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DISCURSO DEL CARDENAL SECRETARIO DE ESTADO PIETRO PAROLIN,
JEFE DE LA DELEGACIÓN DE LA SANTA SEDE, 
EN EL 76ª PERIODO DE SESIONES
DE LA ASAMBLEA GENERAL DE LAS NACIONES UNIDAS

25 de septiembre de 2021

CONSTRUIR LA RESILIENCIA A TRAVÉS DE LA ESPERANZA:
RECUPERARSE DEL COVID19, RECONSTRUIR DE FORMA SOSTENIBLE,
RESPONDER A LAS NECESIDADES DEL PLANETA, RESPETAR LOS DERECHOS DE LAS PERSONAS
Y REVITALIZAS LAS NACIONES UNIDAS

 

[Introducción sobre la resiliencia a través de la esperanza]

Señor Presidente:

Me complace hacer llegar a usted y a todos los representantes de las naciones el cálido saludo del Papa Francisco.

En su Carta Encíclica Fratelli tutti sobre la fraternidad y la amistad social, el Papa Francisco analizaba los numerosos desafíos a los que se enfrenta la comunidad internacional, como la guerra y los conflictos, el maltrato y la violencia, el hambre y la pobreza, la desigualdad y la marginación, el individualismo y la desconfianza, el extremismo y la polarización, los ataques a la dignidad humana, la pandemia del COVID-19 y las amenazas al medio ambiente, entre otras "nubes negras". Para afrontar eficazmente estas dificultades, debemos abordarlas con una "esperanza renovada" basada en las "abundantes semillas de bondad de nuestra familia humana", como las que se han sembrado heroicamente en respuesta a las dimensiones médica, social, económica y espiritual de la pandemia. Tales acciones revelan, indicaba, que la medicina que el mundo necesita no es "el aislamiento y el repliegue sobre los propios intereses", sino la cercanía fraterna y la esperanza basada en las "reservas de bondad presentes en los corazones humanos"[1].

El tema de este Debate General, "Construir la resiliencia a través de la esperanza", centra nuestra atención en la importancia crucial de la esperanza en los asuntos humanos. La esperanza es diferente del optimismo, que es una expectativa de que las cosas saldrán bien, o la idea de que de alguna manera la historia se desarrollará inevitablemente en una trayectoria ascendente. Por el contrario, sabemos que nuestros logros no son incontestables: el mantenimiento de la paz, la protección y la promoción de los derechos humanos, el avance del desarrollo humano integral, el cuidado de nuestra casa común, nunca deben darse por sentados, sino que deben ser buscados y asegurados por cada generación.

Mientras surgen nuevas crisis y otras persisten, necesitamos la esperanza para perseverar en su solución. La esperanza nos mantiene motivados cuando los problemas y desacuerdos parecen irresolubles, facilita el perdón, consciente de que a través de la reconciliación puede haber un futuro mejor. Fomenta la resiliencia y nos inspira a esforzarnos aunque no podamos ver resultados en nuestra vida.

Para nosotros, los cristianos, la esperanza es el don más divino que puede existir en el corazón del hombre (cfr. Audiencia general, 27 de septiembre de 2017). Ve y ama lo que será, en el tiempo y en la eternidad (Charles Peguy, El pórtico del misterio de la segunda virtud): la esperanza "es espera, espera ferviente, apasionada de la realización última y definitiva de un misterio, el misterio del amor de Dios" (Audiencia general, 15 de octubre de 2014).

[Recuperación del COVID-19]

Señor Presidente,

El Papa Francisco declaró el año pasado en su mensaje a la Asamblea General que «de una crisis no se sale igual. Salimos mejores o peores»[2]. Para salir mejor de la pandemia del COVID-19, tenemos que apoyarnos en un renovado sentido de la solidaridad fraterna. La pandemia nos ha enseñado lo interconectado que está nuestro mundo, cómo cada Estado tiene sus propias vulnerabilidades y que ningún Estado es capaz de resolver la crisis por sí solo.

La resiliencia requiere que la comunidad internacional ponga en marcha los compromisos expresados durante la Sesión Especial de la Asamblea General sobre COVID-19 del pasado mes de diciembre. Debemos trabajar juntos para remediar la situación de los que están en la "marginalidad farmacéutica"[3] y aliviar el sufrimiento y la muerte innecesarios que ellos y tantos otros han padecido y siguen padeciendo. Este es el caso, en particular, de las vacunas, que deben estar al alcance de todos, especialmente en las zonas de conflicto y en las emergencias humanitarias[4].

