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ENCUENTRO DEL PAPA FRANCISCO
CON LA COMUNIDAD ANGLICANA
EN LA IGLESIA DE "ALL SAINTS" DE ROMA

Domingo 26 de febrero de 2017

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Homilía del Santo Padre

Preguntas y respuestas


 

HOMILÍA

Queridos hermanos y hermanas:

Os doy las gracias por vuestra amable invitación para celebrar juntos este aniversario parroquial. Han pasado más de doscientos años desde que se celebró en Roma el primer servicio litúrgico público anglicano para un grupo de residentes ingleses que vivían en esta parte de la ciudad. Mucho, en Roma y en el mundo, ha cambiado desde entonces. Durante estos dos siglos ha cambiado mucho también entre anglicanos y católicos, que en el pasado se miraban con recelo y hostilidad; hoy, gracias a Dios, nos reconocemos como verdaderamente somos: hermanos y hermanas en Cristo, mediante nuestro bautismo común. Como amigos y peregrinos deseamos caminar juntos, seguir juntos a nuestro Señor Jesucristo.

Me habéis invitado a bendecir el nuevo icono de Cristo Salvador. Cristo nos mira, y su mirada posada en nosotros es una mirada de salvación, de amor y de compasión. Es la misma mirada misericordiosa que atravesó el corazón de los apóstoles, que iniciaron un camino de vida nueva para seguir y anunciar al Maestro. En esta santa imagen, Jesús, mirándonos, parece dirigirnos a nosotros también una llamada, un apelo: “¿Estás preparado para dejar algo de tu pasado por mí? ¿Quieres ser mensajero de mi amor, de mi misericordia?”. La misericordia divina es el manantial de todo el ministerio cristiano. Nos lo dice el apóstol Pablo, dirigiéndose a los Corintios, en la lectura que acabamos de escuchar. Él escribe: «Por esto, misericordiosamente investidos de este ministerio, no desfallecemos» (2 Corintios 4, 1). En efecto, san Pablo no siempre ha tenido una relación fácil con la comunidad de Corintio, como demuestran sus cartas. También hizo una visita dolorosa a esta comunidad y palabras acaloradas fueron intercambiadas por escrito. Pero este pasaje muestra al apóstol que supera las divergencias del pasado y, viviendo su ministerio según la misericordia recibida, no se resigna ante las divisiones sino que se bate por la reconciliación. Cuando nosotros, comunidad de cristianos bautizados, nos encontramos frente a desacuerdos y nos ponemos ante el rostro misericordioso de Cristo para superarlos, hacemos exactamente como ha hecho san Pablo en una de las primeras comunidades cristianas. ¿Cómo se prepara Pablo para esta tarea, por dónde comienza? Por la humildad, que no es solo una bella virtud, es una cuestión de identidad: Pablo se comprende como un servidor, que se no anuncia a sí mismo, sino a Cristo Jesús Señor (v. 5). Y cumple este servicio, este ministerio según la misericordia que le ha sido investida (v. 1); no en base a su capacidad y contando sobre sus fuerzas, sino con la confianza de que Dios le mira y le sostiene con misericordia en su debilidad. Hacerse humildes es descentrarse, salir del centro, reconocerse misericordiosos en Dios, mendicantes de misericordia: es el punto de salida para que sea Dios quien obre. Un presidente del Consejo Ecuménico de las Iglesias describió la evangelización cristiana como «un mendicante que dice a otro mendicante donde encontrar el pan» (Dr. D.T. Niles). Creo que san Pablo habría aprobado. Él se sentía “Llenado por la misericordia” y su prioridad era compartir con los demás su pan: la alegría de ser amados por el Señor y de amarlo. Este es nuestro bien más precioso, nuestro tesoro, y en este contexto Pablo presenta una de sus imágenes más conocidas, que podemos aplicar en todos nosotros: «llevamos este tesoro en recipientes de barro» (v. 7). Somos sólo recipientes de barro, pero custodiamos dentro de nosotros el tesoro más grande del mundo. Los corintios sabían bien que era torpe preservar algo precioso en recipientes de barro, que eran baratos, pero se agrietaban fácilmente. Tener en su interior algo de precioso quería decir correr el riesgo de que se perdiera. Pablo, pecador agraciado, humildemente reconoce ser frágil como un recipiente de barro. Pero ha experimentado y sabe que está precisamente ahí, donde la miseria humana se abre a la acción misericordiosa de Dios, el Señor obra maravillas. Así obra la «extraordinaria potencia» de Dios (v. 7). Confiado en esta humilde potencia, Pablo sirve al Evangelio. Hablando de algunos de sus adversarios en Corinto, les llamará «súper apóstoles» (2 Corintios 12, 11), quizás, y con una cierta ironía, porque le habían criticado por sus debilidades, de las cuales ellos se retenían exentos. Pablo, en cambio, enseña que sólo reconociéndose débiles recipientes de creta, pecadores siempre necesitados de misericordia, el tesoro de Dios se derrama sobre nosotros y sobre los demás mediante nosotros. De no ser así, solamente estaremos llenos de tesoros nuestros, que se corrompen y se pudren en recipientes aparentemente bonitos. Si reconocemos nuestra debilidad y pedimos perdón, entonces la misericordia sanadora de Dios resplandecerá dentro de nosotros y será también visible fuera; los demás observarán de alguna manera, a través de nosotros, la belleza amable del rostro de Cristo.

