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CONFERENCIA INTERNATIONAL
«LOS EMPRESARIOS COMO AGENTES DE INCLUSIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL»
[Ciudad del Vaticano, 17-18 de noviembre de 2016]

 

INTERVENCIÓN DEL SECRETARIO DE ESTADO
CARDENAL PIETRO PAROLIN

Em.mo Señor Presidente del Consejo Pontificio de la Justicia y de la Paz, Cardenal Peter A. Turkson,
Señor Presidente de UNIAPAC, Ingeniero José María Simone,
Excelentísimas Autoridades de los Organismos Internacionales aquí presentes,
Señoras y Señores,
Estimados amigos:

El Santo Padre Francisco, en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual, afirma que “la vocación de un empresario es una noble tarea, siempre que se deje interpelar por un sentido más amplio de la vida; esto le permite servir verdaderamente al bien común, con su esfuerzo por multiplicar y volver más accesibles para todos los bienes de este mundo” (n. 203).

La Conferencia internacional de UNIAPAC que hoy nos reúne puede y debe ser vista, entonces, como una oportunidad privilegiada para reflexionar sobre el sentido trascendente que el Papa desea para la actividad empresarial y sacar conclusiones audaces y generosas.

La función social de las empresas ha sido tradicionalmente considerada en la óptica de la relación entre capital y trabajo y de la producción de bienes y servicios para la sociedad. Más recientemente también han adquirido importancia otras consideraciones, como la inserción de la empresa en el medio geográfico local, la relación con los consumidores, la efectiva contribución al bien común de los productos o servicios ofrecidos, las opciones éticas implicadas en esos mismos productos, la transparencia y la honestidad fiscal, el diálogo con los gobiernos, sindicatos y sociedad civil, etc. En modo particular se ha impuesto por si mismo el tema de los efectos de exclusión o de inclusión social de la actividad empresarial. El programa de esta Conferencia abordará todos esos temas, con una atención especial a la inclusión. La sesión de la Conferencia que ahora nos ocupa pretende, en concreto, ensanchar el horizonte de la reflexión al panorama internacional y a la relación de las empresas con las instituciones internacionales y, sobre este punto, he sido invitado por Su Eminencia el Cardenal Turkson a aportar la visión de la Santa Sede.

Nunca los efectos de las acciones económicas se han detenido en las fronteras nacionales, porque la familia humana es una. Esta realidad se ha potenciado cada vez más en los últimos tres siglos, como consecuencia del imparable progreso tecnológico. Por eso, ya en el siglo XIX, aparecieron organizaciones interestatales de coordinación técnica y, en el siglo XX, nacieron innumerables organizaciones internacionales políticas y económicas que cubren prácticamente todos los aspectos del quehacer humano. En este contexto de cooperación y diálogo internacional se coloca también la Santa Sede, que hoy mantiene relaciones diplomáticas con 180 Países y es miembro u observador de las agencias y organizaciones internacionales más importantes. Esta subjetividad internacional pública y soberana de la Santa Sede, que se desarrolló a lo largo de muchos siglos, expresa el reconocimiento del ámbito originario e inalienable de la libertad de la Iglesia Católica.

Ese ámbito de libertad, a su vez, corresponde a la existencia de una dimensión trascendente del hombre, individual y social: la dimensión religiosa, que tiene consecuencias sobre todas las relaciones humanas políticas, económicas, culturales y técnicas, pero que no se puede someter totalmente a la potestad de los estados. Esta dimensión, entonces, exige por si misma la existencia de un ente independiente de los gobiernos con poder de expresarse libremente en todos los ámbitos nacionales e internacionales. La misión internacional de la Santa Sede, por tanto es defender la libertad de la Iglesia y, más en general, la dignidad de la persona humana, la libertad religiosa y la paz. Defendiendo estos valores, la Santa Sede, está defendiendo también la honesta actividad empresarial y, al mismo tiempo, dándole indicaciones y orientaciones éticas concretas sobre la construcción de un justo orden social.

