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VISITA PASTORAL DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A TURÍN

ENCUENTRO CON LOS SALESIANOS Y LAS HIJAS DE MARÍA AUXILIADORA

DISCURSO DEL SANTO PADRE

Basílica de María Auxiliadora
Domingo 21 de junio de 2015

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(Este es el discurso que entregó a los participantes en el encuentro en el atrio de la basílica de Santa María Auxiliadora.)

 

Queridos hermanos y hermanas:

En mi peregrinación dedicada a la veneración de Jesús crucificado en el signo de la Sábana Santa, he decidido venir a este lugar que representa el corazón de la vida y la obra de san Juan Bosco para celebrar con vosotros el segundo centenario de su nacimiento. Con vosotros doy gracias al Señor por haber dado a su Iglesia este santo, que junto con tantos otros santos y santas de esta región, constituyen un honor y una bendición para la Iglesia y la sociedad de Turín y del Piamonte, de Italia y de todo el mundo, en especial porque cuidó a los jóvenes pobres y marginados. Hoy no se puede hablar de don Bosco sin verlo rodeado por tantas personas: la familia salesiana que fundó, los educadores que se inspiran en él, y, naturalmente, tantos jóvenes, muchachos y muchachas, de todas las partes de la tierra que aclaman a don Bosco como «padre y maestro». De don Bosco se puede decir mucho. Pero hoy quiero remarcar solo tres rasgos: la confianza en la divina Providencia; la vocación de ser sacerdote de los jóvenes, especialmente de los más pobres; el servicio leal y operante a la Iglesia, en particular a la persona del Sucesor de Pedro.

Don Bosco cumplió su misión sacerdotal hasta su último suspiro, sostenido por una inquebrantable confianza en Dios y en su amor, por el que hizo grandes cosas. Esta relación de confianza con el Señor es también la esencia de la vida consagrada, para que el servicio al Evangelio y a los hermanos no sea permanecer prisioneros de nuestras visiones, de las realidades de este mundo que pasan, sino una continua superación de nosotros mismos, anclándonos en las realidades eternas y abismándonos en el Señor, nuestra fuerza y nuestra esperanza. Y esta será también nuestra fecundidad. Hoy podemos preguntarnos sobre esta fecundidad y —me permito decir— sobre la tan «buena» fecundidad salesiana. ¿Estamos a la altura?

El otro aspecto importante de la vida de don Bosco es el servicio a los jóvenes. Lo realizó con firmeza y constancia, en medio de obstáculos y fatigas, con la sensibilidad de un corazón generoso. «No dio un paso, ni pronunció palabra, ni acometió empresa que no tuviera por objeto la salvación de la juventud… Lo único que realmente le interesó fueron las almas» (Constituciones salesianas, n. 21). El carisma de don Bosco nos lleva a ser educadores de los jóvenes, realizando la pedagogía de la fe que se resume así: «Evangelizar educando y educar evangelizando» (Directorio general para la catequesis, 147). Evangelizar a los jóvenes, educar a tiempo completo a los jóvenes, empezando por los más frágiles y abandonados, proponiendo un estilo educativo basado en la razón, la religión y el afecto, apreciado universalmente como «sistema preventivo». La mansedumbre tan fuerte de don Bosco, que ciertamente había aprendido de mamá Margarita. Mansedumbre y ternura fuertes. Os animo a proseguir con generosidad y confianza las múltiples actividades en favor de las nuevas generaciones: oratorios, centros juveniles, institutos profesionales, escuelas y colegios. Pero sin olvidar a los que don Bosco llamaba «chicos de la calle»: estos tienen tanta necesidad de esperanza, de ser formados en la alegría de la vida cristiana.

Don Bosco siempre fue dócil y fiel a la Iglesia y al Papa, siguiendo sus sugerencias y sus indicaciones pastorales. Hoy la Iglesia se dirige a vosotros, hijos e hijas espirituales de este gran santo, y de modo concreto os invita a salir, a ir siempre de nuevo a encontrar a los muchachos y los jóvenes allí donde viven: en las periferias de las metrópolis, en las áreas de peligro físico y moral, en los contextos sociales donde faltan tantas cosas materiales, pero, sobre todo, falta el amor, la comprensión, la ternura, la esperanza. Ir a ellos con la desbordante paternidad de don Bosco. El oratorio de don Bosco nació del encuentro con los chicos de la calle y durante cierto tiempo fue itinerante entre los barrios de Turín. Anunciad a todos la misericordia de Jesús, haciendo «oratorio» en cada lugar, especialmente en los más intransitables; llevando en el corazón el estilo oratoriano de don Bosco y mirando a horizontes apostólicos cada vez más amplios. De la sólida raíz que plantó hace doscientos años en el terreno de la Iglesia y de la sociedad han surgido tantas ramas: treinta instituciones religiosas viven su carisma para compartir la misión de llevar el Evangelio hasta los confines de las periferias. El Señor ha bendecido también este servicio, suscitando entre vosotros, a lo largo de estos dos siglos, una gran multitud de personas a las que la Iglesia proclamó santos y beatos. Os aliento a proseguir por este camino, imitando la fe de cuantos os precedieron.

En esta basílica, tan querida por vosotros y por todo el pueblo de Dios, invoquemos a María Auxiliadora, para que bendiga a cada miembro de la familia salesiana; bendiga a los padres y educadores que entregan su vida para el crecimiento de los jóvenes; bendiga a cada joven que se encuentra en las obras de don Bosco, especialmente las dedicadas a los más pobres, para que, gracias a la juventud bien acogida y educada, la Iglesia y el mundo tengan la alegría de una nueva humanidad.

 



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