A un cierto punto, quizás en el momento más difícil con la comunidad de Corintio, Pablo canceló una visita que había programado hacer, renunciando también a las ofertas que habría recibido (2 Corintios 1, 15-24). Existían tensiones en la comunión, pero no tenían la última palabra. La relación se reanudó y el apóstol aceptó la oferta de la Iglesia de Jerusalén. Los cristianos de Corinto volvieron a trabajar junto a las otras comunidades visitadas por Pablo, para sostener a quien estaba necesitado. Esta es una señal fuerte de comunión reanudada. También la obra que vuestra comunidad desarrolla junto a otras de lengua inglesa aquí en Roma puede ser vista de esta manera. Una comunión verdadera y sólida crece y se fortalece cuando actúa junta hacia quien está necesitado. A través del testimonio acorde de la caridad, el rostro misericordioso de Jesús se hace visible en nuestra ciudad. Católicos y anglicanos, estamos humildemente agradecidos porque, después de siglos de recíproca desconfianza, ahora somos capaces de reconocer que la fecunda gracia de Cristo está obrando también en los demás. Damos gracias al Señor porque entre los cristianos ha crecido el deseo de una mayor cercanía, que se manifiesta en el rezar juntos y en el común testimonio del Evangelio, sobre todo a través de las varias formas de servicio. A veces, el progreso en el camino hacia la plena comunión puede aparecer lento e incierto, pero hoy podemos sacar ánimo de nuestro encuentro. Por primera vez un Obispo de Roma visita vuestra comunidad. Es una gracia y también una responsabilidad: la responsabilidad de reforzar nuestras relaciones como alabanza a Cristo, al servicio del Evangelio y de esta ciudad.

Animémonos los unos a los otros a convertirnos en discípulos cada vez más fieles de Jesús, cada vez más libres de los respectivos prejuicios del pasado y siempre más deseosos de rezar por y con los demás. Un bonito signo de esta voluntad es el “hermanamiento” realizado entre vuestra parroquia de All Saints y la católica de Todos los Santos. Que los Santos de cada confesión cristiana, plenamente unidos en la Jerusalén de allí arriba, nos abran la vía para recorrer aquí abajo todas las posibles vías de un camino cristiano fraternal y común. Donde se reúne en el nombre de Jesús, Él está allí (cf. Mateo 18, 20), y dirigiendo su mirada de misericordia hace un llamamiento para batirse por la unidad y por el amor. ¡Que el rostro de Dios resplandezca sobre vosotros, sobre vuestras familias y sobre toda esta comunidad!

 


 

Preguntas y respuestas

Durante nuestras liturgias, muchas personas entran en nuestra iglesia y se maravillan porque “¡parece una iglesia católica!”. Muchos católicos han oído hablar del rey Enrique VIII, pero ignoran las tradiciones anglicanas y del progreso ecuménico de este medio siglo. ¿Qué querría decirles sobre la relación entre católicos y anglicanos hoy?

Es verdad, la relación entre católicos y anglicanos hoy es buena, ¡nos queremos como hermanos! Es verdad que en la historia hay cosas feas por todos lados, y “sacar una pieza” de la historia y llevarlo como si fuera un “icono” de [nuestras] relaciones no es justo. Un hecho histórico debe ser leído en la hermenéutica de ese momento, no con otra hermenéutica. Y las relaciones de hoy son buenas, he dicho. Y han ido más allá, desde la visita del primado Michael Ramsey, y aún más... Pero también en los santos, nosotros tenemos una tradición común de los santos que vuestro párroco ha querido subrayar. Y nunca, nunca las dos Iglesias, las dos tradiciones han renegado de los santos, los cristianos que han vivido el testimonio cristiano hasta ese punto. Y esto es importante. Pero ha habido también relaciones de fraternidad en tiempos feos, en tiempos difíciles, donde estaban tan mezclados el poder político, económico, religioso, donde había esa regla “cuius regio eius religio” pero también en esos tiempos había algunas relaciones...

