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E NTREVISTA AL SECRETARIO DE ESTADO,
CARDENAL PIETRO PAROLIN,
SOBRE EL VIAJE
DEL SANTO PADRE A COREA*

Lunes 11 de agosto de 2014

 

«A Asia se debe ir, es importante», dijo el Papa Francisco a los periodistas al término del viaje a Brasil. Y ahora el Papa va a Corea del Sur, a 15 años de la última visita a la India de Juan Pablo II. ¿Qué es lo que hace a este viaje tan importante?

Diría que la importancia de este viaje está vinculada esencialmente a tres factores: el primero es el hecho de que el Papa viaja por primera vez a Extremo Oriente, una región del mundo que adquiere una relevancia cada vez más acentuada en la política y la economía mundial. El Papa va para dirigirse a todo el continente, no sólo a Corea. Cierto, el viaje es para Corea, pero tiene como destinatarios a todos los países del continente, gracias precisamente a esta celebración de la Jornada asiática de la juventud, que tendrá lugar en Corea y en la que participarán representaciones de jóvenes de los países vecinos. Y luego, el tercer aspecto, el del futuro, la juventud representa el futuro, por lo tanto el Papa se dirige al futuro de este continente, se dirige al futuro de Asia. He aquí, me parece que estos son los elementos característicos de este viaje, que destacan también toda su importancia.

En su exhortación Ecclesia in Asia, de 1999, Juan Pablo II escribía que «en el tercer milenio se pueda recoger una gran cosecha de fe en este continente tan vasto y con tanta vitalidad». Quince años después, ¿la esperanza ya se convirtió en realidad?

Mirando un poco a los números, a las cifras, tenemos que reconocer que el camino del Evangelio en Asia no es tan rápido, tan veloz, como podríamos esperar y como esperamos. Todos sabemos que sólo el uno, el dos por ciento de la población asiática profesa la fe cristiana, y la Iglesia se encuentra en situaciones muy diferentes en los diversos países: en algunas situaciones más fáciles, en otros en situaciones más difíciles. Pero creo que debemos tener una mirada que vaya más allá de los números, de las cifras y de la cantidad, y reconocer que hay en Asia, a pesar del avance de los fenómenos de la secularización y del materialismo, típicos del mundo actual y de todos los continentes, un vivo deseo de Dios, hay una profunda sed de valores espirituales, y hay también una gran vitalidad en las religiones, las cuales han demostrado que saben adaptarse y cambiar incluso ante la inconstancia de la situación. Todas estas me parece que son señales positivas, que van en el sentido indicado por las palabras de san Juan Pablo IIque usted citaba, en cuanto que el Evangelio, precisamente, se propone como un camino hacia la plenitud. A partir de estas aspiraciones profundas, espirituales y religiosas, el Evangelio se propone como una plenitud que puede dar respuesta a estos deseos y a estas expectativas.

Corea de tierra de misión se ha convertido en tierra de la que parten misioneros. El viaje del Papa Francisco, ¿podrá influir sobre la amplitud de los horizontes asiáticos de esta misión?

Volvemos a encontrar casi la frescura primitiva en esta experiencia de la Iglesia coreana que precisamente de evangelizada se hace evangelizadora, que de destinataria del anuncio del Evangelio se hace anunciadora, testigo de este mismo anuncio. Y es una realidad de verdad consoladora, son cerca de mil entre sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos y misioneros coreanos dispersos por el mundo, en casi 80 países de varios continentes. Por lo tanto, una realidad misionera muy consistente y que todavía está en crecimiento. El Papa Francisco va a promover, a reforzar este movimiento que ya está activo en el seno de la Iglesia coreana, y creo que lo hará del modo que le es propio, sabiendo que, como desde el inicio de su pontificado, desde la exhortación apostólica Evangelii gaudium, ha insistido en esta dimensión misionera de la Iglesia, la Iglesia en salida, la Iglesia que va hacia las periferias existenciales y geográficas, la Iglesia que debe llevar a todos el anuncio gozoso del Evangelio. Retomando lo que decía Pablo VI, en la Evangelii nuntiandi, recordémoslo también a él casi en vísperas de su beatificación, que la Iglesia existe para evangelizar. Así, pues, uno de los mensajes claros del Papa será precisamente para confirmar y reforzar este movimiento.

