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DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
AL SEÑOR GJEORGE IVANOV,
PRESIDENTE DE LA EX REPÚBLICA YUGOSLAVA DE MACEDONIA*

Viernes 22 de mayo de 2009

 

Señor presidente;
honorables miembros de la delegación;
venerados hermanos de la Iglesia ortodoxa y de la Iglesia católica:

También este año me alegra recibiros con ocasión de la fiesta litúrgica de san Cirilo y san Metodio. Me complace que durante vuestra visita para rendir homenaje a los copatronos de Europa hayáis expresado el deseo de encontraros conmigo, una audiencia que ya se ha hecho tradición. Os agradezco este gesto cortés y extiendo a cada uno de vosotros mi sincera bienvenida y mi aprecio por los sentimientos que manifestáis en esta ocasión.

Saludo en particular a las autoridades y a toda la población de la ex República yugoslava de Macedonia. También envío saludos particulares a los fieles y a cuantos tienen responsabilidades pastorales en vuestro país. Aprovecho la ocasión para expresar los sentimientos de estima y amistad que unen a la Santa Sede con el amado pueblo de Macedonia.

La celebración anual de la fiesta de san Cirilo y san Metodio, maestros de la fe y apóstoles de los pueblos eslavos, nos invita a todos los que estamos unidos por la única fe en Jesucristo a contemplar su heroico testimonio evangélico. Al mismo tiempo, tenemos el desafío de preservar el patrimonio de ideales y valores que transmitieron con sus palabras y sus obras. Esta es, de hecho, la contribución más valiosa que los cristianos pueden dar a la construcción de una Europa del tercer milenio, que aspira a un futuro de progreso, justicia y paz para todos.

Vuestra amada patria, marcada por el influjo de estos dos grandes santos, trata de ser cada vez más un lugar de encuentro pacífico y de diálogo entre las numerosas esferas sociales y religiosas del país. Mi esperanza, que renuevo hoy de todo corazón, es que sigáis avanzando por este camino. A la vez que invoco la protección divina sobre las autoridades de vuestra nación, a la que renuevo la cercanía de la Sede apostólica, deseo aseguraros mi estima personal y mi amistad.

Una vez más, extiendo mis mejores y más cordiales deseos a cada uno de vosotros en este día de fiesta y ofrezco fervientes oraciones al Señor tanto por vosotros aquí presentes hoy como por todo el pueblo de Macedonia.


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n.23, p.8.



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