros semejantes, la pronta respuesta y la generosa solidaridad
mostrada por los creyentes y las personas de buena voluntad sin afiliación
religiosa, en tiempos de catástrofes, tanto naturales como provocadas por el
hombre, como los conflictos y las guerras. A nosotros, como creyentes, todas
estas personas y su bondad nos recuerdan que el espíritu de fraternidad es
universal y trasciende todas las fronteras étnicas, religiosas, sociales y
económicas. Al adoptar este espíritu, imitamos a Dios, que mira con benevolencia
a la humanidad que creó, a todas las demás criaturas y al universo entero. Por
eso, según el Papa Francisco, el creciente cuidado y preocupación por el
planeta, nuestra "casa común", es otro signo de esperanza.
También somos conscientes de que hay factores adversos a la
esperanza: la falta de fe en el amor y el cuidado de Dios, la pérdida de
confianza en nuestros hermanos, el pesimismo, la desesperación y su opuesto
infundado, la presunción, las generalizaciones injustas basadas en las
experiencias negativas propias, etc. Hay que oponerse eficazmente a estos
pensamientos, actitudes y reacciones perjudiciales para reforzar la esperanza en
Dios y la confianza en todos nuestros hermanos.
En su reciente encíclica,
Fratelli tutti, el Papa Francisco
habla a menudo de la esperanza, y nos dice: «Invito a la esperanza, que "nos
habla de una realidad que está enraizada en lo profundo del ser humano,
independientemente de las circunstancias concretas y los condicionamientos
históricos en que vive. Nos habla de una sed, de una aspiración, de un anhelo de
plenitud, de vida lograda, de un querer tocar lo grande, lo que llena el corazón
y eleva el espíritu hacia cosas grandes, como la verdad, la bondad y la belleza,
la justicia y el amor. […] La esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la
comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan
el horizonte, para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y
digna (cf. Gaudium et spes, 1)". Caminemos con esperanza» (nº
55).
Nosotros, cristianos y musulmanes, estamos llamados a ser portadores
de esperanza para la vida presente y futura, y a ser testigos, constructores y
reparadores de esta esperanza, especialmente para aquellos que padecen
dificultades y desesperación.
Como signo de fraternidad espiritual, os aseguramos nuestras
oraciones, expresando nuestros mejores deseos de un Ramadán pacífico y
fructífero y un feliz Eid al-Fitr.
Desde el Vaticano, el 29 de marzo de 2021
Miguel Ángel Cardenal Ayuso Guixot, MCCJ
Presidente
Mons. Indunil Kodithuwakku Janakaratne Kankanamalage
Secretario
Consejo Pontificio
para el Diálogo Interreligioso
00120 Ciudad del Vaticano
Tel.: +39.06.6988 4321
Fax: +39.06.6988 4494
E-mail: dialogo@interrel.va
http://www.pcinterreligious.org/
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