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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A UNA
 DELEGACIÓN DE LA ASOCIACIÓN "FIDESCO",
ORGANIZACIÓN CATÓLICA DE SOLIDARIDAD INTERNACIONAL

Sala Clementina
Sábado, 20 de marzo de 2021

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Queridos hermanos y hermanas:

Me alegra daros la bienvenida, a los responsables y voluntarios de la organización FIDESCO, durante vuestra peregrinación a Roma con motivo del 40º aniversario de vuestra fundación al servicio de la Iglesia y del desarrollo. Agradezco al director sus palabras de saludo y presentación. Vuestro paso por las tumbas de los apóstoles os permite arraigar todavía mejor las acciones que lleváis a cabo diariamente en vuestra fe en Cristo muerto y resucitado y en el corazón de la misión de la Iglesia. Espero que la renovación espiritual que estáis viviendo, caracterizada por una connotación penitencial en este tiempo de Cuaresma, os haga regresar a vuestros hermanos todavía más entusiastas y alegres.

«Dejarse amar por Dios y [...] amarlo con el amor que Él mismo nos comunica, provoca en la vida de la persona y en sus acciones una primera y fundamental reacción: desear, buscar y cuidar el bien de los demás» (Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, 178) Es este "bien de los demás" el que buscáis, impulsados por el soplo del Espíritu, cuando decidís partir durante unos años con la organización FIDESCO para servir a vuestros hermanos más lejanos, menos afortunados, más desfavorecidos, con menos oportunidades que vosotros y, sin embargo, igual de amados por Dios y dotados de dignidad.

La Iglesia en estos días entra en la gran meditación de la Pasión del Señor. El Cristo sufriente está presente en el pobre, en el excluido, en el enfermo y en el hambriento que lleva consigo el misterio de la Cruz. Os beneficiaréis en gran medida de vivir plenamente este tiempo de la Pasión para acudir a la fuente de vuestra misión. «Confesar que Jesús dio su sangre por nosotros nos impide conservar alguna duda acerca del amor sin límites que ennoblece a todo ser humano» (ibíd.). Todo ser humano es digno. Cada ser humano es un hermano o hermana para mí. Os invito a que, cuando estéis en plena misión, con vuestra relación personal con el Señor y con vuestra vida de fe, conservéis intactos el asombro, la cautivación, el entusiasmo de vivir el Evangelio de la fraternidad (cf. ibíd., 179). Lo necesitamos en los momentos más difíciles de soledad, desánimo, desilusión....

Quiero dar las gracias a FIDESCO, a sus dirigentes, a sus voluntarios, y dar gracias al Señor por el trabajo realizado en estos cuarenta años de servicio misionero, así como por el testimonio de Cristo, que vino a salvar a todo el hombre y a todos los hombres. Vuestra acción solidaria se orienta, en efecto, hacia el desarrollo integral de las personas, hacia la atención no sólo de sus necesidades materiales, sino también de su integración social, de su crecimiento intelectual, cultural y espiritual, dando a cada uno su propia dignidad. Os animo a perseverar en este camino, permaneciendo enraizados en la doctrina social de la Iglesia. Hoy es más importante que nunca que los fieles de Cristo sean testigos de la ternura y la compasión. Escuchar el grito de los pobres que resuena en nuestro interior, dejarse provocar por el sufrimiento de los demás y decidirse a salir a tocar sus heridas -que son las heridas de Cristo- no sólo nos hace participar en la construcción de un mundo más bello, más fraterno, más evangélico, sino que fortalece a la Iglesia en su misión de acelerar la instauración del Reino de Dios (cf. ibíd., 180).

Por último, me gustaría destacar el crecimiento personal que puede aportar un compromiso, aunque sea temporal, en vuestra asociación, tanto en el plano humano como en el de la fe. Quién se compromete con vuestras misiones encuentra no sólo la oportunidad de abrirse al mundo y a las culturas, sino también el medio de responder a la misericordia de Dios: «Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso» (Lc 6,36). También encuentra un camino espiritual en respuesta al don gratuito de Dios. Una vez más, la oportunidad que ofrecéis, especialmente a los más jóvenes, de crecer en fe y humanidad es digna de reconocimiento.

Os deseo una buena peregrinación y os encomiendo, como a todos los miembros de FIDESCO, a la protección de la Virgen María. Os bendigo de corazón y os pido por favor que recéis por mí. Gracias.

 

Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 20 de marzo de 2021.



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