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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES EN LA ESCUELA ESTIVAL DE ASTROFÍSICA
DE LA SPECOLA VATICANA

Sala de los Papas
Jueves 26 de junio de 2014

 

Buenos días:

Me complace acogeros a vosotros, profesores y alumnos del curso estival organizado por la Specola vaticana, sobre el tema «Galaxias: cercanas y lejanas, nuevas y antiguas»; como también a los padres y hermanos jesuitas y a los empleados de la Specola. Me alegro por la numerosa y cualificada participación en esta escuela internacional, que reúne a profesores y alumnos provenientes de 23 países. Doy las gracias de manera especial a los profesores que dedicaron tiempo y esfuerzo para introduciros a vosotros, jóvenes astrónomos, en el arduo y fascinante trabajo de estudiar el universo, don precioso del Creador. Deseo agradecer también a los bienhechores que generosamente han contribuido con las becas de estudio.

Durante casi un mes, vosotros os habéis dedicado no sólo al estudio de las galaxias, guiados por profesores expertos en este campo, sino que habéis también compartido vuestras tradiciones culturales y religiosas, dando un hermoso testimonio de diálogo y convivencia en armonía. En el curso de estas semanas de estudio disteis vida a colaboraciones científicas y vínculos duraderos de amistad. Al ver vuestros rostros, me parece admirar un mosaico que comprende pueblos de todas las partes del mundo. Es justo que todos los pueblos tengan acceso a la investigación y formación científica. El deseo de que todos los pueblos puedan gozar de los beneficios de la ciencia es un desafío que nos compromete a todos, especialmente a los científicos.

La escuela de astrofísica de la Specola vaticana se convierte así en un lugar donde los jóvenes del mundo dialogan, colaboran y se ayudan mutuamente en la búsqueda de la verdad que se concretiza en este caso en el estudio de las galaxias. Esta iniciativa sencilla y concreta muestra cómo las ciencias pueden ser un instrumento idóneo y eficaz para promover la paz y la justicia.

Por eso la Iglesia también está comprometida en el diálogo con las ciencias partiendo de la luz que ofrece la fe, porque está convencida de que la fe puede ampliar las perspectivas de la razón, enriqueciéndola (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 238). En este diálogo con las ciencias, la Iglesia se alegra del admirable progreso científico reconociendo el enorme potencial que Dios ha dado a la mente humana (cf. ibid., 243), como una madre se alegra y está justamente orgullosa cuando sus hijos crecen «en sabiduría, en estatura y en gracia» (Lc 2, 52).

Quisiera también alentaros a compartir los conocimientos adquiridos sobre el universo con la gente de vuestros respectivos países. Sólo una pequeñísima parte de la población mundial tiene acceso a tales conocimientos, que abren el corazón y la mente a los grandes interrogantes que la humanidad desde siempre se plantea: ¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos? ¿Qué sentido tiene este universo de cientos de miles de millones de galaxias?... La búsqueda de respuestas a estos interrogantes nos predispone al encuentro con el Creador, Padre bueno, porque «en Él vivimos, nos movemos y existimos» (Hch 17, 28).

Que Dios omnipotente y misericordioso, que «cuenta el número de las estrellas, a cada una la llama por su nombre» (Sal 147, 4) os colme de su paz y os bendiga.

 



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