Index   Back Top Print

[ AR  - DE  - EN  - ES  - FR  - HR  - IT  - PT ]

PAPA FRANCISCO

ÁNGELUS

Plaza de San Pedro
Domingo 5 de febrero de 2017

[Multimedia]


 

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En estos domingos la liturgia nos propone el llamado Discurso de la montaña, en el Evangelio de Mateo. Después de haber presentado el domingo pasado las Bienaventuranzas, hoy destaca las palabras de Jesús que describe la misión de sus discípulos en el mundo (cf. Mateo 5, 13-16). Él utiliza las metáforas de la sal y de la luz y sus palabras son dirigidas a los discípulos de cada época, por lo tanto también a nosotros.

Jesús nos invita a ser un reflejo de su luz, a través del testimonio de las buenas obras. Y dice: «Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos» (Mateo 5, 16). Estas palabras subrayan que nosotros somos reconocibles como verdaderos discípulos de Aquel que es la Luz del mundo, no en las palabras, sino de nuestras obras. De hecho, es sobre todo nuestro comportamiento que —en el bien y en el mal— deja un signo en los otros. Tenemos por tanto una tarea y una responsabilidad por el don recibido: la luz de la fe, que está en nosotros por medio de Cristo y de la acción del Espíritu Santo, no debemos retenerla como si fuera nuestra propiedad. Sin embargo estamos llamados a hacerla resplandecer en el mundo, a donarla a los otros mediante las buenas obras. ¡Y cuánto necesita el mundo de la luz del Evangelio que transforma, sana y garantiza la salvación a quien lo acoge! Esta luz debemos llevarla con nuestras buenas obras.

La luz de nuestra fe, donándose, no se apaga sino que se refuerza. Sin embargo puede disminuir si no la alimentamos con el amor y con las obras de caridad. Así la imagen de la luz se encuentra con la de la sal. La página evangélica, de hecho, nos dice que, como discípulos de Cristo, somos también «la sal de la tierra (v. 13)». La sal es un elemento que, mientras da sabor, preserva la comida de la alteración y de la corrupción —¡en la época de Jesús no había frigoríficos!—. Por lo tanto, la misión de los cristianos en la sociedad es la de dar “sabor” a la vida con la fe y el amor que Cristo nos ha donado, y al mismo tiempo tiene lejos los gérmenes contaminantes del egoísmo, de la envidia, de la maledicencia, etc. Estos gérmenes arruinan el tejido de nuestras comunidades, que deben, sin embargo, resplandecer como lugares de acogida, de solidaridad, de reconciliación. Para unirse a esta misión, es necesario que nosotros mismos seamos los primeros liberados de la degeneración que corrompe de las influencias mundanas, contrarias a Cristo y al Evangelio; y esta purificación no termina nunca, se hace continuamente, ¡se hace cada día!

 


Después del Ángelus:

Queridos hermanos y hermanas,

Hoy, en Italia, se celebra la Jornada por la Vida, sobre el tema “Mujeres y hombres para la vida en la línea de santa Teresa de Calcuta”. Me uno a los obispos italianos en el desear una valiente acción educativa a favor de la vida humana. ¡Toda vida es sagrada! Llevemos adelante la cultura de la vida como respuesta a la lógica del descarte y a la caída demográfica; estemos cercanos y juntos rezamos por los niños que están en peligro de interrupción del embarazo, como también por las personas que están en el final de su vida —¡toda vida es sagrada!— para que nadie sea dejado solo y el amor defienda el sentido de la vida. Recordemos las palabras de Madre Teresa: «¡La vida es belleza, admírala; la vida es vida, defiéndela!», tanto el niño que va a nacer, como la persona que está cerca de morir: ¡cada vida es sagrada!

Saludo a todos aquellos que trabajan por la vida, los profesores de las Universidades romanas y los que colaboran con la formación de las nuevas generaciones, para que sean capaces de construir una sociedad acogedora y digna para cada persona. En particular, saludo a los fieles de Viena, Granada, Melilla, Acquaviva delle Fonti y Bari; así como a los estudiantes de Penafiel (Portugal) y Badajoz (España).

Os deseo a todos feliz domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

 



Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana