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PALABRAS DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
AL TÉRMINO DE LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES EN EL VATICANO


Capilla Redemptoris Mater
Sábado 3 de marzo de 2012

 

Eminencia, queridos hermanos:

Al final de estos días de oración y escucha, conviene decir «Gracias». En nombre de todos nosotros, digo «Gracias» a usted, eminencia, por habernos dirigido estos ejercicios.

Usted nos ha guiado, por decirlo así, en el gran jardín de la primera Carta de san Juan, y de este modo en toda la Escritura, con gran competencia exegética y con experiencia espiritual y pastoral. Nos ha guiado siempre con la mirada fija en Dios, y precisamente con esta mirada fija en Dios hemos aprendido el amor, la fe que crea comunión. Y usted ha condimentado sus meditaciones con hermosas anécdotas, tomadas principalmente de su querida tierra africana, que nos han dado alegría y nos han ayudado.

Me impresionó en particular la anécdota en la que nos habló de un amigo que, estando en coma, tuvo la impresión de encontrarse en un túnel oscuro, pero al final veía un poco de luz y sobre todo oía una hermosa música. Me parece que esta puede ser una parábola de nuestra vida: con frecuencia nos encontramos en un túnel oscuro en plena noche, pero, por la fe, al final vemos luz y oímos una hermosa música, percibimos la belleza de Dios, del cielo y de la tierra, de Dios creador y de la criatura; y así, en verdad, spe salvi facti sumus (cf. Rm 8, 24). Y usted, eminencia, nos ha confirmado en la fe, en la esperanza y en la caridad. Gracias.



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