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PAPA FRANCISCO

MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE

Uno detrás de otro

Martes 24 de enero de 2017

 

Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 4, viernes 27 de enero de 2017

 

Anillos de una larga cadena de «heme aquí» que empieza con Abraham y llega hasta hoy, pasando por el decisivo de Jesús al Padre: esto, según el Papa Francisco, son los cristianos, llamados cada día «a hacer la voluntad del Señor» entrando en el proyecto providencial de la historia de la salvación. Una realidad profundizada gracias a la meditación sobre las lecturas de la misa celebrada en Santa Marta el martes 24 de enero. La liturgia, en continuación con la del día precedente, empujó al Pontífice a reflexionar «sobre el sacerdocio de Jesús, el sacerdocio definitivo, único». Punto de partida, una vez más, fue la primera lectura extraída de la carta a los Hebreos (10, 1-10) en la cual se afrontó el tema del sacrificio.

«Los sacerdotes —explicó Francisco— en aquellos tiempos, ofrecían sacrificios pero debían ofrecerles continuamente, año tras año, porque no eran definitivos, no eran de una vez para siempre». El cambio decisivo se produjo con «el sacerdocio de Jesús, que hace un único sacrificio de una vez para siempre». Una diferencia sustancial: «en esos sacrificios se renueva de año en año el recuerdo de los pecados, se pide perdón de año en año»; Sin embargo Cristo dice: «Tú no quisiste ni sacrificio ni oblación; pero me has formado un cuerpo. Entonces dije: “¡He aquí que vengo, para hacer, oh Dios, tu voluntad!”».

Fue esto precisamente, sugirió el Papa, «el primer paso», de Jesús en el mundo: «yo vengo a hacer tu voluntad». Y la voluntad del Padre era que «con este sacrificio se aboliesen todos los sacrificios y este fuese el único». Por eso se lee en la Escritura: «Tú no quisiste, no te agradaron ni sacrificios ni oblaciones, ni holocaustos ni sacrificios por el pecado. He aquí que vengo a hacer tu voluntad».

Precisamente esta palabra de Jesús, dijo el Pontífice, cierra una historia «de “heme aquí” encadenados – la historia de la salvación es esto: una historia de “heme aquí” encadenados». Todo empezó con Adán, que «se escondió porque tenía miedo del Señor»: desde entonces el Señor comenzó «a llamar y a oír la respuesta de aquellos hombres y mujeres que dicen: “heme aquí. Estoy dispuesto. Estoy dispuesta”». Hasta llegar «al último “heme aquí”, el de Jesús: “para hacer tu voluntad”». El Papa recorrió brevemente esta historia, evocando a Abraham, Moisés, los profetas Isaías y Jeremías. Y aún más: el pequeño Samuel, que oye la voz del Señor y responde: «heme aquí, Señor». Hasta llegar «al último “heme aquí”, grande, de María: “hágase la voluntad de Dios. Yo soy la sierva. Heme aquí”».

Se trata de «una historia de “heme aquí”», pero, subrayó Francisco, de “heme aquí” «no automáticos». En cada una de las narraciones bíblicas evocadas se nota efectivamente que «el Señor dialoga con aquellos que invita». Abraham también «ha negociado» con Él para «no destruir esas – dos ciudades». De la misma manera Isaías que objetaba: «Pero, son pecadores, no puedo...», o Jeremías: «Pero soy un niño, no sé hablar...» y el Señor le tranquiliza: «¡Yo te haré hablar!» Para Elías que se lamentaba: «Yo tengo miedo, quiero morir, no, no, tengo miedo, no quiero», la respuesta fue: «¡Levántate: come, bebe y sigue adelante!».

«El Señor —dijo el Papa recogiendo en una única consideración todas estas citaciones— dialoga siempre con los que invita a hacer este camino y a decir el “heme aquí”. Tiene mucha paciencia, mucha paciencia». Y añadió un ulterior ejemplo recordando «los razonamientos de Jonás, que no entiende», y las respuestas del Señor que «lo corrige» hasta que llega su “heme aquí”: «Señor, tú tienes razón: yo solamente te conocía por lo que había escuchado decir; ahora mis ojos te han visto». Y es aquí que el Pontífice incluyó una enseñanza válida para cada hombre: «La vida cristiana es esto: un “heme aquí”, un “heme aquí” continuo». «Uno detrás del otro» se encuentran en la Biblia todos los «heme aquí» pronunciados. Y «es bonito», dijo el Papa, «leer la Escritura» yendo precisamente a buscar «las respuestas de las personas al Señor», todas las veces que alguno ha dicho: «Aquí estoy, yo estoy para hacer tu voluntad». Bello y fascinante, porque, explicó Francisco, «esta liturgia de la Palabra de hoy nos invita a reflexionar: “¿Pero cómo va mi “heme aquí” al Señor? Y el “heme aquí” de mi vida, ¿cómo va?». Precisamente repasando las Escrituras nos damos cuenta de que la respuesta no está descontada para nada: «¿Voy a esconderme, como Adán, para no responder? ¿O cuándo el Señor me llama, en vez de decir “heme aquí” o “¿qué quieres de mí?, huyo, como Jonás que no quería hacer eso que el Señor le pedía?». O incluso: «finjo hacer la voluntad del Señor, pero solamente externamente, como los doctores de la ley que Jesús condena duramente» porque «fingían» y decían: «Todo bien..., nada de preguntas: ¿yo hago esto y nada más?». Entre las respuestas posibles podría estar también la de quien mira «a otro lado como hicieron el levita y el sacerdote delante de ese pobre hombre herido, pegado por los asaltantes, dejado medio muerto».

Y entonces, ya que el Señor nos llama «a cada uno de nosotros» y «todos los días», hay que preguntarse: «¿Cómo es mi respuesta al Señor?». Es la respuesta del “heme aquí”, insistió el Pontífice, «¿o me escondo? ¿o huyo? ¿o finjo? ¿o miro a otro lado?».

Alguno podría también tener una duda: «¿Se puede discutir con el Señor?». «Sí —respondió Francisco— a Él le gusta. A Él le gusta discutir con nosotros». Por eso, contó, cuando «alguno me dice: “Pero, padre, yo muchas veces cuando voy a rezar me enfado con el Señor...”», la respuesta es: «¡También esto es oración! ¡A Él le gusta, cuando tú te enfadas y le dices a la cara lo que sientes, porque es Padre! Pero esto es también un “heme aquí”».

 



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