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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LA "RETE NAZIONALE DELLE SCUOLE DI PACE"

Aula Pablo VI
Lunes, 28 de noviembre de 2022

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Queridos chicos y chicas, queridos profesores, ¡buenos días y bienvenidos!

Estoy contento de que hayáis respondido con entusiasmo a la invitación de la Red Nacional de las Escuelas para la Paz. ¡Gracias por haber venido! Y gracias a todos aquellos que han organizado este encuentro, en particular al doctor Lotti.

Os felicito a vosotros estudiantes y a vuestros educadores por el rico programa de actividades y de formación que habéis emprendido, que culminará con la Marcha Perugia-Asís en mayo del próximo año, donde tendréis la posibilidad de presentar los resultados de vuestro trabajo y vuestras propuestas.

Asís se ha convertido en centro mundial de promoción de la paz, gracias a la figura carismática de ese joven de Asís despreocupado y rebelde llamado Francisco, el cual dejó a su familia y las riquezas para seguir al Señor y casarse con la Señora pobreza. Ese joven soñador todavía hoy es fuente de inspiración en lo que se refiere a la paz, la fraternidad, el amor por los pobres, la ecología, la economía. A lo largo de los siglos san Francisco ha fascinado a muchas personas, así como me fascinó también a mí que como Papa he querido tomar su nombre.

Vuestro programa educativo “Por la paz, con el cuidado” quiere responder al llamamiento por un Pacto Educativo Global, que he dirigido hace tres años a todos aquellos que trabajan en el campo educativo, para que «se hagan promotores de los valores del cuidado, la paz, la justicia, la bondad, la belleza, la acogida del otro y la fraternidad» (Videomensaje, del 15 de octubre de 2020). Y me alegra ver que no solo las escuelas, las universidades y las organizaciones católicas están respondiendo a este llamamiento, sino también instituciones públicas, laicas y de otras religiones.

Para que haya paz, como dice bien vuestro lema, es necesario “cuidar”. A menudo hablamos de paz cuando nos sentimos directamente amenazados, como en el caso de un posible ataque nuclear o de una guerra combatida a nuestras puertas. Así como nos interesamos por los derechos de los migrantes cuando tenemos algún pariente o amigo emigrante. En realidad, ¡la paz siempre nos concierne, siempre! Como siempre nos concierne el otro, el hermano y la hermana, y de él y de ella debemos cuidar.

Un modelo por excelencia del cuidado es el samaritano del Evangelio, que socorre a un desconocido que encuentra herido en el camino. El samaritano no sabía si ese desafortunado era una buena persona o un villano, si era rico o pobre, educado o ignorante, judío, samaritano como él o extranjero; no sabía si esa desventura “se la había buscado” o no. El Evangelio dice: «Al verle tuvo compasión» (Lc  10,33). Al verle tuvo compasión. También otros, antes que él, habían visto a ese hombre, pero habían ido derechos por su camino. El samaritano no se hizo tantas preguntas, siguió el movimiento de la compasión.

También en nuestro tiempo podemos encontrar testimonios válidos de personas o instituciones que trabajan por la paz y cuidan a quien está necesitado. Pensemos por ejemplo en aquellos que han recibido el premio Nobel de la paz, pero también en tantos desconocidos que de forma silenciosa trabajan por esta causa.

Hoy quisiera recordar a dos figuras de testigos. La primera es la de san Juan XXIII. Fue llamado el “Papa bueno”, y también el “Papa de la paz”, porque en esos inicios difíciles de los años sesenta marcados por fuertes tensiones —la construcción del muro de Berlín, la crisis de Cuba, la guerra fría y la amenaza nuclear— publicó la famosa y profética Encíclica Pacem in terris. El próximo año serán 60 años, ¡y es muy actual! El Papa Juan se dirigió a todos los hombres de buena voluntad, pidiendo la solución pacífica de todas las guerras a través del diálogo y el desarme. Fue un llamamiento que recibió una gran atención en el mundo, mucho más allá de la comunidad católica, porque había captado una necesidad de toda la humanidad, que es todavía la de hoy. Por eso os invito a leer y estudiar la Pacem in terris y a seguir este camino para defender y difundir la paz.

Pocos meses después la publicación de esa Encíclica, otro profeta de nuestro tiempo, Martin Luther King, premio Nobel de la paz en 1964, pronunció el histórico discurso en el que dijo: “Yo tengo un sueño”. En un contexto americano fuertemente marcado por las discriminaciones raciales, hizo soñar a todos con la idea de un mundo de justicia, libertad e igualdad. Dijo: “Yo tengo un sueño: que mis cuatro hijos pequeños vivan un día en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel, sino por la dignidad de su persona”.

Y vosotros, chicos, chicas: ¿cuál es vuestro sueño para el mundo de hoy y de mañana? Os animo a soñar en grande, como Juan XXIII y Martin Luther King. Y por eso os invito a participar, el año que viene, en la Jornada Mundial de la Juventud, que viviremos en Lisboa. Quien de vosotros pueda venir, se encontrará con muchísimos otros chicos y chicas de todas las partes del mundo, todos unidos por el sueño de la fraternidad basada en la fe en el Dios que es Paz, el Padre de Jesucristo y Padre nuestro. Y si no podéis venir físicamente, os invito igualmente a seguir y a participar, porque con los medios de hoy esto es posible.

Os deseo a todos vosotros un buen camino en el tiempo de Adviento que hemos empezado ayer: un camino hecho de tantos pequeños gestos de paz, cada día: gestos de acogida, de encuentro, de comprensión, de cercanía, de perdón, de servicio… Gestos hechos con el corazón, como pasos hacia Belén, hacia Jesús que es el Rey de la paz, es más, que Él mismo es paz.

El poeta Borges termina, o mejor dicho, no termina una poesía suya con estas palabras: “Gracias quiero dar… por Whitman y Francisco de Asís, que ya escribieron el poema, por el hecho de que el poema es inagotable, y se confunde con la sumas de la creaturas y no llegará jamás al último verso y varía según los hombres”. Que también vosotros, chicos y chicas, podáis acoger la invitación del poeta de continuar su poesía, añadiendo cada uno aquello por lo que quiere dar gracias, lo que quiere. ¡Qué cada uno de vosotros pueda convertirse en 



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