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Yo conocí en Argentina un viejo jesuita, anciano, yo era joven y él anciano, padre Guillermo Furlong Cardiff, nacido en la ciudad de Rosario, de familia inglesa. Y él de niño había sido monaguillo —él es católico, de familia inglesa católica— él fue monaguillo en Rosario en el funeral de la reina Victoria, en la iglesia anglicana. También en esos tiempos había esta relación. Y las relaciones entre católicos y anglicanos son relaciones —no sé si históricamente se puede decir así, pero es una figura que nos ayudará a pensar— dos pasos adelante, medio paso atrás, dos pasos adelante, medio paso atrás... Es así. Son humanos. Y debemos continuar en esto.

Hay otra cosa que ha mantenido fuerte la unión entre nuestras tradiciones religiosas: están los monjes, los monasterios. Y los monjes, tanto católicos como anglicanos, son una gran fuerza espiritual de nuestras tradiciones.

Y las relaciones, como quisiera deciros, han mejorado aún más, y a mí me gusta, esto es bueno. “Pero no hacemos todas las cosas iguales...”. Pero caminamos juntos, vamos juntos. Por el momento va bien así. Cada día tiene la propia preocupación. No sé, esto me viene decirte. Gracias.

Su predecesor, el Papa Benedicto XVI, advirtió sobre el riesgo, en el diálogo ecuménico, de dar la prioridad a la colaboración de la acción social en vez de seguir el más exigente acuerdo teológico. Por lo que parece, usted prefiere lo contrario, es decir “caminar y trabajar” juntos para alcanzar la meta de la unidad de los cristianos. ¿Verdad?

Yo no conozco el contexto en el cual el Papa Benedicto dijo esto, no lo conozco y por eso es un poco difícil para mí, me pone en un aprieto para responder... Ha querido decir esto o no... Quizá puede haber sido en un coloquio con los teólogos... Pero no estoy seguro. Ambas cosas son importantes. Esto ciertamente. ¿Cuál de las dos tiene la prioridad?… Y por otro lado está la famosa broma del patriarca Atenágora —que es verdad porque yo se lo pregunté al patriarca Bartolomé y me dijo: “esto es verdad”—, cuando dijo al beato Papa Pablo VI: “¡Nosotros hacemos la unidad entre nosotros, y a todos los teólogos les metemos en una isla para que piensen!”. Era una broma, pero verdad, históricamente verdad, porque yo dudaba pero el patriarca Bartolomé me dijo que es verdad. Pero cuál es el núcleo de esto, por qué creo que eso que dijo el Papa Benedicto es verdad: se debe buscar el diálogo teológico para buscar también las raíces..., sobre los sacramentos..., sobre tantas cosas sobre las que todavía no estamos de acuerdo... Pero esto no se puede hacer en el laboratorio: se debe hacer caminando, a lo largo del camino.

Nosotros estamos en camino y en camino hacemos también estas discusiones. Los teólogos las hacen. Pero mientras tanto nosotros nos ayudamos, nosotros, el uno al otro, en nuestras necesidades, en nuestra vida, también espiritualmente nos ayudamos. Por ejemplo en el hermanamiento estaba el hecho de estudiar juntos la Escritura, y nos ayudamos en el servicio de la caridad, en el servicio de los pobres, en los hospitales, en las guerras... Es muy importante, es muy importante esto. No se puede hacer el diálogo ecuménico parados. No. El diálogo ecuménico se hace en camino, porque el diálogo ecuménico es un camino, y las cosas teológicas se discuten en camino. Creo que con esto no traiciono la mente del Papa Benedicto, ni siquiera la realidad del diálogo ecuménico. Así lo interpreto yo. Si yo conociera el contexto en el cual ha sido dicha esta expresión, quizá diría otra cosa, pero esto es lo que me viene decir.

La iglesia de Todos los Santos comenzó con un grupo de fieles británicos, pero ahora es una congregación internacional con personas procedentes de diferentes países. En algunas regiones de África, Asia o el Pacífico, las relaciones ecuménicas entre las Iglesias son mejores y más creativas que aquí en Europa. ¿Qué podemos aprender del ejemplo de las Iglesias del sur del mundo?

