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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Miércoles 1 de noviembre de 1989
Solemnidad de Todos los Santos

 

1. Ha llegado el momento del rezo del "Ángelus". Nos dirigimos hoy a María, "Reina de todos los Santos", con el espíritu lleno de gozo por el don que, en esta soledad, ha hecho Dios a su Iglesia, concediéndole el consuelo de proclamar Santos a dos fuertes testimonios de las bienaventuranzas, e inscribir en el catálogo de los bienaventurados, durante la celebración de las Vísperas de ayer por la tarde, a un sacerdote párroco y Pastor de almas. Nos alegramos con la Virgen Santísima, constatando que también estos insignes modelos de virtudes cristianas estuvieron animados por una ferviente devoción a Ella.

2. San Gaspar Bertoni ejerció su apostolado entre los jóvenes sirviéndose de la obra de animadores, reunidos en la "Milicia Mariana", y propuso a todas las categorías de fieles, como patronos y modelos, a los "santos esposos" María y José, indicando a todos como camino seguro hacia la santidad la imitación de sus virtudes.

San Ricardo Pampuri desde su más tierna edad tuvo una especial devoción a María, "nuestra Madre celestial", como le gustaba designarla. Quien lo conoció recuerda que en las fiestas marianas se le veía con el rostro lleno de júbilo, hasta el punto de comunicar su gozo a los enfermos.

El Beato José Baldo, párroco y fundador de la congregación de las Pequeñas Hijas de San José, Pastor de almas que sobresalía en la piedad, la oportunidad de las enseñanzas y de las obras sociales, atento catequista de su gente, de cualquier edad y condición, realizó día tras día su programa de santificación con el firme propósito de tener "a Dios en la mente y en el corazón, a Jesucristo como modelo, y a María como auxilio".

3. Queridísimos hermanos y hermanas: Ante estos insignes testimonios de la perfección evangélica todos debemos sentirnos llamados a responder personalmente con generosidad a la vocación universal a la santidad, cada uno en su propio estado y profesión (cf. Lumen gentium, cap. V).


Después del Ángelus

Saludo ahora con particular afecto a todas las personas venidas de España, así como de otros países de lengua española, para participar en la solemne ceremonia de Canonización de esta mañana.

Al elevar al honor de los altares a estos dos nuevos Santos, la Iglesia desea presentarlos como modelos eximios de encendido amor a Cristo y de entrega sin límites al prójimo.

Hoy es una día de gran gozo para la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, que ve proclamado Santo a uno de sus hijos predilectos. Me uno espiritualmente a la alegría de los miembros de esta Familia religiosa, a quienes aliento a perseverar en su abnegado testimonio de caridad a los enfermos y a los más abandonados.

A ellos, así como a las personas, familias y grupos españoles aquí presentes imparto de corazón la bendición apostólica.



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