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Jornada Mundial de la Juventud: De Toronto a Colonia

Roma, 10-13 de abril 2003

Mons. Stanisław Ryłko
Secretario
Consejo Pontificio para los Laicos

 

El itinerario de preparación de la JMJ 2005

 

1. El inicio de una nueva etapa

La simbólica celebración de la entrega de la Cruz de los jóvenes canadienses a los jóvenes alemanes, el próximo Domingo de Ramos, da oficialmente inicio a una nueva etapa de aquella grande aventura espiritual que es la Jornada Mundial de la Juventud. Y cuando se emprende un nuevo camino es oportuno no sólo tener bien clara la meta sino tener también presente algunos indicadores que son esenciales para no equivocarse de camino y "no correr en vano", como dice el Apóstolo (Gal 2,2). Este es precisamente el objeto de mi breve intervención.

Para facilitar nuestro itinerario pastoral hacia la cita en el 2005, el Papa ya ha anunciado el tema: "Hemos venido a adorarle" (Mt 2,2), cronológicamente precedido de aquél de la JMJ 2004: "Queremos ver a Jesús" (Jn 12,21). Una vez más, con la elección misma de los temas, el Papa confirma el carácter cristocéntrico de estos eventos. Una vez más, él llama a los jóvenes del mundo entero a mirar a Cristo, invitándoles a contemplar su rostro, con María, ir a la escuela de ella y dejándose guiar por ella. Es una invitación que trasluce del tema elegido para la JMJ de este año: "Ahí tienes a tu Madre" (Jn 19,27).

En el 2005, el encuentro mundial de los jóvenes con el Papa nos llevará a Colonia, una ciudad antigua, sede de la Iglesia que desde hace siglos custodia y venera las reliquias de los Reyes Magos. Por ello es un lugar sobremanera simbólico. Al elegirlo, el Papa ha querido llamar la atención de los jóvenes de hoy sobre el camino espiritual que hace dos mil años, en su búsqueda de Cristo - Rey de los Judíos -, han realizado estos personajes misteriosos provenientes del Oriente. La meta de su camino: "Hemos venido a adorarle" viene a ser la nuestra. Este itinerario espiritual importante implica algunas prioridades de orden pastoral que quisiera compartir con todos ustedes.

 

2. La formación permanente de los agentes de pastoral juvenil

La formación de formadores es, en mi opinión, una de las necesidades más urgentes de la Iglesia de hoy. Gracias a las Jornadas Mundiales de la Juventud ha crecido una nueva generación de jóvenes - la llamada "generación de Juan Pablo II", la generación de los "centinelas de la mañana", la generación del "pueblo de las bienaventuranzas". Estos jóvenes necesitan una nueva generación de formadores, sean éstos sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos o laicas. ¡Una generación nueva para los métodos, para los programas, para el entusiasmo!

El sector de la pastoral juvenil, quizás más que otro sector pastoral de la Iglesia, no sólo no permite descanso - por así decir - en el testimonio de Cristo, pero exige que este testimonio esté en su autenticidad y en su misma credibilidad constantemente a la altura de expectativas siempre "severas". ¡Quien trabaja con los jóvenes sabe bien lo fácil que es desilusionarlos, lo poco que basta para perderlos!

La petición hecha por los griegos a los apóstoles: "Queremos ver a Jesús", elegida como tema para la JMJ 2004, expresa plenamente el deseo profundo que los jóvenes llevan en el corazón. Un deseo que los impulsa a mirar en torno a ellos, a buscar, a interrogar. Esta espera, esta esperanza, conlleva para los responsables de la pastoral juvenil una pregunta ineludible sobre la propia capacidad de hacer ver a Cristo a los jóvenes que lo buscan. Como decía en mi homilía, la pastoral juvenil no debe convertirse en rutina, urge volver a descubrir su misión profética. Es necesario volver a encontrar el ardor, el coraje, la capacidad de ir contracorriente, de romper los esquemas... La pastoral juvenil es el campo en el que se decide el futuro de la Iglesia. Pero los métodos y los programas por sí solos no bastan si no tenemos la capacidad de volver a interrogarnos. Ahora debemos preguntarnos seriamente cuál es nuestro testimonio de vida ante esta constante petición que nos llega desde el mundo de los jóvenes: "Queremos ver a Jesús". El Papa comenta así esta palabra: "Como aquellos peregrinos de hace dos mil años, los hombres de nuestro tiempo, quizás no siempre conscientemente, piden a los creyentes de hoy no sólo 'hablar' de Cristo, sino en cierto modo hacérselo 'ver' [...]. Nuestro testimonio sería, además, enormemente deficiente si nosotros no fuésemos los primeros contempladores de su rostro" (Novo millennio ineunte, n1 16). Y exhorta: "El nuestro es un tiempo de continuo movimiento, que a menudo desemboca en el activismo, con el riesgo fácil del 'hacer por hacer'. Tenemos que resistir a esta tentación, buscando 'ser' antes que 'hacer'" (ibid., n1 15).