La resiliencia requiere un análisis renovado de cómo los sistemas sanitarios se han visto ampliamente desbordados por la pandemia y han dejado a tantas personas sin atención suficiente o sin atención alguna. Incluso hoy en día muchas personas no tienen acceso a las pruebas, a la atención básica o a las vacunas, ni siquiera a la infraestructura energética que haría posible dicha atención. La resiliencia exige un examen de la fragilidad y de las carencias de nuestros sistemas económicos, que han dejado a muchos atrás como consecuencia de la grave recesión económica y han hecho a los pobres aún más vulnerables.

Por último, la resiliencia implica la perseverancia en la lucha contra la corrupción, ya que el daño de la corrupción ha quedado patente entre los fallos políticos y de distribución de la pandemia.

[Reconstrucción sostenible]

Señor Presidente:

La pandemia ha afectado negativamente a los programas y actividades de desarrollo, así como a la implementación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Cinco años de progreso en los 17 objetivos de desarrollo sostenible se han visto interrumpidos, y en algunos casos invertidos, por el virus y sus consecuencias. Hacer realidad el desarrollo sostenible para 2030, que hace dos años parecía una lucha ardua sin ninguna certeza de éxito, se ha convertido ahora en un reto tan desalentador que se necesitarán enormes esfuerzos.

Para reconstruir de forma sostenible, debemos replantearnos la relación entre los individuos y la economía y garantizar que tanto los modelos económicos como los programas de desarrollo sigan estando al servicio de los hombres y las mujeres, especialmente de los que se encuentran en los márgenes de la sociedad, en lugar de explotar tanto a las personas como los recursos naturales[5]. El desarrollo sostenible, si está realmente al servicio de la persona humana, debe incorporar también a los pobres y sus dones y creatividad como agentes de su propio desarrollo integral. Debemos dar rienda suelta a la promesa y a la esperanza que encarnan, para su bien y el de toda la comunidad humana[6].

[Responder a las necesidades del planeta]

Señor Presidente:

La próxima COP 26[7] en Glasgow es una oportunidad importante para la resiliencia, ya que la comunidad internacional tiene la oportunidad de comprometerse nuevamente con la protección de nuestro hogar común. Estamos obligados a reforzar nuestra ambición, puesto que actualmente estamos experimentando los efectos de décadas de inacción en lo referente a las inundaciones extremas, la sequía, los incendios forestales, el deshielo de los glaciares, el retroceso de las costas, la malnutrición y las enfermedades respiratorias que el aumento de las temperaturas está precipitando. Ya es hora de actuar. Las trágicas catástrofes naturales que han castigado a nuestros hermanos y hermanas de Haití, un pueblo que ya sufre problemas políticos y humanitarios, son un claro llamamiento a la comunidad internacional para que trabaje de forma solidaria por un desarrollo duradero y sostenible del que el pueblo de Haití pueda ser el principal protagonista.

La reciente atención prestada al medio ambiente ha dado lugar a grandes avances tecnológicos que nos permiten satisfacer nuestras necesidades de forma sostenible. La creatividad humana y la innovación en la mejora de la eficiencia y la disminución de los costes de las energías limpias están facilitando la toma de decisiones conscientes del medio ambiente por parte de los gobiernos y los individuos. Estas innovaciones, al tiempo que estimulan una creatividad empresarial similar, también inspiran esperanza.

[Respetar los derechos de las personas]

Señor Presidente:

La esperanza, con demasiada frecuencia, se niega y sigue siendo esquiva para tantas mujeres y hombres, niños y niñas debido a otra amenaza creada por el hombre para nuestra existencia común, a saber, la guerra, el conflicto y la posesión y el uso de armas de destrucción masiva. El azote de la guerra trae consigo muerte y destrucción, daña el medio ambiente, devasta comunidades y con frecuencia atrapa a regiones y países en una espiral descendente. Lamentablemente, seguimos siendo testigos del terrible impacto de las crisis y los conflictos en todo el mundo. El reciente agravamiento de la situación humanitaria en Afganistán y las actuales tensiones políticas en Siria y Líbano, así como en otros lugares, son un crudo recordatorio del impacto que los conflictos ejercen sobre los pueblos y las naciones. La Santa Sede pide a los Estados que atiendan el llamamiento del Secretario General y del Papa Francisco en favor de un alto el fuego mundial y de una responsabilidad humanitaria compartida.

El daño a nuestros semejantes y a nuestro planeta es un motivo especial de preocupación en lo que respecta a las armas nucleares y a las armas biológicas y químicas. La amenaza de las armas nucleares, asumida con el pretexto de la disuasión nuclear, crea un ethos de miedo basado en la aniquilación mutua, y envenena las relaciones entre los pueblos, obstruye el diálogo y socava la esperanza. Las cuestiones humanitarias y de seguridad exigen que pongamos fin a la carrera de armamentos nucleares y adoptemos medidas eficaces para el desarme, la no proliferación y la prohibición nuclear. La entrada en vigor, el pasado mes de enero, del Tratado para la Prohibición de las Armas Nucleares (TPNW) es un gran paso adelante. La Santa Sede tiene la firme esperanza de que impulse también el progreso en la aplicación del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP), cuya Conferencia de Revisión está prevista para el próximo mes de enero.

