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VISITA PASTORAL A CASSANO ALL'IONIO

VISITA A LOS RECLUSOS, AL PERSONAL DEL CENTRO PENITENCIARIO Y A SU FAMILIAS

DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO

Plaza de la cárcel de Castrovillari
Sábado 21 de junio de 2014

 

Queridos hermanas y hermanos:

El primer gesto de mi visita pastoral es el encuentro con vosotros, en este Centro penitenciario de Castrovillari. De este modo quisiera expresar la cercanía del Papa y de la Iglesia a cada hombre y a cada mujer que está en la cárcel, en cualquier parte del mundo. Jesús dijo: «Estuve en la cárcel y vinisteis a verme» (cf. Mt 25, 36).

En las reflexiones que se refieren a los detenidos, se destaca a menudo el tema del respeto de los derechos fundamentales del hombre y la exigencia de correspondientes condiciones de expiación de la pena. Este aspecto de la política penitenciaria es ciertamente esencial y la atención al respecto debe permanecer siempre alta. Pero esta perspectiva no es todavía suficiente si no está acompañada y completada por un compromiso concreto de las instituciones con vistas a una efectiva reinserción en la sociedad (cf. Benedicto XVI, Discurso a los participantes en la 17ª Conferencia de los directores de las Administraciones penitenciarias del Consejo de Europa, 22 de noviembre de 2012). Cuando esta finalidad se descuida, la ejecución de la pena se degrada a un instrumento de sólo castigo o venganza social, a su vez perjudicial para el individuo y para la sociedad. Y Dios no hace esto con nosotros. Dios, cuando nos perdona, nos acompaña y nos ayuda en el camino. Siempre. Incluso en las cosas pequeñas. Cuando vamos a confesarnos, el Señor nos dice: «Yo te perdono. Pero ahora ven conmigo». Y Él nos ayuda a retomar el camino. Jamás condena. Jamás sólo perdona, sino que perdona y acompaña. Además somos frágiles y debemos volver a la confesión, todos. Pero Él no se cansa. Siempre nos vuelve a tomar de la mano. Este es el amor de Dios, y nosotros debemos imitarlo. La sociedad debe imitarlo. Recorrer este camino.

Por otro lado, una auténtica y plena reinserción de la persona no tiene lugar como término de un itinerario solamente humano. En este camino entra también el encuentro con Dios, la capacidad de dejarnos mirar por Dios que nos ama. Es más difícil dejarse mirar por Dios que mirar a Dios. Es más difícil dejarse encontrar por Dios que encontrar a Dios, porque en nosotros hay siempre una resistencia. Y Él te espera, Él nos mira, Él nos busca siempre. Este Dios que nos ama, que es capaz de comprendernos, capaz de perdonar nuestros errores. El Señor es un maestro de reinserción: nos toma de la mano y nos vuelve a llevar a la comunidad social. El Señor siempre perdona, siempre acompaña, siempre comprende; a nosotros nos toca dejarnos comprender, dejarnos perdonar, dejarnos acompañar.

Deseo a cada uno de vosotros que este tiempo no sea un tiempo perdido, sino que sea un tiempo precioso, durante el cual podáis pedir y obtener de Dios esta gracia. Actuando así contribuiréis a ser mejores ante todo vosotros mismos, pero al mismo tiempo también la comunidad, porque, en el bien y en el mal, nuestras acciones influyen en los demás y en toda la familia humana.

Un pensamiento afectuoso quiero dirigir en este momento a vuestros familiares; que el Señor os conceda volver a abrazarlos con serenidad y paz.

Por último, un estímulo a todos los que trabajan en este Centro: a los dirigentes, a los agentes de la Policía penitenciaria, a todo el personal.

Os bendigo de corazón a todos y os encomiendo a la protección de la Virgen, nuestra Madre. Y, por favor, os pido que recéis por mí, porque también yo tengo mis errores y debo hacer penitencia. Gracias.

 



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