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VIAJE APOSTÓLICO A POLONIA

JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Iglesia del Sagrado Corazón de Rzeszów
Domingo 2 de junio de 1991

 

1. La solemne liturgia eucarística está llegando a su fin. A esta hora del mediodía, unimos la bendición litúrgica final con la oración del Ángelus.

Todos los días, y hoy de manera especial, esta oración nos introduce en el misterio de la Encarnación del Verbo eterno. "He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra" (Lc 1, 38), dice la Virgen de Nazaret al mensajero de Dios. Meditando sobre esta respuesta de María, en la que se manifestaron la luz y la potencia del Espíritu Santo, nos arrodillamos con profundísima veneración ante el misterio: "La Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros" (Jn 1, 14).

En cuántos lugares de vuestra tierra, en cuántos santuarios marianos, continúa este momento salvífico de la Anunciación. Cuántos labios repiten las palabras de la Virgen-Madre de Dios. "Te saludo, Jesús, Hijo de María, eres el Dios verdadero en la hostia santa", en esa Eucaristía que celebramos aquí.

2. ¡Te saludo, Jesús! Te saludo, Corazón divino del Hijo del hombre. A ti está consagrada esta casa de Dios en la ciudad de Rzeszów, frente a la cual hoy se ha realizado la beatificación de un hijo de vuestra tierra, sacerdote y obispo de vuestra Iglesia, Józef Sebastian Pelczar.

Bendita sea esta casa de Dios, unida al Corazón divino, del mismo modo que estaba unido el beato Józef Sebastian.

Cristo le dijo lo mismo que nos dice a nosotros: "Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón" (Mt 11, 29). Cuántas veces este sacerdote, y luego obispo de Przemyśl, repetía: "Haz mi corazón semejante al tuyo". Esta oración exteriorizaba el misterio del progreso en la santidad, cuya fuente es el Corazón de Cristo: "fuente de vida y santidad".

¡Bendita seas, Madre del Hijo de Dios! ¡Bendita seas, Madre del Corazón de Cristo! Acércanos a todos nosotros a tu Hijo, a ese Corazón que es "propiciación por nuestros pecados" (Letanías del sagrado Corazón de Jesús; cf. 1 Jn 2, 2; Rm 3, 25).

3. Cuando comencé mi servicio en la sede romana de san Pedro, pedí cordialmente a todos mis compatriotas que se unieran a mí en la oración del Ángelus. Agradezco de corazón que lo hayan hecho y que sigan haciéndolo, "Bóg zaplac!".

Y ahora, de nuevo, invito a todos los presentes, a todos los que han venido de diversas partes, incluso de fuera de vuestra diócesis, de más allá de las montañas: a nuestros hermanos y hermanas de la archidiócesis de Lvov y de la diócesis de Kamieniec Podolski; de la diócesis de Żytomierz, que han venido aquí en gran número, junto con sus obispos; y también a los hermanos y hermanas eslovacos, presentes aquí con el obispo de Prešov. Invito a todos los que se han unido a nosotros espiritualmente. ¡Coloquemos, a través de esta oración común, una particular corona sobre la cabeza de la Madre de Dios, Madre del Verbo encarnado, Madre de la Iglesia, Madre nuestra!



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