Señor Presidente:

El Papa Francisco considera que uno de los motivos más graves de preocupación en el mundo actual es la "crisis de las relaciones humanas" que se deriva de un modo de vida dominado por el egoísmo y por la cultura del descarte, donde a menudo son pisoteados los valores humanos y la correspondiente dignidad trascendente de la persona[8]. Esta "crisis antropológica" no es una disputa filosófica o académica, sino una crisis con enormes consecuencias prácticas para los derechos humanos.

Nuestras sociedades actuales son el teatro de muchas injusticias en las que los seres humanos son maltratados, explotados, ignorados, asesinados o dejados languidecer en situaciones de emergencia humanitaria. Las mujeres y las niñas, las personas de diferentes orígenes indígenas, raciales, étnicos y lingüísticos sufren violencia y opresión o son reducidas a ciudadanos de segunda clase. Con demasiada frecuencia, el derecho humanitario se considera una recomendación y no una obligación, tanto por parte de los actores estatales como de los no estatales. Los refugiados, los emigrantes y los desplazados internos se dejan cada vez más en el limbo o incluso se deja que se ahoguen, desamparados e incapaces de encontrar un nuevo hogar donde educar a su familia con dignidad, paz y seguridad. Los creyentes religiosos sufren acoso, persecución, muerte e incluso genocidio a causa de su fe. Los ancianos y las personas discapacitadas son descartados, especialmente cuando son frágiles o se les considera una carga. Los niños inocentes son considerados problemáticos, descartados por la sociedad incluso antes de nacer o de tener la oportunidad de aportar su propia y única contribución al mundo. La familia, que la Declaración Universal de los Derechos Humanos reconoce como el "elemento natural y fundamental de la sociedad"[9], está distorsionada.

Esto es evidente también en las nuevas interpretaciones de los derechos humanos existentes, separadas de sus valores universales subyacentes. En muchos casos, los "nuevos derechos" no sólo contradicen los valores que supuestamente apoyan, sino que se imponen a pesar de la ausencia de cualquier fundamento objetivo o consenso internacional[10]. La Santa Sede considera que, al tiempo que privan a los derechos humanos de su dimensión universal original, estas nuevas interpretaciones parciales se convierten tristemente en el punto de referencia ideológico de un "progreso" espurio y en otro motivo de polarización y división. Lamentablemente, nos enfrentamos a esto en la búsqueda constante de la introducción de nuevas y controvertidas agendas que impulsan los procesos de la ONU en contra de los mandatos dados a los organismos.

En una época en la que se siguen violando impunemente muchos derechos humanos universales, estos intentos, de hecho, desorientan, desvían de la aplicación de las convenciones de derechos humanos e imposibilitan la atención y la energía que merecen la promoción y la protección de los derechos humanos fundamentales y la dignidad. Tenemos que construir la resiliencia a través de la esperanza y el consenso en esta noble institución, al tiempo que defendemos los derechos humanos y las libertades fundamentales, incluidos el derecho a la vida, a la libertad de pensamiento, conciencia y religión, y a la libertad de opinión y expresión, y no los socavamos[11].

[Revitalizar las Naciones Unidas]

Señor Presidente:

Para fomentar la resistencia necesaria para ayudar al mundo a salir mejor de las diversas crisis a las que nos enfrentamos, las Naciones Unidas deben renovarse constantemente volviendo con mayor fidelidad y determinación a los principios y propósitos fundamentales recogidos en su Carta. Una verdadera revitalización significa no sólo hacer más eficientes las estructuras y los mecanismos, sino garantizar que la institución esté a la altura de sus objetivos verdaderos y comúnmente acordados, en lugar de convertirse en una herramienta de los poderosos. Las deficiencias estructurales que existen no pueden remediarse ni con soluciones lentas ni con arreglos rápidos, sino que requieren un compromiso con lo que el Papa Francisco denomina una “sana política." [12].

La necesidad de una sana política, basada en la búsqueda del bien común y de la verdad universal, es especialmente importante en el Consejo de Seguridad, cuyos miembros están llamados a convertirse en los principales artífices de la paz en todo el mundo, renovando constantemente su compromiso de situar la paz internacional y el Estado de Derecho por encima de los intereses nacionales o las ideologías partidistas[13]. Con demasiada frecuencia, esto último conduce inevitablemente a la paralización, mientras que los más pobres y vulnerables, que miran al Consejo en busca de signos de esperanza, siguen sufriendo, empujados a una mayor desesperación. La revitalización de las Naciones Unidas debe incluir el examen para determinar si la estructura concebida en 1945 sigue siendo adecuada para 2021 y más allá, así como el reconocimiento de que de aquellos Estados a los que se les da más, se debe esperar más, especialmente en lo que respecta a la responsabilidad por el bien común.

