DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A UNA PEREGRINACIÓN DEL ALTO ÁDIGE,
REGIÓN ITALIANA QUE REGALÓ EL ÁRBOL DE NAVIDAD
PARA LA PLAZA DE SAN PEDRO
Sala Clementina
Viernes 14 de diciembre de 2007
Queridos hermanos y hermanas:
Gracias por vuestra visita. Os recibo de buen grado a vosotros y el regalo que me habéis traído: el árbol de Navidad que, junto con el belén que se está construyendo, adorna la plaza de San Pedro. De todo corazón os saludo a cada uno de vosotros, comenzando por el jefe del gobierno regional del Tirol del sur, doctor Luis Durnwalder, y los alcaldes de San Martín de Tor, a los que agradezco también las cordiales palabras con las que han expresado los sentimientos comunes.
Saludo con respeto a las autoridades civiles del Tirol del sur, a los representantes de los cinco municipios del Valle de Badía y a todos los que han venido para dar a conocer elementos típicos de la tierra de Gader con sus trajes tradicionales, la música sugestiva y los productos locales.
Saludo de corazón a vuestro obispo Wilhelm Egger, y le agradezco las palabras fraternas que acaba de dirigirme. Además, saludo a los sacerdotes y a los consejos parroquiales, así como a los habitantes del Valle de Badía representados hoy aquí.
Sé que todos los habitantes del Valle de Badía se han comprometido en la preparación de este acontecimiento particular, de modo especial los estudiantes que han participado en el concurso de pintura titulado: "El árbol de Navidad en el Vaticano". Agradezco a todos el hermoso regalo de este abeto rojo y también los demás árboles, que contribuyen a crear en el Vaticano un clima navideño. Ojalá que esta hermosa iniciativa despierte en todos los cristianos del Valle de Badía el deseo de testimoniar los valores de la vida, del amor y de la paz que la solemnidad del nacimiento de Cristo nos recuerda año tras año.
Así pues, este año el árbol de Navidad de la plaza de San Pedro proviene del Trentino-Alto Ádige, y precisamente de los bosques del Valle de Badía, la Gran Ega, estupenda cuenca soleada, situada al pie de los Dolomitas, rodeada de encantadoras cimas con su característica forma accidentada, típica de aquellas montañas. Este abeto añoso, cortado sin causar daño a la vida del bosque, adecuadamente adornado, permanecerá junto al belén hasta el final de las festividades navideñas, para que lo admiren los numerosos peregrinos que de todas las partes del mundo llegarán al Vaticano en los próximos días. El abeto, símbolo significativo del Nacimiento de Cristo, porque con sus hojas siempre verdes recuerda la vida que no muere, es también símbolo de la religiosidad popular de vuestro valle, que se expresa de modo particular en las procesiones.
Mantened vivas estas hermosas tradiciones, tan sentidas, y esforzaos por convertirlas cada vez más en manifestaciones de una vida cristiana auténtica y activa. En este esfuerzo de testimonio evangélico os ha de servir de ejemplo y de ayuda san José Freinademetz, hijo ilustre de vuestra tierra. En él, misionero celoso en medio del pueblo chino, el genio espiritual ladino manifestó uno de sus frutos más maduros de santidad.
Queridos amigos, el árbol y el belén son elementos del clima típico de la Navidad, que forma parte del patrimonio espiritual de nuestras comunidades. Es un clima impregnado de religiosidad y de intimidad familiar, que debemos conservar también en las sociedades actuales, donde a veces parece prevalecer el afán de consumismo y la búsqueda sólo de los bienes materiales. La Navidad es fiesta cristiana y sus símbolos —entre ellos especialmente el belén y el árbol adornado con regalos— constituyen importantes referencias al gran misterio de la encarnación y del nacimiento de Jesús, que la liturgia del tiempo de Adviento y de Navidad evoca constantemente. El Creador del universo, haciéndose niño, vino a nosotros para compartir nuestro camino humano; se hizo pequeño para entrar en el corazón del hombre y así renovarlo con la omnipotencia de su amor. Por tanto, dispongámonos a acogerlo con fe animada por una firme esperanza.
Queridos amigos, una vez más deseo expresaros mi profundo agradecimiento a todos vosotros, a quienes os ayudaron en casa, a los promotores y a cuantos se mostraron disponibles a transportar el árbol.
Gracias por la contribución que cada uno de vosotros ha dado con gran generosidad. Aprovecho esta hermosa ocasión para expresaros mi sincera felicitación con ocasión de la solemnidad de Navidad y las festividades navideñas. Con estos sentimientos, os aseguro un recuerdo en mis oraciones por vosotros, por vuestras familias y por los habitantes del Valle de Badía y por toda la diócesis de Bolzano-Bressanone. Os imparto de corazón la bendición apostólica. ¡Feliz Navidad!
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