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DISCURSO DEL SUSTITUTO PARA LOS
ASUNTOS GENERALES DE LA SECRETARÍA DE ESTADO CON MOTIVO DE LA
REAPERTURA DE LA REPRESENTACIÓN
PONTIFICIA EN HONDURAS
12 de julio de 2024
Excelentísima Señora Doris Gutiérrez, Designada Presidencial de Honduras;
Ilustres miembros del Gobierno y del Cuerpo Diplomático;
Excelentísimo Señor Nuncio Apostólico y colaboradores;
Estimados hermanos en el Episcopado;
Señoras y Señores:
Buenos días, quisiera comenzar transmitiendo a todos los presentes el cordial
saludo y la cercanía espiritual del Papa Francisco.
Hacerlo es apropiado, ya que esta Nunciatura Apostólica es un signo claro de la
solicitud y preocupación del Santo Padre por la Iglesia, el pueblo y las
Autoridades todas de este noble País.
Me es grato estar aquí con todos ustedes para la reapertura de
esta Representación Pontificia, rememorando una larga historia de
relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y la República de
Honduras. Mirando a su bandera podríamos decir que estas relaciones
nacen del corazón de Dios y de su amor por su Pueblo. Muchos dicen
que su azul, común a otras banderas americanas, se inspira en el
celeste de la Virgen Inmaculada, pero este tiene un tono más
profundo, porque siendo un mismo Cielo el que se mira en sus aguas,
la hondura del corazón de sus gentes la refleja con mayor intensidad
que en otras regiones. De ello parece que dio razón hasta el mismo
Cristóbal Colón al acercarse a sus costas.
Una nota en el Archivo de la Secretaría de Estado nos confirma el inicio de
relaciones diplomáticas con Honduras ya en 1861. Pero dichas relaciones, sin
embargo, debieron interrumpirse pronto para retomarse a principios del siglo
pasado, con un Representante Pontificio ante varios países de la zona de
Centroamérica, residente en Guatemala.
Será en 1933 cuando Honduras acoja la primera Nunciatura erigida en su capital.
Desde entonces no ha faltado nunca un Representante Pontificio en esta bendita
tierra.
Los Representantes Pontificios más allá de la labor diplomática por ellos
desarrollada, han sido también prelados, personas que han amado entrañablemente
esta tierra. Cómo no recordar entre ellos el ejemplo eximio de Mons. Federico
Lunardi, que llegaría a ser uno de los más ilustres historiadores de Honduras, y
tantos otros ilustres prelados que amaron y sirvieron aquí en Honduars. Yo mismo
ocupé el cargo de consejero en esta Nunciatura Apostólica desde el 2002 al 2006,
con Sus Excelencias los Nuncios Apostólicos Mons. George Panikulam y Mons.
Antonio Arcari. Años bellos e intensos, en los que desempeñé una gratificante
labor diplomática y sacerdotal, gracias a la acogida que la Iglesia Hondureña me
brindó.
La reapertura de esta Nunciatura Apostólica demuestra las sólidas relaciones
bilaterales que existen desde hace años entre la República de Honduras y la
Santa Sede. Estas están basadas en el interés prioritario de la Iglesia,
de ser – como afirmó el Papa Francisco - «observador atento y sensible de las
problemáticas que afectan la humanidad, con el sincero y humilde deseo de
ponerse al servicio del bien de todo ser humano», y de su desarrollo de forma
integral y global (cf.
Discurso de Papa Francisco al Cuerpo Diplomático acreditado ante la
Santa Sede, 7 de enero de 2019).
Para la Iglesia cada hombre, cada mujer, es un hijo amado de Dios y la misma
creación es vista como un don que el Señor ha dejado como responsabilidad a toda
la humanidad.
Cariñosamente le decimos a esta Sede, la casa del Papa en Honduras, porque la
labor del Nuncio Apostólico es también cuidar la relación de la Iglesia local
con el Santo Padre y la Santa Sede. De este modo, el Nuncio Apostólico encarna
la solicitud del sucesor de Pedro y de la Iglesia universal, por esta fracción
del Pueblo de Dios que peregrina en Honduras, como signo de comunión de todos
sus miembros con el Cuerpo Místico de Cristo.
Para concluir, deseo expresar mi gratitud al Señor Nuncio Apostólico S.E. Mons.
Gábor Pintér, a Mons. Giacomo Antonicelli, Secretario, a las Hermanas de Marta y
María y a los colaboradores, en particular a todos los que han hecho posible con
tanto esfuerzo y dedicación la realización de esta obra. Un grato recuerdo va
dirigido también a S.E. Mons. Novatus Rugambwa, quien en su tiempo inició la remodelación de la casa de las
religiosas.
A todos muchas gracias por el tiempo y el esfuerzo dedicados para hacer realidad
este deseo de renovar la casa del Santo Padre. Gracias por su amable atención y
por favor reciban una vez más la cercanía espiritual del Papa Francisco al
inaugurar su casa en Honduras.
Muchas gracias.
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