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MENSAJE DEL CARD. JEAN VILLOT,
EN NOMBRE DEL SANTO PADRE, AL ARZOBISPO DE NUEVA YORK,
CARDENAL TERENCE JAMES COOKE, CON MOTIVO DE UN SIMPOSIO
SOBRE PLANIFICACIÓN FAMILIAR NATURAL

 

Querido cardenal Cooke:

El Santo Padre ha visto con complacencia la celebración del próximo simposio especial sobre el tema "Planificación familiar natural. Diez años de progresos 1968-1978" organizado por el Comité de Acción en favor de la vida, de la Conferencia Nacional de Obispos Católicos de Estados Unidos, en colaboración con la Fundación en favor de la vida humana y de la planificación familiar natural, a fin de conmemorar el décimo aniversario de la Encíclica Humanae vitae.

El Santo Padre me ha encargado de transmitirle su felicitación por este simposio que se propone examinar los progresos científicos de la década pasada y suscitar mejor comprensión y mayor apoyo a las enseñanzas de la Iglesia sobre la moralidad conyugal, la vida familiar y la paternidad responsable.

Sin duda que los participantes en el simposio estarán al tanto de las tomas de posición recientes de la Iglesia sobre estos temas concretos. A la vez que recuerda enseñanzas anteriores, el Santo Padre desea llamar la atención en esta ocasión sobre algunas cuestiones de importancia pastoral especial en la planificación familiar natural.

El primer campo sobre el que desea atraer la atención es el de la investigación.

Es muy alentador constatar el aumento de la investigación científica seria en el sector de la planificación familiar natural durante los años siguientes a la Encíclica Humanae vitae.

Es muy importante continuar investigando con apertura, de modo que los métodos naturales de regulación de la natalidad puedan sostenerse científicamente a mayor escala y así sean aceptados con mayor confianza por un número más amplio de personas.

Produce satisfacción notar igualmente que aumenta la colaboración científica no sólo en la investigación, sino también en la evaluación y desarrollo de los métodos.

El segundo sector en el que Su Santidad desea hacer hincapié es el de la promoción.

Una vez más estimula y agradece a cuantos trabajan en la promoción de la planificación familiar natural, sea directamente con los esposos, o también en tareas médicas o sociales. A la vez, ruega encarecidamente que se continúe por todos los medios tratando de poner al servicio de los esposos los resultados de la investigación científica.

Con respeto creciente de los derechos de la conciencia y del derecho a seguir los dictados de la propia religión, junto con interés cada vez mayor, sobre todo entre los jóvenes, hacia formas de vida que respeten las reglas de la naturaleza, se debería estimular a las entidades responsables del desarrollo positivo de la sociedad, a interesarse más constructivamente en los medios naturales de planificación familiar. Es importante que las autoridades públicas y las organizaciones internacionales, personal médico y asistentes sociales, consejeros matrimoniales y educadores, reconozcan los altos valores positivos que están en la base de los métodos naturales en los que la dignidad de la persona humana queda salvaguardada: el conocimiento y la comprensión de la fecundidad ayudan a mantener la autonomía personal liberando a los esposos de medios artificiales y llevándolos a un grado de dominio de la propia sexualidad que está en contraste total con el permisivismo y la promiscuidad, dos graves problemas sociales a resolver actualmente. Es muy de desear, por tanto, que las organizaciones públicas pongan interés en ello, a fin de apoyar a los esposos y a los organismos que se inspiran en sus convicciones para seguir estos altos ideales.

El tercer sector de importancia pastoral al que el Santo Padre quiere atraer el interés es precisamente el de los ideales que deben impulsar todo programa de planificación familiar natural. Esta no es un método más para obstaculizar la natalidad. Como enseña claramente la Encíclica Humanae vitae: "El problema de la natalidad, como cualquier otro referente a la vida humana, hay que considerarlo, por encima de las perspectivas parciales de orden biológico o psicológico, demográfico o sociológico, a la luz de una visión integral del hombre y de su vocación, no sólo natural y terrena sino también sobrenatural y eterna" (7).

