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Conmemoración del 50 aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos
[Aula Pablo VI, 17 de octubre de 2015]
 

Importancia e influencia del Sínodo de los Obispos en la Iglesia de Latinoamérica y el Caribe

Ricardo Card. Ezzati A., sdb
Arzobispo de Santiago de Chile

 

Agradezco al Santo Padre y a la Secretaría General del Sínodo de los Obispos la oportunidad de dirigirme a esta magna Asamblea de hermanos y hermanas en Cristo.

Por motivos obvios, me referiré únicamente a la importancia del Sínodo de los Obispos para la Iglesia Latinoamericana y de El Caribe. Pido disculpas por no abarcar la totalidad del continente americano.

1. El Sínodo es una concretización institucional de la communio y, por ello, una característica estructural de la Iglesia, nacida de la igualdad fundamental de todos los fieles quienes, por el sacerdocio bautismal, participan de la misión y responsabilidad de la Iglesia. Frutos de la communio, son también la colegialidad episcopal y los sínodos universales y locales.  De esa vida sinodal inicial, la Iglesia que peregrina en América Latina y el Caribe, desde los comienzos de la evangelización y frente a siempre nuevos desafíos, ha buscado respuestas comunes. Así, a lo largo de tres siglos, se llevaron a cabo numerosos Concilios Provinciales y Sínodos locales, que buscaron hacer frente a su misión evangelizadora. De allí nacieron, por ejemplo, las denominadas Juntas en México, y luego,  siguiendo las indicaciones del Concilio de Trento, los Concilios Provinciales celebrados en la ciudad de Lima (1552; 1567 y 1582-83), que abarcaba las diócesis existentes desde Nicaragua hasta Chile. En la ciudad de México fueron cinco los Concilios celebrados (1555; 1565; 1771 y 1896).

En un nuevo escenario, y luego de las guerras de independencia, fue  de especial significación el Concilio Plenario Latinoamericano, realizado en Roma en 1899. A partir de un trabajo en comunión, frente a una realidad similar, las iglesias locales ampliaron sus horizontes eclesiales generando una conciencia de comunión no solo entre los obispos, sino también en toda la Iglesia Latinoamericana lo que, medio siglo más tarde, daría como fruto las Conferencias Episcopales de Latinoamérica y el Caribe.

2.  La primera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano tuvo lugar en Río de Janeiro en 1955, 10 años antes del Concilio Vaticano II y dio origen al Consejo Episcopal Latinoamericano, en una época en que no habían nacido todavía la mayoría de las Conferencias Episcopales en el Continente, por lo que una de sus primeras tareas fue precisamente la promoción de la institución de dichas Conferencias. Fue, sin embargo, la profunda renovación suscitada por el Concilio Vaticano II y la creación en 1965, por parte de Pablo VI, del Sínodo de los Obispos como estructura eclesial permanente y expresión de la comunión eclesial,  de la colegialidad episcopal e institución de ayuda a la tarea primacial del Obispo de Roma, que se re-descubrió y renovó la colegialidad episcopal en el Continente. En efecto, la experiencia vivida en el Concilio Vaticano II fue la que dio al CELAM su verdadera auto-conciencia de ser una expresión privilegiada de la colegialidad episcopal latinoamericana. El Concilio fue el momento providencial donde el episcopado latinoamericano tomó forma con una identidad propia y entendió que su afecto colegial se debía transformar en una efectiva solicitud pastoral continental.

3. En Latinoamérica la aplicación del Concilio fue vivido con mucho entusiasmo e intensidad, pero también en medio de circunstancias históricas difíciles. En ese contexto, el CELAM propuso la realización de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano para reflexionar sobre “La Iglesia en la actual transformación de América Latina a la luz del Concilio”, celebrada en Medellín (Colombia) en agosto de 1968. Su influencia fue grande. En el espíritu del Concilio, la comunidad eclesial estuvo atenta y respondió de manera creativa a los signos de los tiempos, propios de América Latina y el Caribe, encontrando en los laicos en general y en los pobres en particular, a los protagonistas de una “nueva evangelización”, que debía estar íntimamente unida a la promoción de la justicia y al desarrollo social de la persona y de los pueblos. En adelante, la opción preferencial por los pobres quedó establecida como una característica esencial de nuestra iglesia continental.