En su discurso a la Asamblea General de las Naciones Unidas el 25 de septiembre de 2015, el Santo Padre ha dicho que la adopción de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, más conocida como los Objetivos de Desarrollo Sostenible, y los acuerdos de la Conferencia de Paris sobre el cambio climático eran “una importante señal de esperanza”. Dicho de otro modo, estos documentos contienen sugerencias y orientaciones válidas tanto para los gobiernos nacionales como para toda la sociedad civil, tanto para preservar y mejorar el ambiente natural como para combatir la pobreza extrema.

Pero decía también el Papa que “no bastan, sin embargo, los compromisos asumidos solemnemente, aunque constituyen ciertamente un paso necesario para las soluciones. La definición clásica de justicia... contiene como elemento esencial una voluntad constante y perpetua: Iustitia est constans et perpetua voluntas ius suum cuique tribuendi. El mundo reclama ... una voluntad efectiva, práctica, constante, de pasos concretos y medidas inmediatas, para preservar y mejorar el ambiente natural y vencer cuanto antes el fenómeno de la exclusión social y económica, con sus tristes consecuencias...”. Este apelo del Santo Padre debe interpelar también a los empresarios, como componentes responsables del tejido social.

Las empresas, por tanto, deben asumir una fuerte responsabilidad social, también en su incidencia política a nivel internacional. Hacer buenos negocios, para un empresario que asuma sus responsabilidades éticas, es asegurarse siempre que todos los componentes de su cadena de producción y de comercialización de bienes y servicios contribuyan a la promoción de la dignidad humana, al mejoramiento del ambiente natural y a la paz. Esto no ocurrirá nunca como resultado automático del simple aumento de las utilidades de la empresa, sino que será el fruto de aquella voluntad constante y efectiva de justicia que pedía el Santo Padre.

A este respecto, es bueno considerar que las recomendaciones de los organismos internacionales, especialmente aquellos más representativos – pienso ahora, entre otros, en la Organización Internacional del Trabajo (OIT) o en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo – pueden ser una guía para las actividades empresariales a nivel nacional, regional e internacional. A su vez, todas las organizaciones no gubernamentales empresariales deben hacerse presentes en las foros multilaterales. La Santa Sede está presente en esos foros, como señalábamos, como ente soberano de derecho internacional. Los empresarios, católicos, cristianos y personas de buena voluntad, en el ejercicio de sus deberes religiosos y morales de dar un alma al orden político temporal, deben acompañar aquella acción de la Santa Sede, actuando a título personal o de sus empresas, con libertad, responsabilidad y espíritu de iniciativa.

Sería deseable que en todas las organizaciones que tratan los múltiples aspectos de la política económica ocurriese algo semejante a la OIT, cuya organización tripartita asegura una participación institucional de todos los sectores empresariales. No basta la participación de las grandes multinacionales, que de por si es legítima, pero representa siempre solo un interés sectorial. Sería interesante que en estos foros estuviesen bien representadas la pequeña y media empresa, el sector cooperativista e incluso las micro-empresas y las empresas nacidas de las organizaciones sociales de base. UNIAPAC puede cumplir una gran tarea en este aspecto, en un doble sentido: hacer llegar a las empresas nacionales de todo tipo, en modo adecuado, las grandes conclusiones y orientaciones internacionales, transmitidas de acuerdo a la doctrina social de la Iglesia y a su vez promover y asegurar la participación de todos los niveles empresarios en los organismos internacionales.

Con ocasión del primer aniversario de la aprobación de la Agenda de 2030 de Desarrollo Sostenible, la Santa Sede ha distribuido, como instrumento de trabajo de la 71 sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas, una larga y sustanciosa Nota sobre la misma Agenda, que me permito de sugerir que UNIAPAC difunda entre sus miembros.

Quisiera ahora volver al tema de la paz, que está especialmente en el corazón del Santo Padre. Decía el Papa en su Discurso a las Naciones Unidas que “la guerra es la negación de todos los derechos y una dramática agresión al ambiente. Si se quiere un verdadero desarrollo humano integral para todos, se debe continuar incansablemente con la tarea de evitar la guerra entre las naciones y los pueblos. Para tal fin hay que asegurar el imperio incontestado del derecho y el infatigable recurso a la negociación, a los buenos oficios y al arbitraje, como propone la Carta de las Naciones Unidas, verdadera norma jurídica fundamental”.

