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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 7 de julio de 1991

 

Queridos hermanos y hermanas:

1. En este primer domingo de julio en el que ya se respira aire de vacaciones y el calor desaconseja esfuerzas prolongados, me limitaré a una breve reflexión sobre el tema, que he abordado en varias ocasiones, de la doctrina social de la Iglesia.

La Iglesia, al cumplir la misión salvífica que le confió su Fundador, ha reservado siempre un espacio privilegiado a los pobres, luchando contra toda forma de explotación del hombre. No ha dejado de poner en práctica lo que hoy se llama opción preferencial por los pobres ni de educar los corazones a los valores perennes de la caridad evangélica.

2. En esta preocupación pastoral se ha consolidado un rico patrimonio de reflexiones y enseñanzas, que se conoce con el nombre de "doctrina social de la Iglesia".

A partir de la Rerum novarum, las intervenciones de los Papas y obispos han sido cada vez más frecuentes, y su enseñanza, gracias a la reflexión teológica a la catequesis y al empeño de todos los componentes eclesiales, ha penetrado en la conciencia de los fieles. De este modo la Iglesia, maestra de la verdad y operadora de caridad, se hace portavoz de quien está necesitado a causa de la pobreza, la enfermedad y la marginación.

Que la Bienaventurada Virgen María Sede de la sabiduría y Madre del buen consejo a quien invocamos ahora en la plegaria del Ángelus, nos conceda comprender cada vez más nuestro empeño eclesial y nos haga atentos al clamor de los pobres, que se eleva al cielo desde tantas partes de la tierra, especialmente donde las condiciones de subsistencia son más precarias.



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