4. En este período de post concilio, el evento más relevante para el tema que nos ocupa fue, sin duda, la realización de la tercera Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos de 1974, sobre “La evangelización del mundo moderno”. Por una parte, porque en la preparación de esa Asamblea Sinodal, el CELAM elaboró un importante documento titulado “Algunos aspectos de la Evangelización en América Latina”, que recogía los aportes de las Conferencias Episcopales y profundizaba en los desafíos que había que enfrentar en el continente. Pero, sobre todo, porque la Exhortación Apostólica de Pablo VI Evangelii Nuntiandi, primer documento post sinodal elaborado por un pontífice, tuvo una gran difusión y causó hondo impacto en la comunidad eclesial latinoamericana.

Fruto de todo ello fue la convocación, en 1979, de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Puebla - México, para tratar sobre “La evangelización en el presente y en el futuro de América Latina”. Se asistía a un momento de madurez para la Iglesia del continente. Además de ser una Conferencia con amplia consulta en las bases, se vio ricamente influenciada por el discurso inaugural de S.S. Juan Pablo II, recién elegido Obispo de Roma. La discusión fue muy intensa y eso mismo, probablemente, hizo del Documento Final una piedra miliar de la evangelización en América Latina. Pocos documentos han tenido tanta influencia como éste en la Iglesia del continente. El documento entrelazó profundamente la identidad latinoamericana con la identidad cristiana, de una forma que invitaba a una evangelización que descubriera la obra de Dios en el rostro mestizo y sufriente del pueblo. Su estructura basada en la triple verdad sobre Jesucristo, la Iglesia y el ser humano, a la luz de Evangelii Nuntiandi, mostraba la íntima relación entre evangelización y promoción humana, mientras la eclesiología del documento, basada en la comunión y participación, bien se puede entender como comunión por la  participación en la vida de Dios y en la misión de la Iglesia. De allí sus principales acentuaciones pastorales: renovar la opción preferencial por los pobres y los jóvenes y volver a valorar la religiosidad popular de la gente.

5. La influencia en América Latina y El Caribe de las siguientes Asambleas Generales Ordinarias y Extraordinarias del Sínodo de los Obispos,  estuvo marcada por la diversa importancia para la vida de la Iglesia de las temáticas tratadas (catequesis, familia, sacramento de la reconciliación, laicos, formación de los sacerdotes, vida consagrada, obispos, Eucaristía) y por la repercusión  de las sucesivas visitas del Papa Juan Pablo II a nuestras tierras, de hondo impacto en el pueblo de Dios.

En un segundo momento de la recepción post conciliar, donde había que asentar y estructurar el impulso renovador del Concilio Vaticano II, cada una de las Asambleas sinodales y las posteriores Exhortaciones Apostólicas post sinodales, impactaron de diversa manera el caminar de la Iglesia del Continente. Destaco:

a.- El Sínodo de 1980 y la posterior Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, que fueron una importante ayuda para la pastoral y la catequesis. El Documento fue recibido como la charta magna de la enseñanza pastoral de la Iglesia por lo que atañe a la familia y su servicio a la vida.

b.- El Sínodo de 1987 y la sucesiva Exhortación Apostólica Christifideles Laici, vino a fortalecer el camino ya emprendido. En efecto, desde la Conferencia de Medellín en 1968, se habían fomentado las comunidades cristianas de base como núcleos vitales y signos de la presencia de Dios en el mundo. En esa iniciativa pastoral estaba presente la enseñanza fundamental acerca de la vocación y misión de los laicos en la Iglesia y el mundo. De esta manera, el Sínodo y la Exhortación Apostólica, vino a profundizar, complementar, orientar y confirmar el amplio desarrollo de la vida laical en la Iglesia de América Latina y del Caribe.

c.- La tensión política y social de los años sesenta y setenta, produjo en Latinoamérica, como en otras partes del mundo, una importante crisis sacerdotal. No solo  disminuyó el número de sacerdotes y de vocaciones al sacerdocio ministerial, sino que, se cuestionó la misma misión sacerdotal, como también el tipo de formación que sería adecuado para los futuros pastores del Continente. En ese contexto, el Sínodo de 1990 sobre “La formación de los sacerdotes en las circunstancias actuales” y la posterior Exhortación Apostólica Pastores dabo vobis terminó por orientar las diversas búsquedas y optimizar la formación de los futuros sacerdotes.

d.- El Sínodo de 1994 “sobre la vida consagrada y su misión en la Iglesia y en el mundo”, y la Exhortación Apostólica Vita consecrata, significó un aporte a la renovación de la vida consagrada, enfrentada a importantes desafíos. Tarea prioritaria ha sido re-significar la vida consagrada de acuerdo al aggiornamento pedido por el Concilio y a su eclesiología de comunión.