El corazón del viaje será el encuentro del Papa Francisco con los jóvenes de Asia, que a menudo, en una sociedad muy competitiva, se alejan de la Iglesia para buscar el éxito en la escuela. ¿Qué mensaje les llevará a ellos el Papa?

Tenemos que decir que la Iglesia coreana ha demostrado siempre una gran atención y un gran interés pastoral respecto a los jóvenes. El mensaje que creo que el Papa llevará a estos jóvenes es que deben convertirse en protagonistas de la vida de la Iglesia. Por lo tanto, una presencia activa, una presencia partícipe, una presencia de colaboración y corresponsabilidad. La Iglesia necesita a los jóvenes, nos lo recordaba san Juan Pablo II, nos lo recuerda el Papa Francisco. Por lo tanto, un protagonismo en el seno de la Iglesia y un protagonismo también en la misión. Los jóvenes, y esta es la llamada fundamental, tienen que llegar a ser evangelizadores de sus coetáneos, así, pues, estamos siempre en la línea de la evangelización, y es este el mensaje que les llevará el Papa. Además, naturalmente, de la insistencia en no dejarse deslumbrar por los valores efímeros de nuestras sociedades y de nuestro mundo, y encontrar en Jesús la auténtica respuesta a sus interrogantes e inquietudes.

¿Qué testimonio pueden dar a las jóvenes generaciones de católicos asiáticos los mártires coreanos que el Papa Francisco beatificará en Seúl?

Este es otro motivo por el cual el Papa va a Corea, para la beatificación de los 124 mártires coreanos. Creo que se debe destacar el hecho de que dentro de este grupo haya sólo un sacerdote, mientras que los demás son laicos, que desempeñaban las más variadas y diversas profesiones, desde las más humildes a las profesiones de mayor nivel en la escala social. Y esto nos conduce a una de las características de la Iglesia coreana, es decir, que es una Iglesia nacida del testimonio y del compromiso de los laicos, que supieron conservar y transmitir la fe. Creo que este es el mensaje fundamental, es decir, que en la Iglesia todos estamos llamados a colaborar en la misión de anunciar el Evangelio y todos estamos llamados a la santidad, una santidad que se puede manifestar de diversas formas pero que debe caracterizar el compromiso de cada uno. No se es cristiano si no existe en nosotros esta tensión continua, cotidiana, hacia la santidad, esta llamada a la santidad en la forma de un testimonio sincero, auténtico y total que puede llegar hasta la entrega de la vida en el caso de aquellos que tienen la gracia de ser llamados al martirio, y esta es la llamada que el Papa hará a estos jóvenes y a toda la Iglesia coreana.

Corea puede representar las esperanzas y los problemas del continente asiático, y el Papa Francisco visitará un centro de rehabilitación para discapacitados y rezará en el «jardín de los niños abortados». ¿El gran desarrollo de los «tigres asiáticos» estuvo lamentablemente acompañado por la cultura del descarte?

Ciertamente es una observación que podemos hacer, y es aquí, una vez más, que la Iglesia puede decir una palabra, puede ofrecer un testimonio, el testimonio de la caridad. La caridad ha sido siempre un «instrumento», usemos esta palabra, para anunciar el Evangelio, precisamente la atención a los últimos, la atención a las personas vulnerables, la atención a los pobres, la atención a los marginados y a aquellos que fueron puestos al margen de la sociedad ha sido siempre una característica de los cristianos y de la Iglesia. Y me parece que en la cultura asiática esto pueda tener una incidencia especial, es decir, también estos dos gestos que realizará el Papa van precisamente en este sentido, en el sentido de la tarea misionera de la Iglesia a través de la atención a los más necesitados. Por lo tanto, la caridad como medio para anunciar el Evangelio, para anunciar concretamente el Evangelio en situaciones difíciles, en situaciones de marginación.