Además de los aspectos estructurales de la revitalización, debe prestarse mayor atención a promover y salvaguardar los mandatos de las entidades y foros de la ONU. La Santa Sede ve con preocupación el empeño de algunos en romper la útil división del trabajo entre comités, comisiones, reuniones y procesos, convirtiendo a todos en organismos que se centran en un número limitado de cuestiones controvertidas. Además, debe salvaguardarse el principio del consenso. Un paso común en la dirección correcta es preferible a muchos pasos en distintas direcciones.

Para ayudar al mundo a construir la resiliencia a través de la esperanza, las Naciones Unidas deben predicar con el ejemplo, y los Estados, las entidades y el personal que componen la Organización tienen un papel clave que desempeñar para ayudar a dar ese ejemplo. La Santa Sede está firmemente comprometida a desempeñar el que le corresponde.

[Conclusión

En conclusión, Sr. Presidente, recuperar, reconstruir, responder, respetar y revitalizar implican un redescubrimiento de la resiliencia a través de una esperanza firmemente cimentada.

Son muchos los signos de esperanza, incluso en nuestras exhaustas sociedades. Ser constructores de paz en nuestras sociedades significa encontrar estas semillas y brotes de fraternidad. "El Dios de la alianza nos pide que no cedamos al separatismo ni a los intereses partidistas. No quiere que nos aliemos con unos a costa de otros. Al contrario, quiere que las personas y las comunidades sean puentes de comunión con todos" (Encuentro con los representantes del Consejo Ecuménico de las Iglesias y de algunas comunidades judías de Hungría: Discurso de Su Santidad, 12 de septiembre de 2021). Miremos a los ojos de los migrantes y refugiados: están llenos de sufrimiento y esperanza. Trabajemos juntos para darles el futuro para que florezcan en paz.

En marzo, cuando todavía se sentían mucho los efectos de la pandemia, el Papa Francisco fue a Irak para animar al pueblo iraquí a esforzarse por dar al mundo un ejemplo de resiliencia a través de la esperanza.

En su visita al lugar de nacimiento de Abraham, al que judíos, cristianos y musulmanes miran como su padre en la fe, el Papa recordó la imagen de un mar agitado por la tormenta para describir lo que implica la construcción de una cultura de paz.

"Esto requiere", dijo, "sobre todo en la tempestad, que rememos juntos", y que nadie "piense ávidamente en su beneficio personal.". Y continuó: "No habrá paz mientras los demás sean ellos y no parte de un nosotros. No habrá paz mientras las alianzas sean contra alguno, porque las alianzas de unos contra otros sólo aumentan las divisiones. La paz no exige vencedores ni vencidos, sino hermanos y hermanas que, a pesar de las incomprensiones y las heridas del pasado, se encaminan del conflicto a la unidad"[14].

Ese es el camino de la esperanza, que todos debemos recorrer en esta Organización.

Gracias, señor Presidente.


[1] Papa Francisco, Carta Encíclica Fratelli tutti, 30, 54, 55, 196.

[2] Papa Francisco, Discurso a la Asamblea General de las Naciones Unidas, 25 de septiembre de 2020.

[3] Papa Francisco, Discurso a los miembros de la Fundación "Banco Farmacéutico", 19 de septiembre de 2020.

[4] Resolución 2565 del Consejo de Seguridad (2021).

[5] Papa Francisco, Discurso al Cuerpo Diplomático Acreditado ante la Santa Sede, 8 de febrero de 2021.

[6] Papa Francisco, Fratelli tutti, 228.    

[7] 26ª Sesión de la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC).

[8] Papa Francisco, Discurso al Cuerpo Diplomático Acreditado ante la Santa Sede, 8 de febrero de 2021.

[9] Declaración Universal de los Derechos Humanos, artículo 16.3.   

[10] Arzobispo Paul Richard Gallagher, Declaración en la 46ª Sesión del Consejo de Derechos Humanos, 23 de febrero de 2021.

[11] Declaración Universal de Derechos Humanos, artículos 3, 18 y 19.

[12] Papa Francisco, Fratelli tutti, 177, 179.

[13] Cf. Papa Francisco, Discurso al Cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, 7 de enero de 2019.

[14] Papa Francisco, Discurso en el Encuentro Interreligioso en la Llanura de Ur, 6 de marzo de 2021.

 


Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 26 de septiembre de 2021.