6. La IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, en Santo Domingo (1992),  tuvo por tema: “Nueva evangelización, promoción humana y cultura cristiana. Jesucristo ayer, hoy y siempre”.  Centrada en la persona de Jesucristo, al cumplirse el quinto centenario de la Evangelización de América, a pesar de su buen contenido, no logró la repercusión de las anteriores, ni de la siguiente Asamblea.

7. La Primera Asamblea Especial para América del Sínodo de los Obispos, llevada a cabo en Roma en 1997, con ocasión del Jubileo del año 2000 y su posterior Exhortación Apostólica Ecclesia in America, tuvo su particularidad e importancia en que, a diferencia de las otras Conferencias del Episcopado latinoamericano y caribeño, fue de toda América. Para el Papa Juan Pablo II no había sido indiferente la caída del muro este-oeste. Había que romper también  en América, el muro norte-sur. Teniendo en cuenta las enormes desigualdades económicas entre norte, centro y sur y la constante inmigración de “latinos” hacia los países del norte, además de la creciente interdependencia económica y cultural entre ambas regiones, el Sínodo para América quiso ser una expresión de comunión y de responsabilidad compartida en los caminos de la evangelización y de la solidaridad de los pueblos de toda América. Como experiencia de comunión fructífera, desde allí en adelante, las reuniones interamericanas de obispos dieron un salto cualitativo y comenzaron a enfrentar temas comunes como no se había hecho antes. Especial  relevancia tuvo la categoría pastoral “encuentro con Cristo” que, si es verdadero, conduce “a la conversión, a la comunión y a la solidaridad”. Fue el inicio, la entrega de un método y una orientación para el futuro. El título: “Encuentro con Jesucristo vivo, camino para la conversión, la comunión y la solidaridad”, fue en realidad, un llamado y un camino a emprender.

8. La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, en Aparecida, Brasil (2007), continúa la tradición pastoral del continente en la búsqueda, en comunión, de caminos de evangelización. La presencia del Papa Benedicto XVI en la jornada inaugural destacó que el discipulado cristiano implica la vida “en” Cristo. El lema de la Conferencia indicaba con claridad sus prioridades: “Discípulos - misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida”. En su documento final, fomenta fuertemente la renovación discipular y misionera de la Iglesia y exhorta a una conversión personal y pastoral para comunicar la vida nueva que brota del encuentro con Cristo. La experiencia que se vivió fue la de un nuevo Pentecostés, sobre todo, por el nuevo ímpetu misionero que de allí surgió, concretizado por el compromiso de una misión continental permanente. Y esta misión se ha transformado en una realidad, aunque con distinta intensidad, en las diversas iglesias locales. Podemos decir que providencialmente fue el Cardenal Jorge Mario Bergoglio, actual Papa Francisco, el presidente de la Comisión y Redacción del Documento de Aparecida, y con eso, las acentuaciones del Documento y la sensibilidad religiosa de nuestro Continente, han tenido ahora una repercusión mundial.

9. El Papa Francisco, como fruto de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos (2012) sobre “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”, nos regaló la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. Su repercusión en América es grande. Ciertamente se siente una sintonía especial frente a una mirada pastoral que nos es familiar. Sobre todo han sido importantes dos de las acentuaciones centrales del texto: en primer lugar, la insistencia en la alegría de anunciar el Evangelio que implica una conversión, no solo pastoral, sino también de las estructuras eclesiales para que estén todas al servicio de la evangelización. Y, en segundo lugar, el Papa Francisco recuerda, una vez más, la dimensión social del Evangelio y de la evangelización. La Exhortación, en gran sintonía con el Documento de Aparecida, ha suscitado una nueva fuerza evangelizadora en el continente, pero ahora enfocada en los “invisibles” de la sociedad y en las periferias geográficas y existenciales del continente, hacia las cuales hay que salir.

10.  Al finalizar estas palabras, quisiera solo destacar que la sinodalidad ha sido un fecundo aporte evangelizador. La experiencia muestra que cuanto mayor ha sido la participación en los eventos sinodales, tanto mayor ha sido su repercusión pastoral en la vida de la Iglesia del Continente. En ese sentido las estructuras del CELAM y de sus Conferencias Generales, son una feliz realización, así como la participación de los obispos latinoamericanos y del Caribe en los Sínodos de los Obispos. Como desafío futuro nos queda pensar y optimizar las formas estructurales que permitan una siempre mayor y más efectiva participación, tanto en el ejercicio de la sinodalidad eclesial, como en la colaboración colegial.

El Espíritu Santo no deja de guiar a la Iglesia. Por eso: “¡Manos a la obra! Porque Yo estoy con Ustedes”, dice el Señor (Ageo 2,4).       

Gracias.

 

Ciudad del Vaticano, 17 de octubre de 2015