Las Jornadas Mundiales de la Juventud interpelan a los agentes de la pastoral no sólo y no tanto en cuanto al 'hacer' mismo - porque a menudo hacemos tantas cosas, a veces quizás demasiadas - sino, sobre todo, en cuanto al 'ser' mismo. Quizás debería haber menos congresos, menos convenios, y más retiros espirituales para 'ser más' y dar una mayor consistencia espiritual a nuestra labor pastoral entre los jóvenes. La formación permanente de cuantos trabajan en este sector, sin duda estratégico de la acción pastoral de la Iglesia, es por lo tanto una cuestión de máxima importancia.

 

3. El programa base de la pastoral juvenil a la luz de la 'Novo millennio ineunte'

En la carta apostólica Novo millennio ineunte el Papa confirma la conveniencia, más aún, la necesidad de programas pastorales. También es, en cierto sentido, saludable si entre los programas y la vida concreta hay una tensión más o menos fuerte. La pastoral, como decía san Gregorio Magno, es un 'arte', más bien, el arte de las artes: Ars artium, regimen animarum! Los formadores, como los artistas, tienen que ser creativos y poseer una viva fantasía 'pastoral'... para que la rutina y la costumbre, eternos enemigos de la pastoral, no agoten la savia vital.

Así, en la elaboración del programa pastoral en vista de la JMJ de Colonia, tenemos que tener presente algunos principios básicos que Juan Pablo II ha recordado precisamente en la Novo millennio ineunte.

Primero, la primacía de la gracia. Cuando se habla de la evangelización y de la pastoral no hemos de olvidar nunca la naturaleza más profunda, no hemos de olvidar nunca que ambas, la evangelización y la pastoral, son esencialmente obra de la gracia. Los resultados de nuestro esfuerzo tanto en la una y como en la otra, no dependen nunca, en primer lugar, de nuestra inteligencia y de nuestra capacidad organizativa, sino precisamente del don de la gracia divina. El Papa nos lo recuerda, afirmando con fuerza, que "no será una fórmula lo que nos salve, pero sí una Persona" (ibid., n1 29), y llama nuestra atención sobre la oración, factor clave de la fecundidad y del éxito de todo proyecto pastoral. Siempre hemos de recordar que no son las reglas de los estudios del mercado o de la propaganda las que impulsan la pastoral. Su naturaleza y su fundamento residen en otro lugar y se revelan sólo a la luz de la fe.

Segundo, la primacía de la santidad. El Papa apunta a la santidad como la "perspectiva en la que debe situarse el camino pastoral" (ibid., n1 30). Por lo tanto, la persecución de la santidad es prioritaria también en el ámbito de la pastoral juvenil. La llamada a la santidad concierne a todos los bautizados y tenemos que tener el valor de proponerla también a los jóvenes como "alto grado de la vida cristiana ordinaria" (ibid., n1 31), esforzándonos para que nuestras iniciativas pastorales se conviertan en una verdadera 'escuela de santidad', en una verdadera 'escuela de oración'. Es un proyecto ambicioso, exigente, pero vale la pena acometer su realización.

Tercero, la primacía de la vida sacramental. En el proceso de la educación a la fe, dos sacramentos tienen un peso determinante: la Eucaristía y la Reconciliación. Se les ayuda a los jóvenes a volver a descubrir la Eucaristía como "fuente y cima de toda vida cristiana" (Lumen gentium, n1 11), y a volver a descubrir el sacramento de la Reconciliación como encuentro con Cristo que libera de la esclavitud más radical que existe, es decir, del pecado. El Papa mismo anima a los Pastores a armarse de "mayor confianza, creatividad y perseverancia en presentarlo y valorizarlo" (Novo millennio ineunte, n1 37). No es casual, que de todos los sacramentos éstos dos estén siempre en el centro de las Jornadas Mundiales de la Juventud; todos recordamos el conmovedor testimonio de las largas colas de jóvenes delante de los confesionarios del Circo Máximo de Roma en 2000, y delante de los confesionarios del parque Duc in altum de Toronto en 2002. Son signos muy alentadores, a los que se debe hacer caso.

Cuarto, la primacía de la espiritualidad de comunión. La grande causa de los jóvenes requiere el esfuerzo enérgico y generoso de toda la Iglesia, pero especialmente el de las realidades asociativas. Res nostra agitur! Cada una de ellas está llamada a dar su propio aporte según su propio carisma. La pastoral juvenil debe ser el fruto maduro de la espiritualidad de comunión de la que habla Juan Pablo II. Por lo tanto, no antagonismo competitivo, sino colaboración y el compartir.

Por lo tanto ¿qué cosa debemos hacer? Me parece aquí más que apropiado contestar con las palabras de extraordinaria fuerza profética que el Papa escribe en la Novo millennio ineunte: "He repetido muchas veces en estos años la llamada a la nueva evangelización. La reitero ahora, sobre todo para indicar que hace falta reavivar en nosotros el impulso de los orígenes, dejándonos impregnar por el ardor de la predicación apostólica después de Pentecostés. Hemos de revivir en nosotros el sentimiento apremiante de Pablo, que exclamaba: '¡ay de mí si no predicara el Evangelio!'" (ibid., n1 40). Quiera el Señor que este encuentro sea la ocasión propicia para volver a darle impulso y vigor a nuestro empeño por la grande causa de los jóvenes en la Iglesia y en el mundo.

                    

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