La responsabilidad social de las empresas a nivel internacional debe convertirlas en actores activos de la paz. Los contactos internacionales entre empresarios deben servir para crear un ambiente de fraternidad entre las naciones y la mayor o menor contribución a la paz debe ser también un criterio para la toma de decisiones empresarias. La renuncia voluntaria a la participación en la fabricación de armas de destrucción de masa o de armas convencionales excesivamente nocivas o de efectos indiscriminados, constituiría, por ejemplo, una contribución importante al desarme generalizado. La paz se vería favorecida también si los sectores empresarios, especialmente los más poderosos, renuncian a obtener privilegios fuera de sus países de origen. El respeto del ambiente exigido por las legislaciones más avanzadas se debe también cumplir, como un imperativo moral, en las inversiones en los países más pobres. La paz, a su vez, compromete las empresas de medios, que tienen obligación de informar franca e independiente sobre los conflictos y sobre las intenciones de las partes. La paz exige un esfuerzo por superar la indiferencia por aquello que parece lejano a los propios intereses, haciéndose cargo de los sufrimientos de las poblaciones afectadas por la guerra. La paz exige que todos los miembros de la sociedad civil, empresarios incluidos, se opongan decididamente a la guerra y exijan a los gobernantes una acción internacional responsable.

El Santo Padre no deja de alzar constantemente su voz sobre la dolorosísima situación en el Oriente Medio y en otros países de Asia y África, donde las familias de cristianos y otros grupos culturales o étnicos, incluidos los musulmanes, se han visto arrasadas por una ola de odio y de locura, que ha destruido sus fuentes de trabajo y su patrimonio cultural y religioso. Repitiendo las palabras del Santo Padre a las Naciones Unidas el año pasado: “Estas realidades deben constituir un serio llamado a un examen de conciencia de los que están a cargo de la conducción de los asuntos internacionales. ... hay rostros concretos antes que intereses de parte, por legítimos que sean. En las guerras y conflictos hay seres humanos singulares, hermanos y hermanas nuestros, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, niños y niñas, que lloran, sufren y mueren (idem). Nadie debería sentirse eximido de ese examen de conciencia que pide el Santo Padre.

Sobre el corazón del Papa pesa también el fenómeno de las migraciones, que es a la vez efecto de las guerras, de la pobreza y del degrado ambiental. Es necesario un esfuerzo extraordinario para afrontar positivamente las causas del problema en su raíz, apagando las guerras y creando fuentes seguras y estables de trabajo en el lugar de origen. Al mismo tiempo, sin embargo, hay que recordar que migrar para asegurar la vida y un razonable progreso personal y de la propia familia es un derecho humano. Cabe a los empresarios también la noble tarea crear fuentes de trabajo suficientes para la población local y para todos los que llegan de fuera.

Hace 38 años San Juan Pablo II iniciaba su Pontificado exhortando a todo el mundo a no tener miedo, no tener miedo a abrir los corazones a Jesucristo. Hace unos diez días, el Papa Francisco, dirigiéndose a los movimientos populares, se extendía largamente sobre el miedo, que separa a los hombres y acaba por convertirse en instrumento de dominación por parte de aquellos cuyo único objetivo vital es el dinero y el poder. Parafraseando estas exhortaciones de los Papas, concluiría diciendo que los empresarios no deben tener miedo de asumir una responsabilidad plena y generosa por todas sus actividades y de influir positivamente en la actividad internacional, para contribuir a un “desarrollo del ser humano en su integralidad, el desarrollo que no se reduce al consumo, que no se reduce al bienestar de pocos, que incluye a todos los pueblos y personas en la plenitud de su dignidad, disfrutando fraternalmente de la maravilla de la Creación. Ese es el desarrollo que necesitamos: humano, integral, respetuoso de la Creación, de esta casa común (Discurso del Santo Padre Francisco a los participantes en el Encuentro mundial de movimientos populares, sábado 5 de noviembre de 2016).

Muchas gracias!