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ALOCUCIÓN DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI
AL DESPEDIRSE DE CASTELGANDOLFO


Viernes 28 de septiembre de 2007

 

Queridos hermanos y hermanas: 

Antes de dejar Castelgandolfo, deseo dirigir unas palabras de cordial gratitud a cada uno de vosotros, que habéis contribuido, de diversas maneras, a que mi estancia estival fuera saludable y relajante. Saludo ante todo al párroco de Castelgandolfo y a la comunidad parroquial, así como a las diversas comunidades religiosas masculinas y femeninas que viven y trabajan aquí. A cada uno quiero decirle:  el Papa cuenta con vuestro apoyo espiritual y os acompaña con su oración para que sigáis con generosidad constante la exigente llamada a la perfección evangélica, a fin de servir con alegría y entrega al Señor y a los hermanos.

Ahora quiero dar las gracias, de modo especial, al señor alcalde y a los representantes de la administración municipal de Castelgandolfo. Gracias, de corazón, por vuestra visita. En estos meses he sentido vuestra cercanía, y sé con cuánto esmero os habéis ocupado de mí y de los que viven en el palacio apostólico. Todos conocen el estilo de cordial hospitalidad que caracteriza a vuestra ciudad y a sus habitantes; una acogida que no sólo se reserva al Papa, sino también a los numerosos peregrinos que vienen a visitarlo, sobre todo el domingo para la habitual cita del Ángelus.

Queridos amigos, os pido que os hagáis intérpretes de mis sentimientos de gratitud ante toda la comunidad ciudadana, con la que me he encontrado en varias ocasiones. Muchas gracias a todos.

Ciertamente, no pueden faltar unas palabras de sincera gratitud al personal médico y a los encargados de los diversos servicios de la Gobernación, que durante estos meses han trabajado, cada uno en su sector, con competencia y abnegación. Queridos amigos, conozco vuestra disponibilidad y los sacrificios que implican los diversos trabajos que estáis llamados a realizar. Que el Señor os recompense por todo.

Asimismo, siento la necesidad de renovar mis sentimientos de aprecio y gratitud a los funcionarios y a los agentes de las diversas Fuerzas del orden italianas, que, con la acostumbrada diligencia, han colaborado con el cuerpo de la Gendarmería vaticana y con el de la Guardia suiza pontificia. Gracias por vuestra discreta y eficiente presencia, que ha facilitado a los peregrinos y visitantes el acceso ordenado y seguro al palacio apostólico.

Por último, no puedo menos de recordar a los oficiales y a los aviadores del 31° escuadrón de la Aeronáutica militar. Vosotros, queridos amigos, cumplís una misión muy cualificada y útil, acompañándome a mí y a mis colaboradores en los desplazamientos en helicóptero y en avión. Os expreso mi agradecimiento por este servicio tan útil.

Queridos hermanos y hermanas, me gustaría detenerme para conversar con cada uno de vosotros y agradeceros personalmente la aportación que, con solicitud y generosidad, dais al buen funcionamiento de la actividad del Papa aquí, en Castelgandolfo. A menudo se trata de servicios ocultos que os obligan a seguir horarios fatigosos, permaneciendo lejos de casa durante muchas horas. De este modo, también vuestras familias están implicadas en los sacrificios que debéis hacer. Por eso, quiero aseguraros de nuevo mi más sincera gratitud, que extiendo a vuestros familiares.

A todos os llevo en mi corazón y os encomiendo a la maternal protección de la santísima Virgen María, a la vez que de corazón os bendigo a vosotros y a vuestros seres queridos.



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