Para "que tenga éxito la planificación familiar natural es necesario que se responsabilice personalmente el marido y la mujer. Con la concientización de los dos la planificación resulté medio eficaz, con la gracia de Dios, para alcanzar unidad en el matrimonio y amor conyugal, el cual está ordenado, como ha declarado el Concilió Vaticano II "por su propia naturaleza, a la procreación y educación de la prole" (Gaudium et spes, 50).

La Iglesia se da cuenta ciertamente de que criar hijos y ser padres requieren valencia y generosidad; es consciente también de las exigencias y sacrificios que le son inherentes; pero sabe asimismo que ello comporta gozos y promesas. Hoy día en que el hijo es considerado un peso, sobre todo, y una limitación de la libertad de los esposos, es necesario proclamar que el hijo es testimonio viviente del amor de los esposos. Es conveniente añadir además que entre los esposos que desempeñan su tarea de procreación con sentido de responsabilidad humana y cristiana generosa "son dignos de mención muy especial los que de común acuerdo: bien ponderado, aceptan con magnanimidad una prole más numerosa para educarla dignamente" (Gaudium et spes, 50).

El Santo Padre hace notar que —al igual que en todos los campos de la misión pastoral de la Iglesia— los proyectos de planificación familiar natural deben presentar integralmente la enseñanza auténtica de la Iglesia, poniendo la atención debida a todas las exigencias del plan de Dios sobre el matrimonio, que es "una sabia institución del Creador para realizar en la humanidad su designio de amor" (Humanae vitae, 8). Al mismo tiempo se debe ayudar a los esposos con comprensión cristiana y con paciente solicitud pastoral, a hacer frente victoriosamente con la ayuda de Dios, a todas las dificultades que puedan nacer de situaciones físicas, económicas, psicológicas y sociales, o de otras causas de sufrimiento.

Además hay que señalar que el apoyo a proyectos de planificación familiar natural forman parte de la aportación de la Iglesia al progreso integral de todos. Es un servicio específico a los esposos que luchan por cumplir fielmente sus deberes de esposos y padres. Es vital que quienes se dedican a la tarea de la enseñanza y propaganda de la planificación familiar natural, reciban ellos mismos adecuada formación, reconocimiento y ayuda de las comunidades eclesiales y de sus dirigentes.

El Santo Padre propone a la reflexión de los participantes en el simposio de Nueva York la visión de la Iglesia sobre la planificación familiar natural, por ejemplo, que ésta no puede limitarse a nivel de técnicas o investigaciones científicas, aunque esté vinculada a ellas esencialmente. Los programas de planificación familiar natural deben proponerse concretamente y sobre todo educar a la castidad conyugal. Esta educación ha de ser ayudada y sostenida por la oración; para los católicos será completada grandemente en los sacramentos de la Penitencia y Sagrada Eucaristía. Los proyectos deben poner la mira en formar una visión integral de la persona humana, en la que el amor conyugal está íntimamente ligado a la apertura a la vida y en el que el gozo no está separado del sacrificio y del dominio de la propia sexualidad. Captar esta visión y su presentación al mundo tan turbado de hoy, es deber y aportación específica de todos los cristianos, pero especialmente de los esposos cristianos, llamados por virtud del sacramento del matrimonio a edificar el Reino de Dios sobre la tierra.

Es motivo de satisfacción para el Santo Padre saber que los organizadores y miembros del simposio de Nueva York profesan ideales cristianos sobre el matrimonio y la vida humana en sí, y de ello han dado ya prueba durante largos años de esfuerzo incansable. A todos los que trabajan juntos en la defensa de la dignidad del amor conyugal, de la importancia de la familia cristiana y de la sacralidad de la vida humana en todos sus estadios, Su Santidad expresa profunda gratitud.

Con afecto paterno en Cristo Jesús imparte una bendición apostólica especial a todos los reunidos, así como a sus fieles colaboradores, pidiendo al Señor, fuente de la vida y el amor, que siga derramando su gracia confortadora sobre sus actividades futuras.

Con mis mejores deseos para vuestra entrega a actividades en defensa de la vida. suyo sinceramente en Cristo

Cardenal Jean VILLOT
Secretario de Estado

 

 

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