El economista Thomas Han, que fue también embajador de Corea ante la Santa Sede, hizo notar que Corea es tal vez el único país en el mundo donde la Iglesia católica crece al ritmo del desarrollo económico. En efecto, a menudo se dice que con el aumento del bienestar económico y del materialismo, la fe disminuye. ¿Cómo leer esta contratendencia en la sociedad coreana?

Es verdaderamente una contratendencia, que en cierto sentido, al menos personalmente, me asombra, porque lo que experimentamos, normalmente, es un cierto abandono, una cierta indiferencia, por parte de nuestras sociedades tecnológica y materialmente avanzadas. Yo diría que la interpretación que se puede hacer de ello, al menos la que puedo hacer yo, es que no hay ninguna cultura, y ni siquiera la cultura contemporánea, que sea impermeable al Evangelio. Cualquier cultura, incluso la que parecer ser la más refractaria, tiene espacios en los cuales se puede anunciar el Evangelio, y estos espacios, en resumidas cuentas, son los espacios profundos del corazón humano. El hombre es siempre el mismo, en cualquier situación que se encuentre, incluso si evidentemente la cultura lo condiciona mucho. Sin embargo, el corazón del hombre tiene deseos. Recordemos que san Agustín decía que nuestro corazón está inquieto «hasta que no descanse en ti». Y que no hay ninguna realidad material que pueda satisfacer esta sed del corazón. Yo interpretaría un poco así también a estas sociedades muy avanzadas, avanzadas desde un punto de vista material y desde un punto de vista tecnológico, en las cuales, sin embargo, permanece este deseo profundo en el corazón que no encuentra respuesta adecuada en las cosas materiales y en el progreso. Y Corea nos ofrece una gran esperanza en este sentido; también nuestras sociedades que viven la misma realidad, que han anticipado estas realidades, pueden de cualquier modo ofrecer caminos… ¡Está en nosotros! El gran desafío de la Iglesia es encontrar estos caminos y recorrerlos hasta el final para que el agua del Evangelio pueda volver a saciar todos los corazones de los hombres.

El Papa Francisco se reunirá con los supervivientes y los parientes de las víctimas del naufragio del Sewol. ¿La pastoral de la ternura y de la cercanía a quien sufre puede dejar un signo también en Corea?

Sí, ciertamente. Sabemos que este hecho dramático, doloroso, suscitó mucho sufrimiento. Abrió muchas heridas y alimentó muchas polémicas en la sociedad coreana. El Papa quiere demostrar que el método para aliviar estos dolores y para tratar de curar estas heridas, es precisamente el de estar cerca de las personas. Esta es la clara señal: esta cercanía, que es la cercanía de Jesús a todos los que sufren, debe ser la cercanía de la Iglesia a todos los que sufren. Así, pues, va también en este sentido precisamente este gesto de caridad y de amor respecto a los familiares de las víctimas de esta tragedia.

El Papa concluirá su viaje a Corea, que los obispos definen «la última víctima de la guerra fría», con una misa por la paz y la reconciliación. ¿Podrá este viaje abrir nuevos canales de diálogo entre los líderes de las dos Coreas y dar esperanza a los católicos de Corea del Norte?

Esta ha sido siempre la gran esperanza de la Santa Sede que se ha comprometido también concretamente en esta dirección. Es una constatación más que obvia el que la península aún atraviesa por muchas tensiones y que necesita paz y reconciliación. Yo creo que el viaje del Papa ayudará también en este sentido a continuar con esta obra de solidaridad, respecto a las poblaciones que se encuentran en la indigencia, que pasan necesidad, y favorecer, en la medida de los posible, aperturas de espacios de comunicación y de diálogo, porque creo, y es una convicción que el Papa ha repetido muchas veces, que sólo a través de esta comunicación y este diálogo se pueden incluso resolver los problemas que aún existen, y que si hay buena voluntad por parte de todos siempre se encuentran canales para ello.

 


* L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n. 34, pág. 7.