Gracias. Es verdad. Las Iglesias jóvenes tienen una vitalidad diferente, porque son jóvenes. Y buscan una manera de expresarse diferente. Por ejemplo, una liturgia aquí en Roma, o piensa en Londres o en París, no es la misma que una liturgia en tu país, donde la ceremonia litúrgica, católica también, se expresa con una alegría, con la danza y muchas formas diferentes propias de esas Iglesias jóvenes. Las Iglesias jóvenes tienen más creatividad; y al inicio también aquí en Europa era lo mismo: se buscaba... Cuando tú lees, por ejemplo, en la Didaché, cómo se hacía la Eucaristía, el encuentro entre los cristianos, había una gran creatividad. Después creciendo, creciendo la Iglesia se ha consolidado bien, ha crecido hasta una edad adulta. Pero las Iglesias jóvenes tienen más vitalidad y también tienen la necesidad de colaborar, una necesidad fuerte. Por ejemplo yo estoy estudiando, mis colaboradores están estudiando la posibilidad de un viaje a Sudán del Sur. ¿Por qué? Porque vinieron los obispos, el anglicano, el presbiteriano y el católico, tres juntos a decirme: “Por favor, venga a Sudán del Sur, solamente un día, pero no venga solo, venga con Justin Welby”, es decir con el arzobispo de Canterbury. De ellos, Iglesia joven, ha venido esta creatividad. Y estamos pensando si se puede hacer, si la situación es demasiado fea allí... Pero lo tenemos hacer porque ellos, los tres, juntos quieren la paz, y trabajan juntos por la paz... Hay una anécdota muy interesante. Cuando el beato Pablo vi hizo la beatificación de los mártires de Uganda — Iglesia joven—, entre los mártires —había catequistas, todos, jóvenes— algunos eran católicos y otros anglicanos, y todos fueron martirizados por el mismo rey, en odio a la fe y porque ellos no quisieron seguir las propuestas sucias del rey. Y Pablo vi se sintió incómodo porque decía: “Yo debo beatificar a los unos y a los otros, son mártires los unos y los otros”. Pero, en ese momento de la Iglesia católica, no era muy posible hacer eso. Acababa de pasar el Concilio... Pero esa Iglesia joven hoy celebra a los unos y los otros juntos; también Pablo vi en la homilía, en el discurso, en la misa de beatificación quiso nombrar a los catequistas anglicanos mártires de la fe al mismo nivel de los catequistas católicos. Esto lo hace una Iglesia joven. Las Iglesias jóvenes tienen valentía, porque son jóvenes; como todos los jóvenes tienen más valentía que nosotros... ¡no tan jóvenes!

Y después, mi experiencia. Yo era muy amigo de los anglicanos en Buenos Aires, porque la parte de detrás de la parroquia de la Merced estaba comunicada con la catedral anglicana. Era muy amigo del obispo Gregory Venables, muy amigo. Pero hay otra experiencia: en el norte de Argentina están las misiones anglicanas con los aborígenes y las misiones católicas con los aborígenes, y el obispo anglicano y el obispo católico de allí trabajan juntos, y enseñan. Y cuando la gente no puede ir el domingo a la celebración católica va a la anglicana, y los anglicanos van a la católica, porque no quieren pasar el domingo sin una celebración; y trabajan juntos. Y aquí la Congregación para la Doctrina de la Fe lo sabe. Y hacen la caridad juntos. Y los dos obispos son amigos y las dos comunidades son amigas.

Creo que esta sea una riqueza que nuestras Iglesias jóvenes pueden llevar a Europa y a la Iglesia que tienen una gran tradición. Y ellos darnos a nosotros la solidaridad de una tradición muy, muy cuidada y muy pensada. Es más fácil, es verdad, el ecumenismo en las Iglesias jóvenes. Es verdad. Pero creo que —y vuelvo a la segunda pregunta— es quizá más sólido en la búsqueda teológica el ecumenismo en una Iglesia más madura, más envejecida en la búsqueda, en el estudio de la historia, de la teología, de la liturgia, como es la Iglesia en Europa. Y creo que nos haría bien, a ambas Iglesias: de aquí, de Europa enviar algunos seminaristas a hacer experiencias pastorales en las Iglesias jóvenes, se aprende mucho. Ellos vienen, de las Iglesias jóvenes, a estudiar a Roma, al menos los católicos, lo sabemos. Pero enviarles a ellos a ver, a aprender de las Iglesias jóvenes sería una gran riqueza en el sentido que usted ha dicho. Es más fácil el ecumenismo allí, es más fácil, que no quiere decir más superficial, no, no es superficial. Ellos no negocian la fe y la identidad. Ese aborigen te dice en el norte de Argentina: “Yo soy anglicano”. Pero no está el obispo, no está el pastor, no está el reverendo... “Yo quiero alabar a Dios el domingo y voy a la catedral católica”, y viceversa. Son riquezas de las Iglesias jóvenes. No lo sé, esto me viene decirte.

 



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